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SAN AGUSTIN. OBRAS

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fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes, añadió al instante: Porque muchos son<br />

llamados, mas pocos los escogidos 27 .<br />

¿Cómo es verdad esto, habiendo sido uno solo de entre muchos arrojado a las tinieblas<br />

exteriores, sino porque en aquél sólo estaba figurado el gran cuerpo de todos los malos<br />

mezclados en el banquete del Señor antes del juicio divino? De ellos se separan mientras<br />

tanto los buenos por su corazón y sus costumbres, comiendo y bebiendo junto con ellos el<br />

Cuerpo y la Sangre del Señor, pero con una gran diferencia; éstos, en honor del Esposo,<br />

llevan vestido especial, no buscando sus intereses, sino los de Cristo, mientras aquéllos no<br />

tienen vestido especial, el amor enteramente fiel al Esposo, y buscan sus intereses, no los<br />

de Jesucristo. Así, aunque están en el mismo banquete, los unos comen la misericordia,<br />

los otros el juicio, ya que es un cántico del mismo banquete lo que cité antes: Quiero<br />

cantar tu piedad y tu justicia 28 .<br />

28. Sin embargo, no por eso se va a dormir la disciplina de la Iglesia y dejar de corregir a<br />

los turbulentos. No separamos del pueblo de Dios a los que mediante la degradación y la<br />

excomunión relegamos al lugar inferior de los penitentes. Y cuando mirando a la paz y<br />

tranquilidad de la Iglesia no podemos hacer esto, no despreciamos por ello la disciplina de<br />

la Iglesia, sino que toleramos lo que no queremos para llegar adonde queremos, y así nos<br />

precavemos como nos mandó el Señor para no arrancar el trigo al querer recoger la cizaña<br />

antes de tiempo; así seguimos también el ejemplo y el mandato del bienaventurado<br />

Cipriano, que soportó con vistas a la paz a semejantes colegas suyos, usureros,<br />

tramposos, salteadores, y no se hizo semejante a ellos con su contagio.<br />

Nosotros, si somos trigo, tenemos que repetir con toda confianza las palabras de este<br />

bienaventurado mártir: "Aunque parece que hay cizaña en la iglesia, no debe ser obstáculo<br />

a nuestra fe y nuestra caridad, de suerte que, por ver que hay cizaña en la Iglesia, nos<br />

apartemos nosotros de ella". Estas palabras las repetirían con toda justicia y piedad<br />

nuestros antepasados, aunque tuvieran por malos a Ceciliano y algunos obispos suyos, a<br />

quienes, sin embargo, no podían separar de la Iglesia precisamente por aquellos ante<br />

quienes no se podía demostrar esa malicia y que los tenían por inocentes. Estas palabras,<br />

ni más ni menos, dirían, éstos serían sus sentimientos, para no arrancar a la vez el trigo al<br />

tratar de separar irreflexivamente la cizaña.<br />

29. Cierto profeta recibió la orden de no comer ni beber agua en Samaría, adonde había<br />

sido enviado para corregir a los que habían señalado las vacas que habían de ser adoradas<br />

según el rito de los ídolos de los egipcios; él debió cumplir sin falta esto porque lo había<br />

mandado el Señor, que tuvo entonces a bien corregirlos de este modo, absteniéndose el<br />

profeta, a quien había enviado, de tocar allí alimento alguno. Ni más ni menos lo que<br />

sucede a diario en la Iglesia, cuando al encontrarnos en la casa de algunos a quienes<br />

queremos corregir duramente, no tomamos alimento alguno con ellos, a fin de que se den<br />

cuenta de cómo nos duelen sus pecados. ¿Se debe acaso llevar a cabo también una<br />

escisión del pueblo hasta el punto de que como hierba suave sean arrancados<br />

indiscriminadamente los débiles, que no pueden juzgar sobre los corazones de los<br />

hombres y sus hechos que no conocen aunque nos sean conocidos a nosotros? En la<br />

misma Samaria estaban Elías y Eliseo, aunque vivían en la soledad, no precisamente por<br />

evitar la participación en los misterios, sino porque sufrían persecución de parte de los<br />

reyes impíos. Pues allí había, no ciertamente separados de los demás, ignorados por el<br />

mismo Elías, siete mil varones que no doblaron sus rodillas ante Baal. Finalmente, entre<br />

los principales fue tenido como santo Samuel, que reprendió severamente a Saúl, y, sin<br />

embargo, partió sin excusa a ofrecer con él el sacrificio al Señor, sin que le contaminaran<br />

sus pecados, antes permaneció plenamente limpio conservando sus propios méritos.<br />

30. Pero, aunque esta cuestión ha quedado evidentemente resuelta en la Conferencia y<br />

ahora mismo, que nos la resuelva con mayor evidencia Ageo, cuyo testimonio leyeron con<br />

preferencia a los demás, hasta el punto de presentarlo aun como síntesis de todos.<br />

Censura el Señor por el profeta Ageo al pueblo que había regresado de Babilonia, donde<br />

estaba como cautivo, porque descuidaban la casa del Señor y cuidaban con esmero las<br />

suyas, y dice que por ello había herido su región con la plaga de la esterilidad. Entonces<br />

Zorobabel, hijo de Salatiel, y Jesús, hijo de Josedec, gran Sacerdote, y todo aquel pueblo<br />

inspirado por Dios, comenzaron a trabajar en la casa del Señor su Dios. Así lo dice la<br />

misma Escritura: Y despertó el Señor el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, de la tribu<br />

de Judá; el espíritu de Jesús, hijo de Josedec, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el<br />

resto del pueblo. Y vinieron y emprendieron la obra en la casa del Señor todopoderoso su

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