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SAN AGUSTIN. OBRAS

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ignominia, y buscarán tu nombre, Señor 33 . Esto es ciertamente lo que ya hizo el Señor,<br />

cubrir clarísimamente sus rostros con la ignominia de los maximianistas. No queda sino<br />

que ellos aprendan a avergonzarse saludablemente. Así podrán buscar el nombre del<br />

Señor, de quien tan funestamente se apartaron, mientras pretenden ensalzar al suyo<br />

propio en lugar del nombre del Señor.<br />

Vivid y perseverad en Cristo, amadísimos hermanos, multiplicaos y abundad en el amor de<br />

Dios, en el amor recíproco y en el amor a todos.<br />

Libro II<br />

El método<br />

I. 1. He respondido ya bastante a la primera parte de la carta de Petiliano, que es lo único<br />

que pudimos tener a mano; bien lo recuerdan los que han podido leer u oír lo que hemos<br />

dicho. Pero más tarde los hermanos han logrado hacerse con ella entera, la han copiado y<br />

me la han enviado para que dé cabal respuesta a toda ella. No cabía rehuir este deber de<br />

mi pluma, no precisamente porque él diga algo nuevo, a lo que no se haya respondido ya<br />

muchas veces y de muchas maneras; pero como hay hermanos menos cultos, que no<br />

pueden aplicar exactamente a cada punto lo que han leído en otra parte, procuraré<br />

acomodarme a los que me fuerzan a responder a todas y a cada una de las cuestiones,<br />

alternando los discursos como si dialogáramos cara a cara.<br />

Pondré bajo su nombre las palabras tomadas de su carta, y daré la respuesta bajo mi<br />

nombre, como si al actuar fueran tomadas por estenógrafos. De esta suerte nadie podrá<br />

quejarse de que yo he pasado algo por alto o de que él no ha podido entender por no<br />

distinguir las personas; a la vez, también los mismos donatistas, que no quieren discutir<br />

delante de nosotros, no podrán eludir, mediante las cartas dirigidas a los suyos, la verdad<br />

que responde a cada una de sus afirmaciones; ni más ni menos como si hablaran cara a<br />

cara con nosotros.<br />

2. Al principio mismo de su carta dice Petiliano: "Petiliano, obispo, a los amadísimos<br />

hermanos copresbíteros y diáconos, constituidos en la diócesis como ministros del santo<br />

Evangelio junto con nosotros: la gracia y la paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre<br />

y del Señor Jesucristo".<br />

3. Agustín responde: Reconozco el saludo apostólico. Tú verás lo que quieres decir; eso sí,<br />

debes tener en cuenta dónde has aprendido lo que dices. Esa es la manera de saludar<br />

Pablo a los romanos, a los corintios, a los gálatas, a los efesios, colosenses, filipenses,<br />

tesalonicenses. ¿Qué clase de locura es no querer intercambiar el saludo de la paz con<br />

estas iglesias, en cuyas epístolas aprendiste el saludo pacifico?<br />

El bautismo es de Cristo<br />

II. 4. Dice Petiliano: "Nos reprochan la rebautización quienes bajo el nombre del bautismo<br />

han manchado sus almas con un bautismo culpable: todas las inmundicias son ciertamente<br />

más limpias que sus suciedades, y debido a su malicia perversa, lograron mancillarse con<br />

su propia agua".<br />

5. Contesta Agustín: Ni estamos manchados con nuestra propia agua ni somos purificados<br />

con la vuestra; el agua del bautismo, cuando se da a alguien en el nombre del Padre y del<br />

Hijo y del Espíritu Santo no es ni nuestra ni vuestra, sino de aquel de quien dijo San Juan:<br />

Sobre quien veas que baja el Espíritu como una paloma y que queda sobre él, ése es el<br />

que bautiza con el Espíritu Santo 1 .<br />

Nos da garantías la conciencia de Cristo<br />

III. 6. Petiliano: "La conciencia del que lo da es la que se ha de tener en cuenta para que<br />

purifique a la del que lo recibe".<br />

7. Agustín: Sobre la conciencia de Cristo estamos bien seguros. En cambio, si se trata de<br />

cualquier hombre, será incierta la purificación del que recibe, ya que es incierta la<br />

conciencia del que bautiza.

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