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SAN AGUSTIN. OBRAS

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yo saco la conclusión de que no es justo lo que se ha dicho en esta causa de los<br />

maximianenses. En efecto, ni en Feliciano se daba la conciencia del que da santamente<br />

cuando, unido a Maximiano, era arrastrado por la cadena del sacrilegio y los que<br />

bautizaban eran bautizados por un reo del célebre crimen y, por ello, un infiel manifiesto<br />

ni aquéllos podían tener como origen, raíz y cabeza en orden a la salvación a un hombre<br />

sacrílego, ni era árbol bueno el condenado en la sociedad del sacrílego cisma que<br />

permanecía aún en el mismo sacrilegio, ni era un hombre bueno que pudiera presentar<br />

algún bien del tesoro de su corazón 20 , cuando de él y de otros compañeros suyos se dice:<br />

Su boca rebosa maldición y acritud 21 . Y, sin embargo, cuando los vuestros llegaron a la<br />

concordia con él, al final, aterrados por la fuerza de la verdad, reconocieron que el<br />

bautismo dado por él no era de él, sino de Cristo.<br />

Optato de Tamugadi, Feliciano y Pretextato<br />

XXIV. 31. Ea, veamos ya en su propio lugar cómo te desvinculas en tu carta de la causa<br />

de los maximianenses. Pues todos los que leen esta carta esperan sin duda qué es lo que<br />

has dicho tú, dónde lo dijiste o qué es lo que yo he respondido.<br />

Así pues, no quiero discutir lo que respondiste a mis dificultades sobre Optato, el seguidor<br />

de Gildón, no quiero detenerme demasiado en la causa de un hombre sobre cuya<br />

condenación por los vuestros no trato. Echo por la borda esta dificultad, y quizá también<br />

para la posteridad, cuando haya caído en olvido su memoria. Pero al presente, cuando hay<br />

hombres que conocen su vida y sus costumbres, se quejarán de que he dicho poco sobre<br />

él antes que de que he afirmado cosas falsas.<br />

Ellos no leen mis escritos como los lees tú, que me preguntas qué es lo que ha engullido<br />

aquel a quien yo he llamado ola furiosa, cuando tienes en esa ola precisamente a<br />

Pretextato y a Feliciano. Pues mis palabras a este respecto son éstas: "Ciertamente ellos<br />

insultan a sus cismáticos hasta llamarlos muertos e insepultos. Aunque tuvieron que optar<br />

por sepultarlos, no fuera a suceder que de entre la multitud de cadáveres insepultos que<br />

yacían en la orilla avanzase Optato, el seguidor de Gildón, con un ejército militar, se<br />

lanzase tierra adentro como onda furiosa y se engullese después a Feliciano y Pretextato".<br />

¿Por qué tú, al leer estas mis palabras allí, no las pusiste todas al intentar darles<br />

respuesta? ¿Por qué me arguyes no haber dicho qué es lo que engulló aquella ola furiosa,<br />

viendo allí escrito: "Se engullese después a Feliciano y a Pretextato?"<br />

Conducta inconsecuente<br />

XXV. 32. ¿Qué otra cosa suelen responder los vuestros, como si fuese una defensa<br />

adecuada, cuando se les pone delante el recibimiento que hicieron a Feliciano y<br />

Pretextato, que habían sido condenados? Simplemente: "Optato es el que lo quiso. Optato<br />

el que lo hizo".<br />

Esto lo atestiguan las ciudades de Musti y de Asuras; dicen ellas que, temiendo al ejército<br />

de Gildón, conforme a la amenaza de Optato, forzaron a sus obispos a tornar a la<br />

comunión de Primiano. Pero tú, como viste que no se podía negar descaradamente que<br />

esto lo había hecho él, negaste que yo hubiera escrito eso, pensando quizá que se podía<br />

negar más fácilmente mi escrito que aquella realidad. Pero concedamos que vuestros<br />

obispos, por no sé qué privilegio donaciano o numídico, pudieron negar sobre su colega lo<br />

que proclamaba el África entera, cuando ellos no permiten a los extremos de Oriente y<br />

Occidente ignorar las acusaciones lanzadas por africanos contra africanos, nunca probadas<br />

y tantas veces declaradas inexistentes; que es válido entre vosotros el bautismo dado por<br />

Optato, a quien no quisiste condenar pero tampoco te atreviste a absolver, y no<br />

concedamos ese valor a las Iglesias, fundadas por la fatiga de los apóstoles, de los<br />

corintios, gálatas, efesios, colosenses, filipenses, tesalonicenses y las restantes citadas en<br />

las santas Letras que vosotros habéis leído, en las cuales no se ha oído, no digo la célebre<br />

falsa acusación contra Ceciliano, pero ni siquiera quizá el nombre verdadero; concedamos<br />

que haya tenido Optato la conciencia del que da santamente, en aquella vida que tú, como<br />

lo indican tus escritos, aunque no te atreviste a condenar, pensando en nosotros, temiste,<br />

sin embargo, absolver mirando a Dios, lo mismo que en la opinión pública en la que te<br />

pareció podía tenerse en cuenta una conciencia latente; y acúsese la conciencia de tantos<br />

y tan grandes pueblos cristianos porque desconocieron los litigios, tan lejanos, de los<br />

africanos. Aun concedido todo eso, ¿pudieron ignorar de modo semejante los crímenes de<br />

esos dos, a saber, de Feliciano y Pretextato, a quienes condenaron en concilio plenario los

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