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SAN AGUSTIN. OBRAS

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acaecimientos; aunque la ruina del Imperio romano más ha sido<br />

aflicción que mudanza, la que le acaeció igualmente en otros<br />

tiempos muy anteriores a la promulgación del nombre de Jesucristo y<br />

de su ley evangélica, reponiéndose al fin de aquella aflicción; y por<br />

eso no debemos desconfiar en esta época, porque en esto,<br />

¿quién sabe la voluntad de Dios?<br />

CAPITULO VIII<br />

Qué dioses piensan los romanos que les han acrecentado y conservado<br />

su imperio, habiéndoles parecido que apenas se podía encomendar a<br />

estos dioses, y cada uno de por si, el amparo de una<br />

sola cosa<br />

Parece muy a propósito veamos ahora entre la turba de dioses que<br />

adoraban los romanos cuáles creen ellos fueron los que acrecentaron o<br />

conservaron aquel Imperio. ¿Por qué en empresa tan<br />

famosa y de tan alta dignidad no se atreven a conceder alguna parte<br />

de gloria a la diosa Cloacina, o la Volupia, llamada así de<br />

coluptale, que es el deleite, o la Libentina, denominada así de<br />

libidini,<br />

que es el apetito torpe, o al Vaticano, que preside a los llantos de<br />

las criaturas, o la Cunina, que cuida sus cunas? ¿Y cómo pudiéramos<br />

acabar de referir en un solo lugar de este libro todos los nombres<br />

de los dioses o diosas, que apenas caben en abultados volúmenes,<br />

dando a cada dios un oficio propio y peculiar para cada ministerio?<br />

No se contentaron, pues, con encomendar el cuidado del<br />

campo a un dios particular, sino que encargaron la labranza rural a<br />

Rusina, las cumbres de los montes al dios Jugatino, los collados a la<br />

diosa Colatina, los valles a Valona. Ni tampoco pudieron hallar<br />

una Segecia, tal que de una vez se encargase y cuidase de las mieses,<br />

sino que las mieses sembradas, en tanto que estaban debajo de la<br />

tierra, quisieron que las tuviese a su cargo la diosa Seya; y<br />

cuando habían ya salido de la tierra y criado caña y espiga, la diosa<br />

Segecia; y el grano ya cogido y encerrado en las trojes para que se<br />

guardase seguramente, la diosa Tutilina; para lo cual no<br />

parecía bastante la Segecia, mientras la mies llegaba desde que<br />

comenzaba a verdeguear hasta las secas aristas. Y, con todo eso, no<br />

bastó a los hombres amantes de los dioses este desengaño<br />

para evitar que la miserable alma no se sujetase torpemente a la<br />

turba de los demonios, huyendo los castos abrazos de un solo Dios<br />

verdadero. Encomendaron, pues, a Proserpina los granos que<br />

brotan y nacen; al dios Noduto los nudos y articulaciones de las<br />

cañas; a la diosa Volutina los capullos y envoltorios de las espigas,<br />

y a la diosa Patelena, cuando se abren estos capullos para que<br />

salga la espiga; a la diosa Hostilina, cuando las mieses se igualan<br />

con nuevas aristas, porque los antiguos, al igualar, dijeron hostire;<br />

a la diosa Flora, cuando las mieses florecen; a Lacturcia, cuando<br />

están en leche; a la diosa Matura, cuando maduran; a la diosa<br />

Runcina, cuándo los arrancan de la tierra; y no lo refiero todo,<br />

porque me ruborizo de lo que ellos no se avergüenzan. Esto he dicho<br />

precisamente para que se entienda que de ningún modo se atreverán a<br />

decir que, estos dioses fundaron, acrecentaron y conservaron el<br />

Imperio romano; pues en tal conformidad daban a cada uno<br />

su oficio, pues a ninguno encargaban todos en general. ¿Cuándo<br />

Segecia había de cuidar del Imperio, si no era lícito cuidar a un<br />

mismo tiempo de las mieses y de los árboles? ¿Cuándo había de<br />

cuidar de las armas Cunina, si su poder no se extendía más que a<br />

velar sobre las cunas de los niños? ¿Cuándo Noduto les había de<br />

ayudar en la guerra, si su poder ni siquiera se extendía al<br />

cuidado del capullo de la espiga, sino tan sólo a los nudos de la<br />

caña? Cada uno pone en su casa un portero, y porque es hombre, es,<br />

sin duda, bastante. Estos pusieron tres dioses: Fórculo, para<br />

las puertas; Cardea, para los quicios; Limentino, para los umbrales.<br />

¿Acaso era imposible que Fórculo pudiese cuidar juntamente de las<br />

puertas, quicios y umbrales?

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