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SAN AGUSTIN. OBRAS

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sobre las pasiones no hay purificación de pecados. Pero, una vez victoriosos de los dardos<br />

que el pirata enemigo lanza contra nosotros, quedamos purificados por la misma<br />

resistencia que oponemos a nuestras pasiones. Si somos conscientes y recordamos que<br />

nuestro cuerpo es materia apta para todos los vicios, sin que haya en nosotros nada puro,<br />

nada inocente, debemos alegrarnos exista este enemigo, contra el cual libramos<br />

encarnizado combate y nos proporciona una espléndida ocasión de luchar contra nuestras<br />

propias pasiones".<br />

28. En su comentario al primer salmo no duda en afirmar el mismo doctor que nuestra<br />

naturaleza, al contraer su enfermedad de otra enfermedad, nos arrastra al pecado, y para<br />

no pecar hemos de luchar contra ella con las armas de la fe y de la piedad. "Hay muchos -<br />

dice- que por su fe en Dios están alejados de la impiedad, pero no libres de pecado,<br />

porque no observan la disciplina de la Iglesia, como son los avaros, borrachos,<br />

alborotadores, insolentes, soberbios, hipócritas, mentirosos y ladrones; vicios todos a los<br />

que nos inclina el instinto de nuestro natural. Es muy provechoso alejarnos de este camino<br />

que nos atrae y no detenernos con la intención de apartarnos al momento. Por eso se lee<br />

en el salmo: Bienaventurado el varón que no se detiene en la senda de los pecadores 54 . Si<br />

la naturaleza nos pide caminar por esta senda, la fe y la piedad nos aparten de ella".<br />

¿Hemos de creer que Hilario condena la naturaleza humana, obra de Dios? ¡Ni por sueños!<br />

No duda que la naturaleza humana es creación de Dios, pero condena los vicios que<br />

traemos al nacer, a tenor del testimonio del Apóstol: Fuimos también nosotros hijos de<br />

ira, como todos los demás 55 . Si estas palabras que acabo de citar, tomadas de un sermón<br />

de San Hilario, fuesen mías, ¿qué no dirías contra mí? ¡Con qué gozo vocearías a pleno<br />

pulmón que soy un maniqueo y un defensor de la impiedad! Mas si por temor a una<br />

indigestión, no se te rompa un órgano interno, vomita, si te atreves, contra Hilario tus<br />

vanas maldiciones y demenciales mentiras. "A estos vicios nos empuja el instinto natural".<br />

¿De qué naturaleza se trata? ¿Será acaso, de una raza de tinieblas que la fábula de los<br />

maniqueos inventó? No. Habla un católico, habla un insigne doctor de la Iglesia, habla<br />

Hilario. Nuestra naturaleza fue viciada por la prevaricación del primer hombre; pero no por<br />

eso hemos de creer que ha de ser separada de alguna otra, sino que ella misma ha de ser<br />

sanada; de esta naturaleza a la que tú nos acusas falsamente de dar por autor el diablo y<br />

de la que niegas sea Cristo salvador; de esta naturaleza que, según tu sentir, puede vivir<br />

en esta vida exenta de pecado en plena perfección.<br />

29. Escucha aún lo que te dice el bienaventurado Hilario en su comentario al salmo 51: Mi<br />

esperanza en la misericordia del Señor por los siglos de los siglos 56 : "Nuestras obras de<br />

justicia no bastarían para hacernos merecedores de una felicidad perfecta si la<br />

misericordia de Dios no nos imputara a pecado nuestras infidelidades para con él y<br />

nuestras humanas flaquezas incluso cuando nuestra intención es practicar la justicia. Rima<br />

con la sentencia del profeta: Mejor es tu misericordia que la vida" 57 .<br />

¿Ves cómo este hombre de Dios pertenece al número de aquellos bienaventurados de<br />

quienes está escrito: Dichoso el hombre al que el Señor no imputa su pecado y en sus<br />

labios no se encontró engaño? 58 Confiesa, pues, que los justos no están exentos de<br />

pecado y asegura que ponen su esperanza más en la misericordia de Dios que en sus<br />

propias fuerzas. Por eso no hay engaño en sus labios, o mejor, en todos aquellos en los<br />

que se encuentra un testimonio de verdadera humildad y de humilde verdad. La mentira<br />

abunda en vuestros labios. Donde no hay virtud hay jactancia e hipocresía, y donde hay<br />

hipocresía hay mentira. Cuanto más presumen los santos de la misericordia de Dios,<br />

menos confían en sus fuerzas, que son nulas. Y cuanto más se esfuerzan en combatir, con<br />

la gracia de Dios, los vicios que traen al nacer, tanto más vosotros os declaráis enemigos<br />

de la gracia divina. ¡Ojalá que esta gracia, así como os vence en sus fieles, os venza en<br />

vosotros haciéndoos suyos!<br />

30. ¿Osaréis decir en vuestro corazón que los hombres que os escuchan se encienden en<br />

deseos de progresar en la virtud, mientras, si escuchan a varones de la categoría de un<br />

Cipriano, de un Hilario, de un Gregorio o de un Ambrosio y de tantos otros sacerdotes del<br />

Señor, caen en desesperación y han de renunciar a la santidad? ¿Pensamientos tan<br />

monstruosos ascienden en vuestro corazón y no enrojecéis de vergüenza? ¿Honráis<br />

vosotros a los santos de Dios, patriarcas, profetas y apóstoles, al alabar las fuerzas de la<br />

naturaleza, mientras estas lumbreras de la Iglesia la decoloran al censurarla, porque<br />

enseñan que los santos, para conservar el bien de la pureza en este cuerpo de muerte,<br />

tuvieron que combatir contra el mal de la concupiscencia; mal en nosotros innato, contra

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