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SAN AGUSTIN. OBRAS

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en uno y el mismo altar ofrecían sus víctimas, y, sin embargo, se distinguían, pero por las<br />

obras, no por los lugares; por el espíritu, no por el templo; por sus costumbres, no por sus<br />

altares. Así evitaban unos acercarse a los otros para no ser contaminados por ellos, es<br />

decir, no consentían en sus malas obras para no ser igualmente condenados. No<br />

desconocía un profeta de la categoría de Moisés a aquellos malos, cuyas impías<br />

murmuraciones y horrendas amarguras tenía que soportar cada día. Pero admitamos que<br />

éste los ignorase: ¿Acaso ignoraba también Samuel a Saúl, a quien por su boca le había<br />

condenado Dios con sentencia eterna? Sin embargo, veía a él y al santo David entrar en el<br />

único tabernáculo de Dios durante los mismos sacrificios, pero a buen seguro que los veía<br />

de muy diferente manera, ya que los veía bien diferentes, y amaba al uno para la<br />

eternidad y al otro lo toleraba temporalmente.<br />

De la misma manera conocía Ageo en un solo pueblo dos pueblos que entraban en un solo<br />

templo, que vivían bajo un mismo sacerdote, y señalaba a uno como inmundo y prohibía<br />

al otro acercarse a él, y, sin embargo, ni se separaba él mismo ni separaba a los demás<br />

del mismo templo y de los mismos altares. Luego lo que prohibía era la aproximación<br />

espiritual y el consentimiento a los hechos, como lo proclaman las mismas palabras, si hay<br />

oído que no cierre furiosos apasionamientos o el estrépito de vana emulación no lo impida.<br />

Dice, en efecto, el profeta: Todo el que se acerque a él se mancillará 35 . Señaló el vicio al<br />

que prohibió acercarse, no apartó a los hombres de los hombres con separación corporal.<br />

Y el acceso al vicio de la corrupción tiene lugar mediante el vicio del consentimiento.<br />

32. Alguien podría afirmar que el pueblo a quien se dijo: Ten ánimo, en medio de vosotros<br />

preside mi espíritu 36 , se había cambiado a peor en pocos días, de suerte que mereciera<br />

oír: Así es este pueblo, así esta nación: quien se le acerque quedará manchado 37 , pues se<br />

encuentran casi noventa días entre las palabras de alabanza dirigidas al pueblo estas otras<br />

en que se ordena evitar su inmundicia. Pues bien, para que nadie pudiera afirmar que<br />

aquel pueblo se había hecho tan malo en este pequeño intervalo de tiempo, mirad lo que<br />

sigue, atended a lo que se dice en este mismo día, o sea, en el vigésimo cuarto del mes<br />

noveno, en el que se dijo: Así es este pueblo, así esta nación: quien se le acerque quedará<br />

manchado 38 . Después de decir esto y conmemorar sus maldades, por las cuales se<br />

demostraba que eran inmundos, añadiendo aún y diciendo: Vosotros aborrecíais a los que<br />

reprobaban en las puertas, prosiguió inmediatamente: Y ahora aplicad vuestro corazón,<br />

desde este día en adelante: antes de poner piedra sobre piedra en el templo del Señor, ¿<br />

qué era de vosotros? Metíais en el cofre veinte medidas y no había más que diez; se venía<br />

a la cava para sacar cincuenta cántaros, y no había más que veinte. Yo os herí con la<br />

infecundidad, con añublo, con granizo en toda labor de vuestras manos, y ninguno de<br />

vosotros se volvió a mí, dice el Señor. Aplicad, pues, vuestro corazón, desde este día en<br />

adelante (desde el día veinticuatro del noveno mes, día en que se echaron los cimientos<br />

del Templo del Señor, aplicad vuestro corazón): ¿hay ahora grano en el granero? Pues si<br />

ni la vid ni la higuera ni el granado ni el olivo producían fruto, desde este día yo daré mi<br />

bendición 39 .<br />

He aquí que este mismo día merecieron ser bendecidos. Claro, pienso que esta bendición<br />

no se refiere a aquellos individuos a cuya inmundicia prohíbe que se acerquen, sino a<br />

aquellos buenos a quienes se intima la prohibición de acercarse. Estuvieron, pues, en un<br />

solo pueblo reunidos y separados, mezclados ciertamente con el contacto corporal y<br />

separados por el alejamiento de la voluntad. Pero la Escritura habla según su costumbre, y<br />

reprueba a los malos como si todos lo fueran en aquel pueblo, y consuela a los buenos<br />

como si allí fueran buenos todos.<br />

Vuestros obispos adujeron en favor nuestro la profecía de Ageo en aquel escrito que se<br />

dice escribieron después de la Conferencia y su derrota; con lo cual nos recordaban que<br />

quedaba probado con más evidencia lo que decimos, ya que si viven hombres en un<br />

mismo pueblo, en un mismo templo, bajo los mismos sacerdotes, participando de los<br />

mismos misterios, aunque con voluntad opuesta y discrepando por la diferencia de sus<br />

costumbres, ni una causa prejuzga a otra causa ni una persona a otra persona.<br />

Enseñanza de Pablo a los corintios<br />

XXI. 33. También nos citan ahora en sus escritos el texto de la carta del Apóstol: No os<br />

juntéis con los infieles. Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión<br />

entre la luz y las tinieblas? 40 , y lo demás, que hemos citado antes, demostrando cómo<br />

había que entenderlo rectamente. ¿Qué hace con esto sino recordarnos a quiénes escribió

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