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SAN AGUSTIN. OBRAS

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Si pudiera decirse nada algo y un es no es, yo la llamaría así. Y, sin embargo, ya era de<br />

algún modo, para poder recibir estas especies visibles y compuestas.<br />

CAPITULO VII<br />

7. Mas ¿de dónde procedía, cualquiera que ella fuese, de dónde procedía sino de ti, por<br />

quien son todas las cosas, en cualquier grado que ellas sean? Pero distaba tanto de ti<br />

cuanto te era más desemejante; porque no se trata de lugares.<br />

Así, pues, tú Señor -que no eres unas veces uno y otras otro, sino uno mismo y uno<br />

mismo, Santo, Santo, Santo, Señor 5 Dios omnipotente-, en el Principio, que procede de<br />

ti; en la Sabiduría, nacida de tu sustancia, hiciste algo y de la nada; hiciste el cielo y la<br />

tierra, pero no de ti, pues sería igual a tu Unigénito y, por consiguiente, a ti, y no fuera en<br />

modo alguno justo que fuese igual a ti, no siendo de tu sustancia.<br />

Mas como fuera de ti no había nada de donde los hicieses, ¡oh Dios, Trinidad una y Unidad<br />

trina!, por eso hiciste de la nada el cielo y la tierra, una cosa grande y otra pequeña;<br />

porque eres bueno y omnipotente para hacer todas las cosas buenas: el gran cielo y la<br />

pequeña tierra.<br />

Existías tú y otra cosa, la nada, de donde hiciste el cielo y la tierra, dos criaturas: la una,<br />

cercana a ti; la otra, cercana a la nada; la una, que no tiene más superior que tú; la otra,<br />

que no tiene nada inferior a ella.<br />

CAPITULO VIII<br />

8. Pero aquel cielo del cielo te lo reservaste para ti, Señor. Mas la tierra, que diste a los<br />

hijos de los hombres para que la vean y palpen, no era entonces tal cual ahora la vemos y<br />

tocamos. Porque era invisible e incompuesta y abismo sobre el que no había luz, o mejor,<br />

estaban las tinieblas sobre el abismo, esto es, más que si estuviesen en el abismo. Porque<br />

este abismo de las aguas ya visibles tiene también en sus profundidades una luz de su<br />

misma especie, en algún modo sensible a los peces y animales que reptan por su fondo.<br />

Pero aquel "todo" era un casi-nada, por ser aún totalmente informe. Sin embargo, ya tenía<br />

ser al poder recibir formas.<br />

Tú, pues, Señor, hiciste el mundo de una materia informe, la cual hiciste cuasi-nada de la<br />

nada, para hacer de ella las cosas grandes que admiramos los hijos de los hombres:<br />

soberanamente admirable es, sí, este cielo corpóreo, al cual firmamento, puesto entre<br />

agua y agua, dijiste en el día segundo después de la creación de la luz: "Hágase, y así se<br />

hizo"; al cual firmamento llamaste cielo, pero cielo de esta tierra y mar que hiciste en el<br />

tercer día, dando con ello aspecto visible a la materia informe, que hiciste antes que todo<br />

día.<br />

Ya habías hecho también el cielo antes que todo día; mas fue el cielo de este cielo, por<br />

haber hecho ya en el principio el cielo y la tierra. En cuanto a la tierra que habías hecho,<br />

era materia informe, porque era invisible e incompuesta y tinieblas sobre el abismo, de<br />

cuya tierra invisible e incompuesta, de cuya informidad, de cuya casi-nada habías de hacer<br />

todas estas cosas de que consta y no consta este mundo mudable, en el cual aparece la<br />

misma mutabilidad, en la que pueden sentirse y numerarse los tiempos, porque los<br />

tiempos se forman con los cambios de las cosas, en cuanto cambian y se convierten sus<br />

formas, de las cuales es materia la susodicha tierra invisible.<br />

CAPITULO IX<br />

9. De ahí que el Espíritu, maestro de tu siervo [Moisés], cuando recuerda que "tú hiciste<br />

en el principio el cielo y la tierra", calla sobre los tiempos, guarda silencio sobre los días. Y<br />

es porque el "cielo del cielo", que hiciste en el principio, es una criatura intelectual, que<br />

aunque no coeterna a ti, ¡oh Trinidad!, sí participa de tu eternidad; cohíbe sobremanera su<br />

mutabilidad con la dulzura de tu felicísima contemplación, y sin ningún desfallecimiento,<br />

desde que fue hecha, adhiriéndose a ti supera toda vicisitud voluble de los tiempos. Pero<br />

esta informidad o tierra invisible e incompuesta tampoco se halla numerada entre los días;<br />

porque donde no hay ninguna especie, ningún orden, ni viene ni va cosa alguna; y donde<br />

eso no sucede, ni existen realmente días ni vicisitud de espacios temporales.

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