09.05.2013 Views

SAN AGUSTIN. OBRAS

SAN AGUSTIN. OBRAS

SAN AGUSTIN. OBRAS

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

sería justo lo oyera, no digo la madre de los dioses, pero ni la de<br />

cualquier senador o persona honesta; y, lo que es más, ni aun las<br />

madres de estos mismos actores, porque guarda para con los<br />

padres el respeto y pudor humano cierta reverencia que no puede<br />

quitársela aun la misma torpeza; y así las mismas expresiones feas y<br />

abominables que decían ejecutaban (y que se avergonzaran<br />

los mismos actores de hacerlas por vía de ensayo en sus casas y en<br />

presencia de sus madres) las hacían por las calles públicas delante<br />

de la madre de los dioses, observándolo y oyéndolo el<br />

concurso innumerable de gentes que se congregaba a estas fiestas.<br />

Pero si aquella muchedumbre pudo hallarse presente a estas funciones,<br />

permitiéndoselo la curiosidad, por lo menos por el<br />

escándalo público y ofensa a la castidad debieron confundirse. Y ¿a<br />

qué llamaremos sacrilegios, si éstas eran ceremonias sagradas? ¿qué<br />

profanación, si aquélla era purificación? A estas indecentes<br />

operaciones llamaban férculos, o, como si dijéramos, platos en que<br />

los demonios celebraran una especie de convite, y usando de estos<br />

manjares, se apacentaban y complacían. Y ¿quién hay tan<br />

inconsiderado que no advirtiera qué clase de espíritus son los que<br />

gustan de semejantes torpezas? Esto es, aquellos que ignoran que hay<br />

espíritus inmundos que engañan a las gentes con el dictado<br />

de dioses; o los que hacen tal vida, que en ella desean tener antes a<br />

éstos propicios, o temen tenerlos enojados más que al verdadero Dios.<br />

CAPITULO V<br />

De las torpes deshonestidades con que honraban a la madre de los<br />

dioses sus devotos<br />

Bien desearía en el presente asunto no tener por jueces a los que<br />

procuran, primero que oponerse, entretenerse con los vicios de su<br />

mala vida y costumbres; y únicamente apetecería tener por mi<br />

censor al mismo Escipión Nasica, a quien el Senado eligió, como<br />

hombre de suma bondad, para recibir la estatua de la madre de los<br />

dioses, que introdujeron con pompa y aparato en la ciudad. Este<br />

nos diría si deseaba que su madre hubiera hecho tantos beneficios a<br />

la República, que por ellos se la decretaran las honras divinas, así<br />

como consta que los griegos, los, romanos y otras naciones<br />

las decretaron a ciertos hombres, por la gran, estimación que<br />

hicieron de las gracias que de ellos recibieron, creyendo que,<br />

colocados en el número de los inmortales, estaban ya admitidos en el<br />

catálogo<br />

de los dioses. Ciertamente que una felicidad tan grande, si<br />

fuera posible, la apetecería Escipión para su madre. Pero si le<br />

preguntáramos enseguida si le gustaría que entre sus divinos honores<br />

se celebraran las torpezas y deshonestidades, seguramente clamaría<br />

que quería más que su madre permaneciese muerta, sin sentido alguno,<br />

que, constituida diosa, viviese para oír semejantes<br />

obscenidades. No es posible que un senador romano, perseverando en el<br />

sano juicio con que prohibió se edificase un teatro en una ciudad<br />

poblada de gente valerosa, gustara que se diese culto a<br />

su madre en tales términos, que, contada entre las diosas, la<br />

aplacaron con ceremonias tales, que estando solamente en la clase de<br />

las matronas le ofenderían. Tampoco podría persuadirse que el<br />

pudor natural de una mujer honrada se transformaba con la divinidad<br />

en el extremo contrario, de modo que los que la adoraban la invocasen<br />

con tales honras, que cuando se dijesen semejantes<br />

denuestos contra alguno y oyéndolo en vida no se tapara los oídos y<br />

huyera de tales insolencias, se corrieran y avergonzaran de ella sus<br />

deudos, marido e hijos. Y si esta madre de los dioses, que<br />

tuviera vergüenza aun el hombre más abandonado y miserable de tenerla<br />

como madre propia, para apoderarse de los ánimos de los romanos buscó<br />

un hombre extremadamente bueno, no para<br />

hacerle tal con sus consejos y auxilio, sino para pervertirle con sus<br />

engaños; en todo semejante, pues, a aquélla mujer de quien dice la<br />

Escritura

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!