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SAN AGUSTIN. OBRAS

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claridad cuando dices que el hombre malvado es abandonado a sí mismo para que sea su<br />

propio tormento, siendo jueces Dios y el propio albedrío. No hay, pues, contradicción en<br />

que el hombre sea causa de su tormento y Dios el vengador del crimen.<br />

37. Abusas de la inteligencia de los tarados. No quiero decir que no entiendas o no sepas<br />

distinguir cosas tan opuestas como son "voluntad" y "voluptuosidad" y que por ceguera o<br />

cálculo tortuoso las confundas; y así como a los duros de oído los dos vocablos suenan lo<br />

mismo, confíes en convencer a los duros de corazón que significan lo mismo. He aquí por<br />

qué crees o quieres hacer creer a otros que mis sentencias se contradicen, como si<br />

reprobara lo que antes aprobé o abrazara ahora lo que antes rechacé. Escucha. Esta es mi<br />

sentencia clara y definitiva: entiende o deja entender a otros, sin correr las espesas<br />

cortinas de tus nebulosos discursos sobre la transparencia auténtica de la verdad. Es<br />

bueno usar bien de los males y honesto usar bien de lo deshonesto. Por esta razón, si el<br />

Apóstol 67 llama a ciertos miembros deshonestos, no es porque a esta obra de Dios le falte<br />

belleza, sino por la fealdad de la concupiscencia. Y los hombres castos no tienen necesidad<br />

de cometer estupros cuando resisten a la torpe concupiscencia, que les empuja a<br />

deshonestas acciones, sin la cual los esposos no pueden honestamente engendrar hijos.<br />

En los cónyuges existe pues, voluntad, al querer tener descendencia, y necesidad, al tener<br />

que usar de la concupiscencia. Y así, una cosa deshonesta es causa de una honesta; es<br />

decir, de la generación de los hijos y con esta intención la castidad conyugal tolera la<br />

concupiscencia que no ama.<br />

38. Citas con agrado textos de autores profanos que te parecen favorables a tu causa.<br />

Medita, pues, con sincero corazón lo que de Catón canta un poeta 68 :<br />

"Padre y marido para la ciudad,<br />

rinde culto a la justicia, rígido guardián de la honestidad.<br />

Bueno con todos, en ninguna acción de Catón<br />

se deslizó la voluptuosidad".<br />

Qué clase de hombre fuera Catón y si existía en él virtud y honestidad verdaderas, es otra<br />

cuestión. Con todo, cualquier fin que se haya propuesto en el cumplimiento de su deber,<br />

una cosa es cierta, y es que no engendró hijos sin placer de la carne. Sin embargo, la<br />

voluptuosidad jamás tomó parte en los actos de Catón, porque nunca hizo por placer lo<br />

que no podía hacerse sin agrado, y, aunque no conoció a Dios, sabía poseer su vaso sin el<br />

virus de esta pasión. Y tú no quieres comprender lo que dice el Apóstol: Que cada uno de<br />

vosotros sepa poseer su vaso no dominado por el mal de la concupiscencia, como hacen<br />

los gentiles, que no conocen a Dios.<br />

39. Muy en su punto la distinción que haces entre el bien menor del matrimonio y la<br />

continencia, que es un bien más noble; pero no abandonas tu dogma, enemigo en grado<br />

sumo de la gracia. Afirmas que "el Señor honra la belleza de la continencia, fruto de libre<br />

elección, cuando dijo: El que pueda entender, que entienda. Como si esto se entendiese<br />

no por el don de Dios, sino por la libre elección. Y te callas lo que ha dicho antes: No todos<br />

entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes es concedido 69 . Piensa lo que callas y lo<br />

que dices. Pero lo que impide en ti un temor saludable es el pudor de no saber cómo<br />

defender una opinión que has precipitadamente abrazado. Condenas los excesos de la<br />

concupiscencia, pero no dejas de alabarla. Ni atiendes, ni sientes, ni comprendes que es<br />

un mal que es necesario combatir con la continencia para que no rebase los límites de la<br />

necesidad.<br />

40. Nos amonesta el Apóstol, y dice: Cada uno posea su vaso no dominado por el mal de<br />

la concupiscencia, y tú no quieres se entienda del matrimonio, sino de la fornicación; y<br />

suprimes así, en la unión marital, la honestidad de la templanza de suerte que nadie se<br />

crea obligado a "poseer su vaso sin obedecer al mal de la concupiscencia", cualquiera que<br />

sea la brutalidad lujuriosa en el acto sexual con su propia mujer. Porque, si juzgas que no<br />

es necesario observar cierta moderación en el trato conyugal, pudieras, al menos,<br />

reprender el exceso que el Apóstol designa con el nombre de enfermedad de la<br />

concupiscencia, y no obstinarte en negar que el Apóstol haya querido hablar de la mujer<br />

cuando recomienda a cada uno poseer su vaso, no dominado por la pasión. Del mismo<br />

vocablo se sirve Pedro, el apóstol, cuando, al hablar de la mujer, dice: Maridos, dad honor<br />

a la mujer, como a vaso más frágil, como a coherederos de la gracia. Y añade: Mirad no<br />

encuentren obstáculo vuestras oraciones 70 . Y en este sentido, su colega en el apostolado<br />

prescribe tiempos de moderación conyugal para vacar a la oración. Y les permite, pura

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