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SAN AGUSTIN. OBRAS

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oveja 31 , que ocultamente tienden asechanzas a nuestras ovejas y temen responder<br />

abiertamente a sus pastores.<br />

Nosotros solamente les echamos en cara el crimen de cisma, en que todos están<br />

enteramente involucrados, no los crímenes de individuos particulares, que algunos de ellos<br />

responden que les desagradan. Ellos, en cambio, si no nos echan en cara crímenes ajenos,<br />

no tienen qué reprocharnos, y así no pueden en absoluto defenderse del crimen de cisma,<br />

ya que, sea por las falsas culpas inventadas por ellos, sea por las verdaderas pero que<br />

pertenecían a la paja, ellos se han separado con malvado desgarrón de la era del Señor y<br />

de la inocencia del trigo que crece en el orbe entero.<br />

Acusación de maniqueísmo<br />

XXVI. 28. Quizá esperáis de mí que refute también lo que insertó de paso acerca de<br />

Manes. Sólo me desagrada lo escrito en que apenas se atrevió a criticar, con censura<br />

ligerísima y casi nula, un error tan pestilente y pernicioso cual es la herejía de los<br />

maniqueos, herejía que la Iglesia católica rebate con las pruebas tan sólidas de la verdad.<br />

Porque la heredad de Cristo establecida entre todos los pueblos está bien segura frente a<br />

todas las herejías desheredadas. Aunque, como dice el Señor: ¿Cómo puede Satanás<br />

expulsar a Satanás? 32 Así también, cómo puede el error de los donatistas destruir el error<br />

de los maniqueos?<br />

El argumento clave: comportamiento con los maximianistas<br />

XXVII. 29. En fin, amados míos, aunque hay muchas maneras de desbaratar este error, y<br />

no osa resistir a la verdad con argumento alguno racional, sino solamente por su<br />

pertinacia descarada, no quiero, sin embargo, recargar vuestra memoria con multitud de<br />

documentos; retened solamente este hecho de los maximianistas, clavádselo en su frente,<br />

apretádselo bien contra sus bocas para reprimir sus lenguas engañosas, servíos de él<br />

como de un dardo tridente y despedazad con él su calumnia como bestia de tres cabezas.<br />

Nos reprochan la entrega, nos reprochan la persecución, nos reprochan el falso bautismo;<br />

responded a todo sólo con el argumento de los maximianistas. En efecto, ellos piensan<br />

que está oculto el que sus antepasados entregaron los libros sagrados a las llamas; pero el<br />

sacrilegio del cisma supera el crimen de la entrega: recibieron ellos con honor a los<br />

maximianistas manchados con el sacrilegio del cisma. No pueden en verdad ocultar esto.<br />

También piensan que están ocultas las persecuciones violentísimas que llevan a cabo<br />

contra todos donde pueden; pero la persecución espiritual supera a la corporal: ellos<br />

aceptaron con todos sus honores a los maximianistas, a los que persiguieron<br />

corporalmente y de los cuales dijeron: Veloces son sus pies para derramar sangre. Esto no<br />

pueden en modo alguno ocultarlo.<br />

La paz, violada por el cisma<br />

XXVIII. Sólo queda la cuestión del bautismo, con la que engañan a los desdichados, y<br />

que ellos creen estar oculta: sin embargo, tras decir que no tienen el bautismo cuantos<br />

han sido bautizados fuera de la comunión de la única Iglesia, han recibido con todos los<br />

honores a los maximianistas junto con aquellos a quienes bautizaron fuera de su<br />

comunión. Esto no pueden en modo alguno ocultarlo.<br />

30. "Pero esto, dicen ellos, hecho en bien de la paz, no mancha, y es bueno doblegar<br />

hacia la misericordia el rigor de la severidad, a fin de que las ramas desgajadas sean<br />

incorporadas de nuevo". Con lo cual queda bien claro que la causa está perdida para ellos<br />

y ganada por nosotros, ya que si se invoca, bajo cualquier forma de defensa, el nombre de<br />

la paz para tolerar en el cisma a los malos, queda violada sin duda, a través de la unidad<br />

del orbe católico, la paz verdadera con un cisma horrendo y sin defensa alguna.<br />

Amor al hombre, odio al vicio<br />

XXIX. 31. ¡Ea!, hermanos, retened todo esto para llevarlo a la práctica y predicarlo con<br />

incansable mansedumbre: amad a los hombres, destruid los errores, preciaos de la verdad<br />

sin soberbia, defended la verdad sin severidad, orad por los que tratáis de desmentir y<br />

convencer. Así ruega a Dios por esta clase de gente el profeta: Cubre sus rostros de

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