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SAN AGUSTIN. OBRAS

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En cambio, ellos, ¿han sufrido algo semejante bajo tantas y tan severas leyes, y bajo tan<br />

grandes poderes como el Señor ha otorgado a la Iglesia católica? Si alguna vez son<br />

castigados con la muerte, es o porque se la dan ellos, o porque mueren cuando se hace<br />

frente a su cruel violencia; no precisamente por la comunión del partido de Donato ni por<br />

el error de un cisma sacrílego, sino por sus clarísimas atrocidades y crímenes, llevados a<br />

cabo según la costumbre de los bandidos con inhumano furor y crueldad. Por pertenecer al<br />

partido de Donato apenas si soportan alguna pequeñez, como la que dijeron había<br />

soportado Ceciliano a consecuencia de la acusación de Donato.<br />

23. En conclusión, o no es injusta cualquier persecución, o no se la debe llamar<br />

persecución si es justa. Y así, o el partido de Donato soporta una persecución justa, o no<br />

soporta persecución, ya que sufre justamente. No sufrió, sin embargo, justamente<br />

Ceciliano, ya que fue declarado inocente y absuelto. Esto, ciertamente, lo negaron ellos;<br />

es más, dijeron que había sido condenado por el emperador, y por eso aseguraron que sus<br />

antepasados y sobre todo Donato, tan encarecidamente alabado por ellos, habían<br />

suscitado la persecución contra Ceciliano, aunque no pudieron en modo alguno demostrar<br />

que fue convicto y condenado; incluso más -y ya lo decíamos nosotros- confirmaron ellos,<br />

leyendo tantas cosas contra sí mismos, que había sido absuelto y justificado.<br />

Sin embargo, proclaman jactanciosamente que el emperador les ha concedido la libertad.<br />

Incluso, vencidos y confundidos, reclamaban que se les debía conceder a ellos ahora lo<br />

que sus antepasados no concedían a Ceciliano, a quien así acusaron ante el emperador, y<br />

contra quien, tras su acusación, lanzaron la falsedad de que había sido condenado. Si se<br />

debe conceder a cada uno la libertad, se le concedería primero a Ceciliano; si tales<br />

cuestiones no se deben confiar al juicio del hombre, sino que se deben dejar más bien al<br />

juicio de Dios, no debería acusarse a Ceciliano ante el emperador.<br />

La causa de la Iglesia y la de Ceciliano son distintas<br />

XVIII. 24. Despertad ya de una vez; que no os tenga sujetos el sueño infernal, que deje<br />

ya de sumergiros en el abismo la impía costumbre del error antiguo; poneos de acuerdo<br />

con la paz, adheríos a la unidad, asentid a la caridad, dad paso a la verdad; reconoced que<br />

la Iglesia católica, que comenzó en Jerusalén, se extiende por todas partes, y que el<br />

partido de Donato no está en comunión con ella ni la prejuzga la causa de Ceciliano.<br />

Justificado ya tantas veces y tantas veces absuelto, aunque no fuera inocente, ni una<br />

causa prejuzga a otra causa ni una persona a otra persona.<br />

Este es el pregón que lanza a través del orbe la Iglesia universal y el clamor de su<br />

miembro en África: "Reconozco el testimonio de Dios, no conozco la cuestión de Ceciliano;<br />

creo inocente a quien han perseguido vuestros antepasados y de quien leo que ha sido<br />

absuelto tantas veces; mas cualquiera que sea su causa, en nada prejuzga a mi causa, en<br />

nada prejuzga a mi persona. Vosotros sois los que habéis dicho esto, vosotros los que lo<br />

firmasteis: 'Ni una causa prejuzga a otra causa ni una persona a otra'. He aquí al Señor,<br />

que dice: A todas las naciones, empezando por Jerusalén 26 . Amarrémonos a la divina<br />

verdad en la única Iglesia y liquidemos de una vez los litigios humanos".<br />

Incongruencias donatistas<br />

XIX. 25. ¿Acaso pudieron defender después de la Conferencia el principio establecido por<br />

ellos de que una causa no prejuzga a otra causa ni una persona a otra persona? ¿No se<br />

embrollaron más bien en una mayor confusión? Veamos cómo se han expresado en ciertos<br />

principios suyos: "Cierto, dicen, ha sido reflejado fielmente el principio de que una causa<br />

no prejuzga a otra causa ni una persona a la otra, pero solamente hasta el pasaje: 'que a<br />

nosotros no nos prejuzgan los que han sido rechazados o condenados por nosotros'. Pero<br />

quienes descienden a la consagración de Ceciliano, quienes por tener tal predecesor están<br />

contados entre los culpables, ¿cómo no van a incurrir en los crímenes de quien los<br />

consagró, puesto que la misma cuerda de los pecados tendida por toda la sucesión<br />

necesariamente hace cómplices del pecado a cuantos ha ligado con el vínculo de la<br />

comunión?"<br />

¡Estupenda defensa! Tan denso y apretado es el lodo en que se les pegaron los pies, que<br />

al hacer inútiles esfuerzos por sacarlos, quedan sujetos también de manos y de cabeza, y,<br />

apresados en el lodo, se hunden más. Efectivamente, entre los que citan como rechazados<br />

o condenados por ellos, esto es, de entre los maximianistas, tienen ellos consigo a

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