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SAN AGUSTIN. OBRAS

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en medio. Porque en las artes humanas, no habiendo necesidad, la desigual dimensión de<br />

las partes ofende, en cierto modo, a nuestra vista. En cambio, es cosa evidente, y que no<br />

necesita declararse con muchas palabras, cuánto nos deleitan las tres ventanas internas<br />

debidamente colocadas, a intervalos iguales dos a los lados y una en medio, para dar luz<br />

al cuarto de baño. Por lo cual, hasta los mismos arquitectos llaman razón a este modo dé<br />

disponer las partes; y dicen que las desigualmente colocadas carecen de razón.<br />

Es una forma de hablar muy difundida y que ha pasado a todas las artes y obras humanas.<br />

Y en los versos, donde también decimos que hay una razón, que pertenece al gusto de los<br />

sentidos, ¿quién no sabe que la medida y dimensión es artífice de toda su armonía? Pero<br />

en los movimientos cadenciosos de una danza, donde toda la mímica obedece a un fin<br />

expresivo, aunque cierto movimiento rítmico de los miembros deleita los ojos con su<br />

misma dimensión, con todo, se llama razonable aquella danza, porque el espectador<br />

inteligente comprende lo que significa y representa. dejando aparte el placer sensual. Si<br />

se hace una Venus alada y un Cupido cubierto con un manto, aun dándoles un maravilloso<br />

donaire y proporción de los miembros, no parece que se ofenden los ojos, pero sí el<br />

ánimo, a quien toca la interpretación de los signos. Los ojos se ofenderían privándolos de<br />

la armonía de los movimientos. Porque éste pertenecería al sentido, en el que el alma, por<br />

hallarse unida al cuerpo, percibe su deleite. Una cosa es, pues, el sentido y otra lo que se<br />

percibe por el sentido; al sentido halagan los movimientos rítmicos, y al ánimo, al través<br />

del sentido corporal, le place la agradable significación captada en el movimiento. Lo<br />

mismo se advierte más fácilmente en los oídos: lo que suena suavemente agrada al<br />

órgano sensitivo; pero los bellos pensamientos, aunque expresados por medio de voces<br />

que impresionan al oído, sólo ellos entran en la menté. Así, pues, cuando oímos aquellos<br />

versos: " Muéstrenme las musas por qué los soles invernales se apresuran tanto a bañarse<br />

en el océano y por qué se retardan las noches perezosas del estío", de diverso modo<br />

alabamos la armonía del verso y la belleza del pensamiento. Ni en el mismo sentido<br />

decimos que una armonía es bella o que una expresión es razonable.<br />

CAPÍTULO XII<br />

La razón, inventora de todas las artes.-Ocasión de los vocablos, de las letras, de los<br />

números, de la división de las letras, sílabas y palabras.-Origen de la historia<br />

35. Hay, pues, tres géneros de cosas en que se muestra la obra de la razón: uno, en las<br />

acciones relacionadas con un fin; el segundo, en el lenguaje; el tercero, en el deleite. El<br />

primero nos amonesta a no hacer nada temerariamente; el segundo, a enseñar con<br />

verdad; el tercero nos invita a la dichosa contemplación. El primero se relaciona con las<br />

costumbres; el segundo y el tercero, con las artes, de que hablamos aquí. Porque la<br />

potencia razonadora que usa, sigue o imita lo que es racional, pues por un vínculo natural<br />

está ligado el hombre a vivir en sociedad con los que tienen común la razón, ni puede<br />

unirse firmísimamente a otros, sino por el lenguaje, comunicando y como fundiendo sus<br />

pensamientos con los de ellos. Por eso vio la necesidad de poner vocablos a las cosas, esto<br />

es, fijar sonidos que tuviesen una significación, y así, superando la imposibilidad de una<br />

comunicación directa de espíritu a espíritu, valióse de los sentidos como intermediarios<br />

para unirse con los otros. Pero vio que no podían oírse las palabras de los ausentes, y<br />

entonces inventó las letras, notando y distinguiendo todos los sonidos formados por él<br />

movimiento de la boca y de la lengua. Mas no se podía hablar ni escribir aún, en medio de<br />

la multitud inmensa de cosas que se extienden a lo infinito, sin ponerles un límite fijo.<br />

Advirtió, pues, la grande necesidad del cálculo y de la numeración. De ambas invenciones<br />

nació la profesión de los calígrafos y calculadores. Era como una infancia de la gramática;<br />

según dice Varrón, comprendía los elementos de la lectura, escritura y del cálculo. Su<br />

nombre griego no recuerdo en este momento.<br />

36. Y siguiendo adelante, la razón notó los diversos sonidos que constituyen nuestro<br />

lenguaje y dan lugar a nuestra escritura, y unos piden moderada abertura dé la boca para<br />

que se produzcan limpios y fáciles, sin esfuerzo de colisión; otros se emiten con diferentes<br />

compresiones de los labios para producir el sonido: las últimas, finalmente, deben reunirse<br />

a las primeras para su formación. Y así, según el orden en que se ha expuesto, las llamó<br />

vocales, semivocales y mudas. Después combinó las sílabas, y luego agrupó las palabras<br />

en ocho clases y formas, distinguiendo con pericia y sutileza sus movimientos, integridad y<br />

enlace. Y estudiando la armonía y medidas, aplicó su atención a las diversas cantidades de<br />

las palabras y sílabas; y advirtiendo que en la pronunciación de unas se requiere doble

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