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SAN AGUSTIN. OBRAS

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universal de todos los mortales.<br />

Por ello, pues, de lo que dice la Escritura: «Que conoció Caín a su<br />

mujer, concibió y dio a luz a Enoch, y edificó una<br />

ciudad, y llamóla con el nombre de su hijo Enoch», no se sigue que<br />

hemos de creer que éste fue el primer hijo que engendró,<br />

porque no hemos de pensar así porque dice que conoció a su mujer,<br />

como si entonces se hubiese juntado la primera vez con<br />

ella, pues aun del mismo Adán, padre universal del humano linaje, no<br />

sólo se dijo esto mismo después de concebido Caín, que<br />

parece fue su primogénito, sino también más adelante dice la Sagrada<br />

Escritura: «Conoció Adán a Eva su mujer, y concibió y<br />

dio a luz un hijo, al cual llamó Seth»; de donde se infiere que<br />

acostumbra a hablar así la Escritura, aunque no siempre, cuando<br />

se lee en ella que fueron concebidos algunos hombres y no<br />

precisamente cuando por primera vez se conocieron el varón y la<br />

mujer.<br />

Ni tampoco es argumento necesario para que opinemos que Enoch fuese<br />

primogénito de su padre porqué llamó a la<br />

ciudad con su nombre, pues no sería fuera de propósito que, por<br />

alguna causa, teniendo también otros hijos, le amase su padre<br />

más que a los otros, como tampoco Judas fue primogénito de quien tomó<br />

nombre Judea y los judíos sus moradores. Y aunque el<br />

fundador de aquella ciudad tuviese este hijo, el primero de todos, no<br />

por eso debemos pensar que puso su nombre a la ciudad<br />

que fundó cuando nació, supuesto que tampoco uno solo pudo entonces<br />

fundar aquella ciudad (que no es otra cosa que una<br />

multitud de hombres unida entre sí con cierto vínculo de sociedad),<br />

sino que, creciendo la familia de aquel hombre en tanto<br />

número que tuviese ya cantidad considerable de vecinos, pudo entonces<br />

efectivamente suceder que fundase una ciudad, y que<br />

a la fundada le pusiese el nombre de su primogénito; porque era tan<br />

larga la vida de aquellos hombres, que de los que allí se<br />

refieren, cuyos años no se omiten, el que menos vivió antes del<br />

Diluvio llegó a setecientos cincuenta y tres años, porque muchos<br />

pasaron de novecientos, aunque ninguno llegó a mil. ¿Quién hay que<br />

pueda dudar que en vida de un hombre se pudo<br />

multiplicar tanto el linaje humano que no hubiese gente con que se<br />

fundase, no una, sino muchas ciudades?<br />

Lo cual podemos conjeturar fácilmente, puesto que de sólo Abraham, en<br />

poco más de cuatrocientos años, creció tanto el<br />

número de la nación hebrea, que cuando salió aquel pueblo de Egipto<br />

se refiere que hube seiscientos mil hombres jóvenes que<br />

podían tomar las armas, sin contar la gente de los idumeos, que no<br />

pertenece al pueblo de Israel, la que engendró su hermano<br />

Esaú, nieto de Abraham, y otras naciones que descendieron del linaje<br />

del mismo Abraham y no por vía de su mujer Sara.<br />

CAPITULO IX<br />

De la vida larga que tuvieron los hombres antes del Diluvio, y cómo<br />

era mayor la estatura de los cuerpos humanos<br />

Todo el que prudentemente considerare las cosas, comprenderá que Caín<br />

no sólo pudo fundar una ciudad, sino que la<br />

pudo también fundar muy grande en tiempo que duraba tanto la vida de<br />

los hombres, aunque alguno, de los incrédulos e infieles<br />

quiera disputar acerca del dilatado número de años que, según<br />

nuestros autores, vivieron entonces los hombres, y diga que a<br />

esto no debe darse crédito.<br />

Porque tampoco creen que fue mucho mayor en aquella época la estatura<br />

de los cuerpos de lo que son ahora, y, sin<br />

embargo, su nobilísimo poeta Virgilio, hablando de una grandísima<br />

peña que estaba fija por mojón o señal de término en el<br />

campo, la cual en una batalla un valeroso varón de aquellos tiempos<br />

arrebató, corrió con ella y, la arrojó, dice que «doce hom-

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