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SAN AGUSTIN. OBRAS

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a algún hombre cristiano, y la razón de este dictamen la daremos en<br />

su lugar, pero, con todo, supuesto que quieren sostener fue<br />

semidiós, me parece debemos anteponerle, si no a Rómulo y a Hércules<br />

(aunque de Platón no ha habido historiador alguno o poeta que diga o<br />

finja que dio muerte a su hermano, ni haya cometido<br />

otra maldad), por lo menos debe ser preferido a Príapo o a un<br />

cinocéfalo, o, finalmente, a la fiebre, que son dioses que los temían<br />

los romanos, parte de otras naciones y parte los consagraban ellos<br />

propios. ¿Y de qué modo habían de prohibir el culto de semejantes<br />

dioses, y menos oponerse con sabios preceptos y leyes a tantos vicios<br />

como los que amenazan al corazón humano y a las<br />

costumbres del hombre? ¿O cómo habían de extirpar aquellos que<br />

naturalmente nacen y están arraigados en él? Mas, por el contrario,<br />

todos éstos procuraron fomentar y aun acrecentar, queriendo<br />

que tales torpezas suyas, o como si lo fuesen, se divulgasen por el<br />

pueblo por medio de las fiestas y juegos del teatro, para que, como<br />

con autoridad divina, se encendiese naturalmente el apetito<br />

humano, no obstante estar clamando contra este desenfreno en vano<br />

Cicerón, quien, tratando de los poetas, <br />

CAPITULO XV<br />

Que los romanos hicieron para sí algunos dioses, movidos, no por<br />

razón, sino por lisonja<br />

Y ¿qué razón tuvo esta nación belicosa para adoptarse estos dioses,<br />

que no fuese más una pura lisonja en la elección que hicieron de<br />

ellos, aun de los mismos que eran falsos? Pues a Platón, a<br />

quien respetan por semidiós (que tanto estudió y escribió sobre estas<br />

materias, procurando que las costumbres humanas no adoleciesen ni se<br />

corrompiesen con los males y vicios del alma, que son<br />

los que principalmente se deben huir), no le tuvieron por digno de un<br />

pequeño templo, y a Rómulo le antepusieron a muchos dioses, no<br />

obstante que la doctrina que ellos consideran como misteriosa<br />

y oculta le celebre más por semidiós que por dios, y en esta<br />

conformidad le crearon también un sacerdote que llamaban Flamen, cuya<br />

especie de sacerdocio fue tan excelente y autorizado en las<br />

funciones y ceremonias sagradas de los romanos, que usaban la<br />

insignia de un birreta de mitra, la que usaban los tres flamines que<br />

servían a los tres dioses, como eran un flamen dial para Júpiter,<br />

otro marcial para Marte y otro quirinal para Rómulo; pero habiendo<br />

canonizado a éste, y habiéndole colocado en el Cielo como por dios en<br />

atención a lo mucho que le estimaban sus ciudadanos, se<br />

llamó después Quirino, y así con esta honra quedó Rómulo preferido a<br />

Neptuno y a Plutón, hermanos de Júpiter, y al mismo Saturno, padre de<br />

éstos, confiriéndole como a dios grande el sumo<br />

sacerdocio que habían dado a Júpiter y Marte, como a su padre, y<br />

quizá por su respeto.<br />

CAPITULO XVI<br />

Que si los dioses tuvieran algún cuidado de la justicia, de su mano<br />

debieran recibir los romanos leyes para vivir, antes que pedirlas<br />

prestadas a otras naciones<br />

Si pudieran los romanos haber obtenido de sus dioses leyes para vivir<br />

y gobernarse, no hubieran ido algunos años después de la fundación de<br />

Roma a pedir a los atenienses que les prestasen las<br />

leyes de Solón, aunque de éstas tampoco usaron del modo que las<br />

hallaron escritas, sino que procuraron corregirlas y mejorarlas<br />

conforme a sus usos; no obstante que Licurgo fingió había dispuesto<br />

que las leyes que dio a los lacedemonios con autoridad del oráculo<br />

de Apolo, lo cual, con justa razón, no quisieron creer los romanos, y

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