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SAN AGUSTIN. OBRAS

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epetimos, una filosofía de la historia -de la historia San Agustín<br />

conocía muy poco-, sí es una metafísica de la sociedad, es decir,<br />

una determinación de lo permanente en lo mudable de las conductas<br />

humanas, de las fuerzas secretas que deciden el diverso<br />

comportamiento de individuos y naciones.<br />

Lo que en las Confesiones hiciera para el individuo, reduciendo el<br />

drama de los afectos y de las inquietudes del hombre en<br />

particular al drama Dios-Hombre, lo hace San Agustín en el De<br />

civitate Dei acentuando los elementos propiamente teológicos y<br />

bíblicos. Sólo que aquí las pasiones y las ambiciones son las<br />

desencadenadas por la primera voluntad humana, la de Adán, que<br />

se ha preferido a Dios. Aquí la gracia redentora libera no sólo a<br />

Agustín sino a todos los hombres, llamados, a la salvación de la<br />

"masa de los pecadores" en Adán. La lucha entre las dos ciudades,<br />

que, estriba respectivamente sobre el amor sui y el amor<br />

Dei, es el reflejo social de la lucha entre el viejo y el nuevo Adán<br />

en cada uno de nosotros.<br />

* * *<br />

Hemos indicado que el de Hipona empleó no menos de catorce años en la<br />

redacción de la que no pocos consideran su obra<br />

maestra, La Ciudad de Dios. Del 412 al 426 trabajó en este grandioso<br />

libro, sin descuidar por ello sus habituales tareas<br />

episcopales, sin remitir en lo más mínimo en su cara ocupación de<br />

predicar la palabra divina y sin que sufriese mengua su<br />

siempre copiosa correspondencia. Le vemos durante esos años<br />

desplazarse, para no perder la costumbre, en largos y<br />

fatigosos viajes. Son los años de la áspera pugna pelagiana y aún no<br />

han concluido las enojosas disputas con los empecinados<br />

donatistas. Y todavía le queda tiempo para sostener prolongadas<br />

conferencias con el español Paulo Orosio, que tan bien<br />

asimilara en su Historia las lecciones del maestro, para discutir con<br />

Emérito de Cesárea y para conseguir la retractación del<br />

monje francés Leporio. Y, lo que es más asombroso, para componer<br />

otras muchas obras de la más varia doctrina. Porque,<br />

alternando con la composición de La Ciudad de Dios, brotaron de su<br />

pluma más de una veintena de diversos tratados, tales<br />

como Sobre el origen del alma, Contra los priscilianistas y los<br />

origenistas, Sobre la presencia de Dios, De la gracia de Cristo y<br />

del pecado original, Contra un adversario de la ley y de los<br />

profetas, Contra la mentira, De la fe, de la esperanza y de la<br />

caridad, De los matrimonios adúlteros, De las bodas y de la<br />

concupiscencia, Contra Gaudencio, Cuestiones sobre el<br />

Heptateuco, por enumerar algunos.<br />

Ateniéndonos al orden seguido en La Ciudad de Dios, y tomando en<br />

cuenta algunos datos contenidos en la misma, podríamos<br />

rastrear las etapas de su redacción sin necesidad apenas de apoyarnos<br />

en argumentos extrínsecos.<br />

Aquel gran amigo del Santo, el tribuno Marcelino, cuya epístola fue<br />

el motivo determinante para la composición de esta magna<br />

obra a él dedicada, pereció ejecutado en septiembre del 413, acusado<br />

de atentar contra la seguridad del Estado. Antes de su<br />

muerte habían sido concluidos y publicados los tres primeros libros.<br />

El autor mismo nos informa, a punto de terminar el quinto, de<br />

que ha editado por separado estos tres libros y la dedicatoria a<br />

Marcelino precisa la fecha de su aparición. Nos da cuenta<br />

asimismo, del éxito alcanzado por su obra, que, asegura, circula sin<br />

cesar de mano en mano.<br />

Que esos tres primeros libros tuvieron una entusiasta acogida nos lo<br />

confirma un testimonio de fines del 414; una carta dirigida a<br />

San Agustín por el vicario de África, Macedonio, dándole cuenta de<br />

los sentimientos y reflexiones que en él ha suscitado la<br />

lectura de las primicias de su obra: "He acabado de leer tus libros,<br />

le escribe. Me han entusiasmado hasta el punto de alejar de<br />

mí todas mis restantes preocupaciones. Muchos son los aspectos que me

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