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SAN AGUSTIN. OBRAS

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luego es cierto que un día resucitarán los muertos. Y para confirmar esta verdad con un<br />

ejemplo y grabarla en el ánimo del lector, pongamos en el telar la duda: si el ser justo es<br />

un bien, pregunto si concedes que todo lo justo es honesto. Si me lo concedes, pregunto<br />

aún: '¿Crees que todo lo honesto es bueno?' Si de nuevo lo concedes, quieras o no,<br />

concluyo: 'Si todo lo justo es honesto y todo lo honesto bueno, luego todo lo justo es<br />

bueno'. Aquel que acepte las dos premisas y rechace la consecuencia, no destruye el<br />

edificio de la razón, pero se expone a ser objeto de mofa. Traigo este ejemplo a nuestro<br />

terreno y queremos saber si existe pecado en la naturaleza. Te pregunté si existía pecado<br />

sin un acto de la voluntad. 'No', me contestaste, como lo atestiguan tus palabras. Luego<br />

añadí: '¿Crees que en los niños hay voluntad?' Y lo negaste. ¿Cuál es entonces la<br />

consecuencia, si no hay pecado sin voluntad? Es tan evidente, que ni un académico lo<br />

pone en duda, aunque es su divisa no tener certeza alguna. Tú concedes las dos premisas<br />

y niegas la consecuencia, en la que están en esencia las dos. Cierto que no conseguirás<br />

destruir los fundamentos de la razón, pero sí das pruebas de tu locura".<br />

Ag.- ¿Tan mentecato eres para creer que no hay pecado en la naturaleza, cuando el<br />

pecado sólo puede existir en una naturaleza? Porque el pecado existe en el ángel o en el<br />

hombre, que, sin duda, son naturalezas; si, pues, no existiese el pecado en ninguna de<br />

estas naturalezas, no existiría. Cuando propones la cuestión y quieres saber si el pecado<br />

existe en la naturaleza, pretendes enseñar que el pecado no existe en la naturaleza; mas,<br />

si la vanidad no te ciega, comprenderás que es vano tu empeño y vana la cuestión que<br />

propones. Destruye los fundamentos de tu razón, por ser una falsa razón; y, sin sacar a<br />

luz mi locura, pruebas tu error.<br />

Concedo tus dos proposiciones y niego la conclusión, pues no es, contra lo que tú piensas,<br />

consecuencia de las dos premisas. Concedo también que el pecado no puede existir sin un<br />

acto de la voluntad, porque sin querer pecar no se peca; pero, en otro plano, el pecado<br />

existe sin el querer de la voluntad, pues mientras no sea perdonado subsiste, aunque la<br />

voluntad deje de tener en él su influjo. Concedo además que el pecado no puede existir sin<br />

un acto de la voluntad, en el sentido de saber que el pecado original fue cometido por la<br />

voluntad de aquel del que trae su origen. Al conceder que en el niño no hay voluntad de<br />

pecado, y, en consecuencia, no puede cometer pecado, no se sigue necesariamente que<br />

estas dos concesiones tengan por conclusión la inexistencia del pecado original en los<br />

niños. Legítima sería la conclusión si, como concedo no existe sin voluntad el pecado,<br />

concediera que no hay pecado sin voluntad personal de pecar. En consecuencia, el niño no<br />

tiene voluntad personal de pecar; pero para que estuviera exento de todo pecado sería<br />

preciso no hubiera contraído inmundicia alguna de aquel que pecó por propia voluntad.<br />

Un razonamiento paralelo se puede establecer acerca del nacimiento del hombre. Si, por<br />

ejemplo, dijeres: "Nadie nace sin un acto de la voluntad", con toda razón te lo concedo.<br />

Pero si dijeses: "Nadie nace si no es por un acto de la propia voluntad", te lo negaría. Lo<br />

mismo aquí; si se trata del pecado de los niños, este pecado de origen no tuvo existencia<br />

sin un acto de la voluntad, pero no del niño.<br />

Juliano evita la verdadera cuestión<br />

117. Jul.- "Si estos sacerdotes cuyas palabras acabamos de interpretar oyesen poner en<br />

duda la bondad de la unión conyugal o si se les preguntase si los cuerpos han sido<br />

formados por Dios, ellos confesarían. Esto concedido, les preguntaría de nuevo si el<br />

matrimonio ha sido instituido por él. Concedido también, les preguntaría otra vez si la<br />

unión sexual es necesaria para la concepción del feto. Obtenida respuesta afirmativa, se<br />

impone atribuir al mismo autor de los cuerpos la unión de los cuerpos y el fruto de dicha<br />

unión".<br />

Ag.- ¿Se trata, acaso, entre nosotros de saber si la unión conyugal es en sí buena? Los dos<br />

afirmamos su bondad. ¿Por qué piensas tan mal de aquellos sacerdotes cuyas sentencias<br />

no explicas, como con toda falsedad aseguras, sino que las vicias, hasta querer<br />

convencerlos de que han dudado de cosas de las que, como nosotros, están convencidos?<br />

Buena es la unión conyugal, que tiene por fin la procreación. Cuando dice Ambrosio que<br />

ninguno de los nacidos de la unión de los dos sexos está exento de pecado, no condena la<br />

unión conyugal, pero ve el mal, del que, si se hace buen uso, ningún católico duda sea un<br />

bien.<br />

Dices, pues, vaciedades y pierdes el tiempo en cuestiones superfluas. Difieres tratar la

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