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SAN AGUSTIN. OBRAS

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perdonador, cuando consta con toda claridad cómo llegó a decir estas palabras? Tenemos<br />

su verbo resonando aún en nuestro oído: veamos si se declara miserable por lo que<br />

voluntariamente hizo o por lo que hizo sin querer. Clama un hombre: No hago lo que<br />

quiero, sino que hago lo que aborrezco. Grita: No soy yo quien obra, sino el pecado que<br />

habita en mí. Sé, pues, que no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien: el quererlo<br />

está en mí, pero no el realizarlo; no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. No<br />

dice: Actué, sino actúo; no dice: obré, sino obro; no dice: hice, sino hago; ni lo que<br />

quiero, sino lo que no quiero. Finalmente, el hombre interior que mora en él se adelicia en<br />

la Ley de Dios; pero ve otra ley en sus miembros que lucha contra la ley de su espíritu, y<br />

esta ley le impulsa a realizar, no el bien que quiere, sino el mal que no quiere. Por esta<br />

causa exclama: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 79 Es como<br />

decir: ¿Quién me librará de la culpa de los pecados que he cometido? Dice el Apóstol:<br />

Hago el mal que no quiero. Tú dices: "Que cometí". ¿Tan menguada opinión tienes de los<br />

que esto lean, para imaginar que no prefieran escuchar al Apóstol antes que a ti, y creerle<br />

a él y no a ti?<br />

Permite al hombre implorar la gracia de Dios y no sólo para que le absuelva de sus<br />

pecados, sino incluso para que le ayude y no peque. Esto es lo que dice el texto. Quien<br />

dice: Hago el mal que no quiero, no necesita decir: Perdónanos nuestras deudas; sino: No<br />

nos dejes caer en tentación 80 . Cada uno, dice el apóstol Santiago, es tentado por su<br />

propia concupiscencia, que lo atrae y seduce 81 . Este es el mal del que dice Pablo: Sé que<br />

no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien. Este mal está enraizado en este cuerpo de<br />

muerte. Mal que no existía en el paraíso antes del pecado, porque aún no era esta carne<br />

cuerpo de muerte, a la que al fin de los tiempos le dirá: ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?<br />

Y se le dirá: Cuando este cuerpo corruptible se vista de incorruptibilidad, y este cuerpo<br />

mortal se vista de inmortalidad. Pero ahora es cuerpo de muerte; lo dice el mismo<br />

Apóstol: El cuerpo está muerto por el pecado 82 .<br />

Escucha a los intérpretes católicos del Apóstol; acepta, no mis palabras, sino las de<br />

aquellos en cuya compañía recibo tus injurias: escucha, no a Pelagio, sino al obispo<br />

Ambrosio "La carne de Pablo, dice, era cuerpo de muerte, como él mismo dice: Quién me<br />

librará de este cuerpo de muerte" 83 . Escucha a Gregorio (Nacianceno), no a Celestio:<br />

"Dentro de nosotros somos combatidos por nuestras pasiones y nuestros vicios, día y<br />

noche somos atormentados por el aguijón de fuego de este cuerpo de muerte, ora de una<br />

manera solapada, ora abiertamente, zarandeados por todas partes y excitados por el<br />

encanto de cosas visibles; por el lodo de la impureza al que nos adherimos y que exhala<br />

efluvios de hediondez por sus hinchadas venas, y por la ley del pecado que está en<br />

nuestros miembros y combate contra la ley del espíritu" 84 .<br />

A estas lumbreras de la ciudad celeste insultas cuando escribes: "Este cuerpo de muerte<br />

no es la carne, sino el pecado". Y pretendes que no hable el Apóstol en este lugar de la<br />

muerte de nuestro cuerpo, que tú afirmas ser consecuencia de nuestra naturaleza, que nos<br />

es con los animales común. Admite lo que Pelagio fingió condenar en un sínodo de<br />

Palestina, a saber, que Adán fue creado mortal y, pecase o no pecase, debía morir. Al<br />

enfrentarte con estos ilustres personajes y con todos los que con ellos defienden la fe<br />

verdadera, te ves forzado a introducir en el paraíso, incluso en la hipótesis en que nadie<br />

hubiere pecado, el dolor de las parturientas, el llanto de los recién nacidos, el gemido de<br />

los enfermos, los funerales por los muertos, la tristeza de los que sollozan. No es de<br />

admirar te encuentres fuera de este paraíso que es la Iglesia. Imaginas un edén del que<br />

fueron expulsados los que nos trajeron, por su pecado, todas estas miserias, no digo como<br />

ningún cristiano, pero ni hombre alguno puede imaginar si no está falto de juicio.<br />

Creación de Adán<br />

68. Jul.-"En mi obra primera se discute todo esto más extensamente. No dices con<br />

claridad a qué muerte te refieres cuando afirmas que este cuerpo de muerte no existió en<br />

el Edén antes del pecado; porque, en los libros dedicados a Marcelino, afirmas que Adán<br />

fue creado mortal. Al añadir que la enfermedad es siembra del matrimonio, se te puede oír<br />

con cierta benevolencia si únicamente te refieres a tus padres. Quizás hayas conocido<br />

alguna oculta enfermedad de tu madre, a quien llamas, para servirme de una expresión<br />

del libro de tus Confesiones, borrachina. Por lo demás, en el matrimonio de los santos y de<br />

todos los hombres honestos no existe enfermedad. Cierto que el Apóstol concede la<br />

enfermedad como remedio cuando quiere preservar a los hombres de la Iglesia de la<br />

dolencia de la fornicación por la santidad del matrimonio. Este es el claro sentido en el

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