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SAN AGUSTIN. OBRAS

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se encarnó; y el que era Dios, permanece Dios y se hace hombre, y este hombre nunca<br />

fue hombre antes de ser Hijo Unigénito de Dios, al unirse a la Palabra. Porque Cristo, para<br />

ser lo que es, no lo mereció por ninguna obra proveniente de su querer personal, sino,<br />

como con toda verdad dice San Ambrosio: "naciendo del Espíritu, se abstuvo de todo<br />

pecado" 217 . De otra suerte, vosotros os veríais obligados a decir que había muchos que se<br />

le asemejarían si lo hubiesen querido, y para que ese tal fuese sólo uno, esto dependía de<br />

los hombres que no quisieron ser tales.<br />

Ponderad qué impiedad sería afirmar esto, o, sin palabras, pensarlo en su interior. Y así<br />

como reconocéis la naturaleza del Unigénito en esta perícopa de San Juan: En el principio<br />

existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios; reconoced también<br />

la gracia por la que la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Llama a quienes le<br />

place, y al que quiere hace piadoso 218 , e hizo al hombre que él quiso sin ningún mérito<br />

anterior de su voluntad humana, para ser el Mediador entre Dios y los hombres.<br />

Dice Juliano lo que no dice Isaías<br />

139. Jul.- "El sentido de este pasaje se contiene en su entorno histórico. Dios dice a su<br />

pueblo: No os entregué a la cautividad por venganza, ni ahora, con olvido de la justicia os<br />

rescaté de la esclavitud de Babilonia. Inclinado a colmaros de mis favores, en cuanto de mí<br />

depende, mi justicia hizo os entregara a vuestros enemigos en castigo por vuestros<br />

delitos, y socorreros y libraros cuando os vi en tribulación. Como un agricultor<br />

experimentado no está siempre ocupado en la misma faena, para que el arado abra surcos<br />

en la tierra, sino que, de diversas maneras prepara sus tierras para la fertilidad, así<br />

discuto yo de diversos modos y con tribulaciones y consuelos preparo vuestra voluntad<br />

para que fructifiquéis en justicia.<br />

Finalmente, para que comprendáis cuánta equidad uso con vosotros, aunque por mi poder<br />

soy capaz de menospreciar vuestras murmuraciones y sellar vuestra boca con el sello del<br />

silencio, porque el vaso no puede decir a su modelador, ¿por qué me hiciste así?; sin<br />

embargo, os exhorto a preguntarme sobre mis hijos e hijas, es decir, sobre vosotros y las<br />

obras de mis manos, para que entendáis que todo lo hice con justicia y nada hice por<br />

crueldad".<br />

Ag.- Dices lo que tú quieres, no lo que dice Isaías. Él proclama la gracia, tú la niegas.<br />

Gracia, don gratuito del Mediador<br />

140. Jul.- "El profeta y el Apóstol toman como ejemplo un alfarero; pero sólo a título de<br />

comparación; pues no han querido decir que los hombres sean materia tan vil ante Dios<br />

como la arcilla en el horno y en la rueda de los alfareros. Después de este comentario<br />

quiero anotar que, según una reciente exposición del mismo texto, existe otra verdad.<br />

Lloved, cielos, rocío de lo alto; nubes, lloved al justo. Ábrase la tierra y germine el<br />

Salvador juntamente con la justicia. Yo, el Señor, lo he creado. ¡Ay del que pleitea con su<br />

Hacedor! Es vasija de tierra de Samos. Dice acaso el barro a su alfarero: ¿Qué bacas? ¿Tu<br />

obra no tiene manos? 219<br />

En sentido histórico, estas palabras designan al rey Ciro, pero en sentido profético<br />

pronuncian la encarnación del Salvador. Puesto que había de nacer de una virgen, quiere<br />

Isaías confundir la obstinación de los judíos y de todos los infieles y les reprocha el no<br />

conocer los signos claramente anunciados. Primero dice: Ábrase la tierra y germine el<br />

Salvador juntamente con la justicia. Luego sigue: Yo, el Señor, lo he creado".<br />

Ag.- Dime por qué obras mereció esto el hombre Cristo Jesús; y atrévete a graznar en<br />

virtud de qué justicia divina pudo él merecer este privilegio. Y si no te atreves a decirlo,<br />

reconoce que la gracia queda al margen de todo mérito; gracia que al hombre perdona sus<br />

pecados y establece, por el Espíritu Santo, la justicia en la naturaleza humana. Al hombre<br />

Cristo Jesús no le perdonó pecados, ni lo hizo ser bueno desde el principio, porque desde<br />

el principio fue siempre Hijo de Dios. Lo mismo que en el desierto los que eran mordidos<br />

por las serpientes eran exhortados a mirar, para no perecer, la serpiente levantada, como<br />

signo de vida, así a los que han sido envenenados por vuestras doctrinas les exhortamos a<br />

mirar a Cristo y que vean en la justicia del Mediador la gracia, independientemente de<br />

todo mérito, y por su medio rechacen la ponzoña de vuestra boca.

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