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SAN AGUSTIN. OBRAS

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cosas? Porque pudo pensar, al decir en el principio, en el comienzo mismo del obrar; pudo<br />

también querer que se entendiese en este lugar por cielo y tierra no alguna naturaleza ya<br />

formada y acabada, bien espiritual, bien corporal, sino una y otra comenzadas, pero<br />

todavía informes. Veo que pudo decir con verdad cualquiera de estas dos cosas; mas cuál<br />

de ellas tenía en la mente al decir estas palabras, no lo veo ya tan claro, aunque no dudo<br />

que aquel gran varón veía en su mente, cuando decía estas palabras, que percibía la<br />

verdad y que la expresaba aptamente, sea ésta alguno de los sentidos expuestos o sea<br />

otra cosa distinta.<br />

CAPITULO XXV<br />

34.Nadie ya me sea molesto diciéndome: "No intentó Moisés esto que tú dices, sino esto<br />

otro que yo digo." Porque si me dijese: "¿De dónde sabes tú que Moisés intentó decir esto<br />

que tú afirmas de sus palabras?", debería sobrellevarlo con buen ánimo y responderle tal<br />

vez lo que respondí más arriba, o un poco más largamente, si fuese duro de convencer.<br />

Pero cuando me dice: "No sintió aquél lo que tú dices, sino lo que yo digo, y, por otra<br />

parte, no niega que sea verdad lo que el uno y el otro decimos, ¡oh vida de los pobres,<br />

Dios mío, en cuyo seno no hay contradicción!, derrama sobre mi corazón una lluvia de<br />

calmantes a fin de que pueda tolerar a tales individuos, quienes no dicen esto porque sean<br />

adivinos y hayan visto en el corazón de tu siervo lo que dicen, sino porque son soberbios;<br />

ni es que conozcan el pensamiento de Moisés, sino que aman el suyo, no porque sea<br />

verdadero, sino porque es suyo. De otro modo amarían igualmente lo que es verdadero;<br />

como amo yo lo que dicen, cuando dicen verdad, no porque sea de ellos, sino porque es<br />

verdadero y, por tanto, no ya de ellos, puesto que es verdad. Pero si aman lo que dicen<br />

porque es verdadero, ciertamente es de ellos, aunque también mío, porque pertenece al<br />

común de todos los amantes de la verdad.<br />

Mas que ellos sostengan que Moisés no sintió lo que yo digo, sino lo que ellos dicen, no lo<br />

quiero ni lo amo; porque aunque así fuera, semejante temeridad no es hija de la ciencia,<br />

sino de la audacia; ni lo es de visión, sino de soberbia. Por eso, Señor, son terribles tus<br />

juicios, porque tu verdad no es mía ni de aquél o del de más allá, sino de todos nosotros,<br />

a cuya comunicación nos llama públicamente, advirtiéndonos terriblemente que no<br />

queramos poseerla privada, para no vernos de ella privados. Porque cualquiera que<br />

reclame para sí propio lo que tú propones para disfrute de todos, y quiera hacer suyo lo<br />

que es de todos, será repelido del bien común hacia lo que es suyo, esto es, de la verdad<br />

a la mentira. Porque el que habla mentira, de lo que es suyo habla 30 .<br />

35. Atiende, ¡oh Juez óptimo, Dios, la verdad misma!, presta atención a lo que voy a decir<br />

a este contradictor; atiende, sí, porque hablo delante de ti y de mis hermanos, que<br />

legítimamente usan de la ley, cuyo fin es la caridad; atiende y ve lo que digo, si es de tu<br />

agrado. Porque a este tal le respondo yo de este modo fraternal y pacífico: "Si los dos<br />

vemos que es verdad lo que dices, y asimismo vemos los dos que es verdad lo que yo<br />

digo, ¿en dónde, pregunto, lo vemos? No ciertamente tú en mí ni yo en ti, sino ambos en<br />

la misma inconmutable Verdad, que está sobre nuestras mentes".<br />

Pues si no disentimos acerca de la luz misma de nuestro Señor Dios, ¿por qué<br />

contendemos acerca del pensamiento del prójimo, el cual no podemos ver, como se ve la<br />

inconmutable Verdad; y tanto, que si el mismo Moisés se nos apareciese y dijera: "Esto<br />

fue lo que pensé", no lo viéramos aún así, sino que lo creeríamos? Así, pues, no se engría<br />

con motivo de lo que está escrito un hermano contra otro por favorecer a un tercero 31 .<br />

Amemos al Señor Dios nuestro de todo corazón, con toda el alma, con toda la mente, y al<br />

prójimo como a nosotros mismos 32 . Si no creemos que por estos dos preceptos de la<br />

caridad sintió Moisés cuanto sintió en aquellos libros, hacemos mentiroso al Señor<br />

opinando del alma de nuestro siervo otra cosa de lo que él enseñó.<br />

Ve, pues, cuán necio sea afirmar temerariamente, entre tanta multitud de sentencias<br />

verdaderas como pueden sacarse de aquellas palabras, cuál de ellas intentó<br />

concretamente Moisés y ofender con perniciosas disputas a la misma caridad, por amor de<br />

la cual dijo aquél todas las cosas cuyo sentido nos esforzamos por explicar.<br />

CAPITULO XXVI<br />

36. Y, sin embargo, ¡oh Dios mío, encumbramiento de mi humildad y descanso de mi

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