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SAN AGUSTIN. OBRAS

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por simpatía con las bestias, para mejor atacar a los seres racionales, consientes en que<br />

Dios sea el creador de sus cuerpos, y el diablo el de los nuestros, si bien la pasión, según<br />

tú, es menos violenta en los hombres que en los animales. Ante la vista de un lector<br />

inteligente sentamos esta conclusión: no niegas sea en los animales la libido obra de Dios.<br />

Luego no es indigna de la obra de Dios esta pasión, más violenta en las criaturas que no la<br />

han recibido del diablo o de un débil querer.<br />

Si es la concupiscencia en los animales inatacable y además se justifica por la dignidad de<br />

su creador, ni puede ser mala ni diabólica, pues es obra de Dios, creador de los cuerpos,<br />

cuya naturaleza está libre de pecado. Si admites esto, te pregunto: ¿Es, en tu opinión,<br />

esta libido que sienten los cuerpos humanos obra de Dios? Si afirmas, la discusión ha<br />

terminado, tú te has enmendado y queda Manés hecho polvo. Si, por el contrario, los<br />

cuerpos humanos no pueden ser obra de Dios, te respondo que consideres las apetencias<br />

de la libido como obra el hombre, no como obra de Dios. Porque, no hay duda, si declaras<br />

no se encuentra en el hombre lo que en todos los seres se encuentra, se sigue que privas<br />

a la concupiscencia de lo que le pertenece y concedes al cuerpo lo que no se le debe. ¡Ves<br />

la conclusión de tu impía secta!<br />

Declaras indigno de una carne mortal lo que no es indigno de la obra del Creador. Y en<br />

este sentido no vituperas la libido, pero ensalzas al hombre que anhelabas acusar. Esta es<br />

la recompensa reservada a la constancia de los que combaten la verdad, alcanzar efectos<br />

contrarios a su intención. Por eso te ataco con tus mismas palabras, según las reglas del<br />

juego. ¿Por qué en los juicios que damos sobre las obras de Dios taponas los oídos a la<br />

voz de la razón y de la naturaleza? ¿Puede la locura del hombre imaginar sea una cosa<br />

contraria a su ser visceral cuando esta realidad se ve reproducida, por obra de Dios en<br />

seres que participan de su naturaleza? Ni el origen ni la naturaleza de nuestros cuerpos<br />

difieren de la de los modos animales".<br />

Ag.- Di también que la resurrección y la inmortalidad no son privilegio de los cuerpos<br />

humanos, pues son formados de la tierra, como los cuerpos de los animales; di que su fin<br />

no puede ser diferente, siendo su origen el mismo; di todo esto, si te place; y, a impulsos<br />

de una vacía locuacidad, muéstranos, contra los escritos evangélicos, tus progresos en las<br />

letras profanas. Y, si no te atreves a hablar así, confiesa, con la fe cristiana, que es un<br />

castigo para el hombre ser comparado y asemejado a los animales irracionales 57 . En el<br />

hombre es una verdadera miseria, en los animales no lo puede ser; la concupiscencia es,<br />

en el hombre, un castigo; en los animales, no, pues nunca en ellos puede la carne codiciar<br />

contra el espíritu.<br />

¿O te agrada igualar todas las naturalezas, y decir que en los animales la carne codicia<br />

contra el espíritu? Si no lo haces para no dar la impresión de que no tienes entendimiento,<br />

como el caballo y el mulo 58 , reconoce que esta libido, tal como la definimos -lucha de la<br />

carne contra el espíritu-, no pudo existir en el paraíso si nadie hubiera pecado. Esta<br />

concupiscencia no existe en los animales, cuyo testimonio invocas en favor de tu<br />

protegida, sin duda para poder hablar extensamente. Y así no hiciera la libido humana<br />

nacer en la carne deseos contrarios al espíritu, si esta libido obedeciese a la voluntad y<br />

sólo cuando fuere necesario se excitase y el tiempo restante permaneciese tranquila, sin<br />

sugerir malos deseos, contra los que la voluntad ha de combatir para tenerla a raya y<br />

embridarla; en este caso no podría reprocharte el haber plantado desdichadamente la<br />

concupiscencia en el edén, morada de suma felicidad.<br />

La carne ahora no viene del Padre, sino del mundo,<br />

y perecerá si no renace<br />

39. Jul.- "Por el alma racional somos imagen de Dios y por la carne nos sentimos en<br />

comunión con los animales, aunque la forma es diversa, somos una misma sustancia por<br />

la materia de los elementos, y, según los méritos, el alma racional recibirá como<br />

recompensa una eternidad de penas o de gloria".<br />

Ag.- Si por méritos del alma racional confiesas que la carne, terrestre y corruptible como<br />

la de los animales, tendrá en la eternidad un fin muy diferente, ¿por qué no creer que, por<br />

méritos de la imagen de Dios, no manchada aún por el pecado, la carne fue formada de la<br />

misma arcilla terrestre, pero en un estado tal que sin el pecado no hubiera perdido su<br />

eternidad ni su incorruptibilidad? ¿Ni sería el cuerpo un peso para el alma, imagen de<br />

Dios; por el contrario, estaría sometida hasta tal punto, que los órganos sexuales se

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