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SAN AGUSTIN. OBRAS

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no falta voluntad y que la virtud viene en su ayuda para impedir consienta en la<br />

concupiscencia de la carne, sujeta a la ley del pecado al sentir sus movimientos<br />

desordenados? Movimientos a los que el Apóstol no se doblegó para no ofrecer sus<br />

miembros, como armas de injusticia, al pecado; sin embargo, aun en contra de su querer,<br />

sentía su carne luchar contra su espíritu, y su espíritu luchar contra su carne; por eso, con<br />

toda la fuerza de la verdadera continencia clamaba: Yo mismo sirvo, según la mente, a la<br />

ley de Dios, pero en la carne, a la ley del pecado.<br />

Citas este pasaje del Apóstol: La ley es santa y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Lo<br />

que es bueno se habrá convertido en muerte para mí? En ningún modo; sino que el<br />

pecado, para aparecer como pecado, se sirvió del bien, para procurarme la muerte, para<br />

que el pecado ejerciese todo su poder pecaminoso por medio de un mandamiento. En este<br />

pasaje es fácil ver que habla el Apóstol de su vida pasada, cuando vivía bajo la ley, no<br />

bajo la gracia. Por eso, siempre usa el verbo en pretérito: No conoció el pecado sino por la<br />

ley; y: Desconocía la concupiscencia; y: Viví algún tiempo sin ley; es decir, cuando no<br />

tenía uso de razón; y: El pecado, tomando ocasión del precepto, revivió y yo morí; y:<br />

Hallé que el mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; con ocasión<br />

del precepto, el pecado me sedujo, y me mató por él; y el pecado me dio la muerte por<br />

una cosa que es buena.<br />

Es evidente que todas estas expresiones señalan el tiempo en que el Apóstol vivía bajo la<br />

ley y cuando, sin el auxilio de la gracia, era vencido por las apetencias de la carne. Pero<br />

cuando dice: La ley es espiritual, yo soy carnal, indica ya que se trabó combate. No dice<br />

"fui" o "era", sino soy carnal. Y con más claridad distingue los tiempos cuando dice: Ahora<br />

no soy yo el que obra, sino el pecado que habita en mí. Porque entonces ya no era él autor<br />

de los malos movimientos y deseos que sentía, a los que no daba su consentimiento para<br />

cometer pecados. Con el nombre de pecado que habita en él, entiende la concupiscencia,<br />

porque es hija del pecado, y, si obtiene el consentimiento, empreña y pare el pecado.<br />

Siguen otros versículos hasta llegar a éste, que dice: Yo mismo, según la mente, sirvo a la<br />

ley de Dios; pero, según la carne, a la ley del pecado 89 ; lenguaje de un hombre que está<br />

ya bajo la ley de la gracia y lucha aun contra la concupiscencia para no dar su<br />

consentimiento y pecar, y resiste las codicias del pecado cuando siente sus acometidas.<br />

74. Ninguno de nosotros inculpa la sustancia del cuerpo; nadie acusa la naturaleza de la<br />

carne. Justificas en vano lo que nosotros no culpamos. Con todo, los malos deseos, que no<br />

consentimos si llevamos una vida santa, decimos que sí se deben castigar, embridar,<br />

resistir y vencer; sin embargo, están en nosotros y no nos son extraños; no, como<br />

sostiene la vanidad maniquea, que existan fuera de nosotros, sino, como enseña la verdad<br />

católica, curados, dejan de existir.<br />

Comenta Juliano el capítulo 5 de la carta a los Romanos<br />

XXIV. 75. Con asombrosa impudencia, mejor locura, contra la fe muy sólidamente<br />

establecida, interpretas esta perícopa del Apóstol: Por un hombre entró el pecado en el<br />

mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó por todos los hombres, en el que todos<br />

pecaron 90 . En vano tratas de dar a estas palabras un sentido nuevo, retorcido, alejado de<br />

la verdad, cuando afirmas que la expresión en el que todos pecaron tiene este sentido:<br />

Porque todos pecaron; como cuando dice el profeta: ¿En qué rectificará el joven su<br />

camino? 91 Es decir, que no todos los hombres pecaron originariamente en un solo hombre<br />

de modo que toda la masa del género humano se encuentra comprendida en el pecado de<br />

uno solo, sino que, a consecuencia del pecado del primer hombre, todos los demás se<br />

hacen pecadores cuando le imitan y no cuando son engendrados.<br />

Este tu sentir no se adapta a la expresión del Apóstol, pues dice en el que y no porque (in<br />

quo, no propter quod).<br />

Cada uno peca porque se propone pecar, o de cualquier otra manera es causa de pecado.<br />

¿Quién hay tan ayuno de sentido común y absurdo que diga: "Este hombre cometió<br />

homicidio porque Adán en el paraíso comió del fruto del árbol prohibido?" Cuando nuestro<br />

hombre cometió un homicidio, para nada pensó en Adán, sino en robarle el oro que<br />

llevaba en su bolsa. Y otro tanto se diga de los demás pecados que cada uno comete por<br />

propia voluntad. Cierto que no se cometen sin causa; pero nadie al cometerlos piensa en<br />

el pecado del primer hombre culpable ni se propone imitarlo. En consecuencia, no se

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