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SAN AGUSTIN. OBRAS

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especie no puede ejercer influencia ninguna en el género.<br />

En consecuencia, si se condena la naturaleza y se la considera propiedad del diablo, el<br />

matrimonio -que le está subordinado-, la fecundidad y la misma esencia de que consta la<br />

naturaleza han de ser también condenadas. Imposible elogiar el matrimonio, realidad<br />

natural, si se condena la naturaleza. La belleza de una flor se marchita cortado su tallo. Y<br />

para explicarme con más claridad: no se puede decir que la institución del matrimonio es<br />

buena si se condena la unión natural de los sexos; lo que en el género se condena, no<br />

puede ser alabado en la especie, indivisiblemente adherida al género.<br />

Si, en efecto, usa la voluntad mala de los órganos naturales del cuerpo para cometer actos<br />

impuros, el ardor del placer y el semen, que no varían a voluntad de los que se unen, no<br />

participan del crimen de la voluntad, más bien facilita a Dios la materia con la cual lleva a<br />

efecto su obra creadora; la falta recae sobre el que comete adulterio, no sobre la<br />

naturaleza. Cuando discutimos sobre realidades materiales, tú, con estupidez suma,<br />

condenas la naturaleza y alabas el matrimonio, siendo verdad irrefutable que el género<br />

comunica a su especie cuanto contiene.<br />

En consecuencia, o el uso de la hembra, que el Apóstol llama natural, ha de ser tenido por<br />

bueno y legítimo, y entonces es honesto el matrimonio y no existirá pecado natural, o bien<br />

se cree que la naturaleza es obra del diablo, transmisora del pecado original, y entonces el<br />

caso del matrimonio ha de ser considerado como cosa condenable. Vuestro dogma es no<br />

afín, sino abiertamente idéntico al de Manés; y, como dogma funesto, no hay en él verdad,<br />

ni honestidad, ni fe, y sólo Manés puede admitir la existencia de un pecado natural.<br />

Vosotros sois, en consecuencia, maniqueos, y nosotros católicos".<br />

Ag.- Tú has hablado, con toda certeza, de frutos por los que se conoce el árbol; por esta<br />

alegoría crees se ha de entender la prole de los esposos; pero como este fruto puede<br />

nacer de uniones adulterinas, te refugias en la naturaleza. Y esta tu fuga no se me pudo<br />

ocultar, pues la revelan estas tus palabras que voy a citar. Te diriges a mí y dices: "Con tu<br />

habitual perspicacia, tratas de asolar lo que yo había afirmado cuando, apoyado en un<br />

texto evangélico, dije que el árbol se conoce por sus frutos; y esto para demostrar, dices,<br />

algo evidente, es decir, que el matrimonio no puede ser árbol bueno; y que la misma<br />

naturaleza de la que la unión conyugal es secuela no puede atribuirse a la obra de Dios, si<br />

es manantial abundoso de crímenes".<br />

Con estas tus palabras dejas abierta la puerta a una escapatoria, a tu fuga. Nombras el<br />

matrimonio, y en seguida añades y dices: "La naturaleza, cuyo complemento es la unión<br />

de los cónyuges". Haces, pues, una distinción entre estas dos realidades; la naturaleza,<br />

como lo has suficientemente demostrado, es una cosa, y otra el matrimonio, que en su<br />

unión íntima completa la naturaleza. ¿Por qué luego dices que la naturaleza es el género, y<br />

el matrimonio su especie? ¿Por ventura puede completarse un género por un acto de su<br />

especie? No, en verdad. Animal es un género que no puede ser completado por obra del<br />

hombre, del caballo, del buey o de otro cualquier animal, especies todas del género<br />

animal.<br />

Y, aunque perezca una de las especies, el género que contiene dicha especie subsiste,<br />

como tú mismo has dicho. Género que no subsistiría en su integridad si por la acción de la<br />

especie desaparecida se completase. No es más género si a él pertenecen muchas<br />

especies, ni es menos género si son pocas, pero no subsiste el género si perecen todas sus<br />

especies. No es, pues, el matrimonio la especie, y el género la naturaleza, si se completa<br />

la naturaleza por obra del matrimonio. Así como la agricultura no es una especie de la<br />

mies, aunque la mies se complete por la sementera del labrador. No es, pues, el género la<br />

naturaleza, y el matrimonio su especie; y del mismo modo deberías decir que todo<br />

matrimonio es naturaleza. Exacto, todo caballo es un animal, pero no todo animal es un<br />

caballo, por la sencilla razón de que el animal es el género, y el caballo una especie.<br />

No es el hombre autor de la naturaleza, si bien nos diga la Escritura que la mujer ha sido<br />

unida al hombre por el Señor 52 , aunque esta unión, cuando es honesta, no se realiza sin<br />

la ayuda de Dios. Pero ¿quién ignora que el matrimonio es obra del hombre? Por<br />

consiguiente, si el matrimonio no es naturaleza, porque el hombre no es autor de ninguna<br />

naturaleza, el matrimonio es obra del hombre. En consecuencia, el matrimonio no es una<br />

naturaleza ni puede, bajo ningún aspecto, ser especie de un género inexistente.<br />

Pertenece, pues, el matrimonio a las costumbres de los hombres, y los hombres a la

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