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SAN AGUSTIN. OBRAS

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de las aves y la de los peces>, sino que usa con diversidad de<br />

la significación de este nombre; y entre estos distintos modos de<br />

hablar, muchas veces también al mismo hombre, esto es, a la<br />

naturaleza humana, suele llamar carne, tomando, conforme al estilo<br />

retórico, el todo por la parte, como cuando dice: ¿Qué quiso<br />

dar aquí a entender sino ningún hombre? Lo cual, con<br />

mayor claridad lo dice después. ; y escribiendo a los gálatas, les dice: justificarse por las obras de la ley.><br />

Conforme a esta doctrina se entiende aquella expresión del sagrado<br />

cronista: , esto es, hombre;<br />

la cual, como no la comprendieron bien algunos, imaginaron que<br />

Jesucristo no tuvo alma humana, porque así como el todo se<br />

toma por la parte en el sagrado Evangelio, cuando dice la Magdalena:<br />

, hablando solamente de la carne de Jesucristo, la que,<br />

después de sepultada, pensaba la habían sacado de la<br />

sepultura, así también por la parte se entiende el todo, y diciendo<br />

la carne se entiende el hombre, como en los lugares que<br />

arriba hemos alegado.<br />

De modo que dando la Sagrada Escritura a la carne diversas<br />

significaciones, las cuales sería largo buscar y referir, para que<br />

podamos deducir qué cosa sea vivir según la carne (lo cual, sin duda,<br />

es malo, aunque no sea mala la misma naturaleza de la<br />

carne), examinemos con particular cuidado aquel lugar de la Epístola<br />

de San Pablo a los Gálatas: <br />

Todo este lugar del Apóstol, considerado con la madurez y atención<br />

correspondiente para el negocio presente, podrá<br />

resolvernos esta cuestión: qué es el vivir según la carne. Porque<br />

entre las obras de la carne que dijo eran notorias, y<br />

refiriéndolas, las condenó, no sólo hallamos las que pertenecen al<br />

deleite de la carne, como son las fornicaciones, inmundicias,<br />

disoluciones, embriagueces y glotonerías, sino también aquellas con<br />

que se manifiestan los vicios del ánimo, que son ajenos al<br />

deleite carnal; porque ¿quién hay que ignore que la idolatría, las<br />

hechicerías, las enemistades, rivalidades, celos, iras,<br />

disensiones, herejías y envidias, son vicios del espíritu más que de<br />

la carne? Puesto que puede suceder que por la idolatría o<br />

por error de alguna secta se abstenga uno de los deleites carnales,<br />

sin embargo, aun entonces se comprende, por el testimonio<br />

del Apóstol, que vive el hombre según la carne, aunque parezca que<br />

modera y refrena los apetitos de la carne. ¿Quién no tiene<br />

la enemistad en el alma? ¿Quién de su enemigo o de quien piensa que<br />

es su enemigo dice: mala carne, sino más bien, mal<br />

ánimo tienes contra mí? Finalmente, así como al oír carnalidades<br />

nadie dudaria atribuirlas a la carne, así, al oír animosidades, las<br />

atribuirá al espíritu; ¿por qué, pues, a estas cosas y a otras tales<br />

las llama obras<br />

de la carne, sino porque, conforme al modo de hablar con que se<br />

significa el todo por la parte, quiere que por la carne<br />

entendamos el mismo hombre?<br />

CAPITULO III<br />

La causa del pecado provino del alma y no de la carne, y la<br />

corrupción que heredamos del pecado no es pecado, sino pena<br />

Si alguno dijere que en la mala vida la carne es la causa de todos

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