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SAN AGUSTIN. OBRAS

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por tus hechos conocidos, no temes perecer a consecuencia de los ajenos desconocidos?<br />

La cizaña, visible en la Iglesia<br />

V. 5. ¿Qué es lo que puedo desearte para ti, sino que lleguemos a encontrarte a fin de que<br />

no te agrade perecer? Pues ¿qué esperanza nos queda a nosotros que estamos de acuerdo<br />

con Cristo el Señor, con los Profetas, los Apóstoles y el santo Cipriano, en que hay que<br />

soportar por el vínculo de la unidad aun a los malos conocidos, si no podemos corregirlos<br />

ni castigarlos? O ¿qué esperanza os queda a vosotros que aprobáis la separación corporal<br />

de los malos antes de la cosecha, de la bielda y de la orilla? Suponiendo que fuera<br />

verdadera tu opinión de que "cualquiera perece por los pecados que comete y por los<br />

ajenos, aunque ignore que se han cometido". Si esto es así, sin duda vuestros<br />

antepasados, que se separaron, como pensáis, de los malos conocidos, perecieron por los<br />

que desconocían.<br />

Con palabra mucho más veraz responde el venerable Cipriano no sólo a ti, que, al decir<br />

que el hombre perece por los pecados ajenos, ya los conozca, ya los ignore, no soportas<br />

sin duda que nadie quede inocente, sino también al mismo Emérito, que con una opinión<br />

mucho más aceptable, aprisiona en la comunión de los sacramentos a los hombres sólo<br />

por los pecados ajenos que conoce, los libera, en cambio, de los que desconoce; y su<br />

respuesta es que, no obstante crecer juntos, el trigo no perece a causa de la cizaña, no la<br />

que está fuera, sino la que está dentro de la Iglesia, no sólo la oculta e ignorada, sino la<br />

bien conocida y manifiesta.<br />

Pienso que está ciego no sólo en la carne, sino en la misma mente, quien se esfuerza por<br />

defender que está oculto lo que se ve bien. Mas cuando aquel bienaventurado exhorta a no<br />

separarse de la Iglesia ni aun por la cizaña que hay en ella, no lo hace precisamente por la<br />

que está oculta, sino más bien por la que se ve. Ella es, en efecto, la que puede perturbar<br />

a los que la ven, si la sabiduría no los hace pacientes. Porque ¿cómo aprenderíamos<br />

nosotros que no debemos apartarnos a causa de la cizaña oculta si no sabemos siquiera<br />

que existe? "Aunque se ve -dice- la cizaña que hay en la Iglesia". "Se ve", dice, no "se<br />

cree por una sospecha". Y para que nadie crea que se dijo "parece que existe", como si no<br />

existiera, sino que sólo lo parecía, pone en claro en las palabras que siguen lo que ha<br />

dicho: "Sin embargo, no debe impedir ni nuestra fe ni nuestra caridad, de modo que,<br />

como vemos que existe cizaña en la Iglesia, nos separemos de ella". No dice:<br />

"Sospechamos, juzgamos, creemos, opinamos", sino "vemos". Así no creían que existiese<br />

oculta la cizaña, sino que la veían manifiesta aquellos que dijeron al padre de familias: ¿<br />

Quieres que vayamos y la arranquemos?, refiriéndose a aquella de la que había dicho:<br />

Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña. Él les respondió: No, no<br />

sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo, y: Dejad que ambos<br />

crezcan hasta la siega 13 .<br />

Sin embargo, tú dices -en lo cual ¿qué haces sino contradecir al Señor?- que sólo la cizaña<br />

creció por el mundo, y que en casi todo el mundo disminuyó y pereció el trigo,<br />

precisamente cuando la Iglesia en su crecimiento no ha llegado aún a algunos pueblos.<br />

Ahora bien, es preciso que se predique el Evangelio en todo el mundo, y que entonces<br />

venga el fin. Sin ambigüedad alguna anunció el Señor qué había de suceder 14 .<br />

El escaso número de los buenos ya lo anunció Cristo<br />

VI. 6. Ves que, según el testimonio de Cipriano, la Iglesia se llama Católica de la palabra<br />

"todo", y que no está sin malos descubiertos, por los cuales, sin embargo, manifiesta que<br />

no hay que abandonarla. En ella hay buenos, muchos en sí mismos, pero pocos sin duda si<br />

se comparan con la cizaña o la paja. No fuera, sino en ella tiene lugar lo que el mismo<br />

Señor dice: Porque abundó la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos 15 . Y allí se<br />

encuentra también el pueblo extendido por todas partes, al cual se dice: El que persevere<br />

hasta el fin, ése se salvará 16 . Son rarísimos en absoluto los que tienen la fe como un<br />

grano de mostaza, capaz de trasladar los montes. De esta fe decía el Señor: Crees que<br />

vendrá el Hijo del hombre, pero ¿encontrará fe en la tierra? 17 , no de la apostasía del orbe<br />

entero, como lo entiendes tú al revés.<br />

No deberían reconocer el bautismo dado por Feliciano<br />

VII. 7. Además, respecto al bautismo que piensas que no existe sino en la Iglesia, nos

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