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SAN AGUSTIN. OBRAS

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aunque no permiten decir que las tierras apartadas de África no tienen que ver con lo que<br />

hizo Ceciliano, ignorándolo ellas. Quiénes fueron los traditores de África, qué hicieron los<br />

obispos malos de África, lo ignoramos.<br />

Lo que yo digo es: Si no está permitido perseguir, los vuestros lo han hecho con los<br />

maximianenses, de tal modo que no podéis negarlo. Si los que padecen persecución son<br />

inocentes, los maximianenses la han soportado. ¿Dirás ahora acaso: "La basílica o la<br />

caverna de Maximiano la destruyó el pueblo sin que tomase parte ninguno de los<br />

nuestros?" Aunque si se investiga a qué comunión pertenecía aquella turba -vamos a<br />

suponer que no fueron enviados por los vuestros-, seguramente se descubrirá que fueron<br />

los vuestros o seguramente mezclados con los vuestros y ayudándoles. Pero ¿qué nos<br />

importa a nosotros?<br />

Así, tú respondes: "No lo hicimos, no los enviamos, ignoramos quiénes fueron aquéllos".<br />

Lo que sí está claro es que sufrió persecución por parte de quien sea el que confiesas que<br />

fue injusto, y entonces lo que sufrís vosotros no puede demostrar que seáis justos. Y<br />

quiénes fueron los que persiguieron a los maximianenses, lo testifican las actas<br />

proconsulares. Se nombraron abogados y, constituidos tribunales, se les hizo proceder<br />

como contra herejes; ellos solicitaban protección como poseedores que eran; los vuestros<br />

alegaban el concilio de Bagái y reclamaban que los condenados fueran expulsados de las<br />

sedes sagradas; se insistía, se pronunció la sentencia, cuando, en presencia de Salvio de<br />

Membresa, demostrasteis que eran herejes, los derrotasteis, los expulsasteis. Veo, por<br />

consiguiente, que ellos sufrieron la persecución, de la que vosotros sois los promotores.<br />

Busco quiénes son los justos; vosotros decís que sois vosotros. Yo concluyo: No es justo<br />

consiguientemente el que sufre la persecución, ni es necesariamente injusto el que la lleva<br />

a cabo.<br />

Se insiste en lo mismo<br />

LX. 66. Tú acusarás de nuevo a la Dialéctica; pero, al menos tácitamente, reconocerás<br />

que digo la verdad y preferirás corregir tu afirmación, según la cual ninguna persecución<br />

es justa, antes que llamar injustos a los perseguidores de los maximianenses; esto es, a<br />

los vuestros, como has reconocido por las actas proconsulares. Cierto que no habéis<br />

perseguido sin fruto el error de vuestros cismáticos; pues con esa contienda e<br />

incomodidades lograsteis corregir a Feliciano y a Pretextato. También, respecto a Optato<br />

el de Gildón, se dice que los de Musti y Asuras le temían por sus amenazas de más<br />

severos castigos, como lo oí de su propia boca, y que forzaron a sus obispos a que<br />

tornaran a la comunión de Primiano.<br />

Pero Optato no hizo consignar esto en las actas públicas; ¿cómo voy yo a poner esto de<br />

relieve contra vosotros, dispuestos a negar lo que podáis negar? Existen actas<br />

proconsulares y municipales, con cuya lectura demostramos con qué fuerza urgían los<br />

vuestros a los maximianenses a abandonar los lugares. No os acusamos, no os miramos<br />

con malos ojos; no habéis trabajado inútilmente, no los habéis aterrorizado en vano, no<br />

los habéis perseguido sin resultado. En su aflicción les desagradó su animosidad; los<br />

quebrantasteis, los enmendasteis, los corregisteis y acogisteis tras su condenación, tras la<br />

prórroga concedida a los otros, tras haberles perseguido. Los recibisteis con los mismos<br />

sin absolverlos ni degradarlos con la humillación de una penitencia más dura a ellos y a<br />

aquellos con quienes los recibisteis, a los que habían llevado consigo contra vosotros,<br />

habían bautizado fuera de vosotros, y quizá rebautizado después de vosotros.<br />

De nuevo, el caso de Ceciliano<br />

LXI. 67. Ya no tenéis recurso alguno con que suministrar nebulosas mentiras a los<br />

hombres ignorantes de cosas pasadas tanto tiempo ha. Que los vuestros acusaron a<br />

Ceciliano ante el emperador de entonces, Constantino, lo proclaman los documentos<br />

públicos; que se dictó la sentencia que incluyó hasta la absolución de Félix de Aptonga,<br />

consagrante de Ceciliano, a quien en el concilio de Cartago llamaron "la fuente de todos<br />

los males"y acusaron ante el mismo Constantino, como lo manifiesta él en sus escritos,<br />

con incesantes apelaciones, lo atestiguan los archivos proconsulares. Oponéis resistencia,<br />

protestáis, forcejeáis con la verdad más clara; afirmáis que los jueces transmarinos fueron<br />

corrompidos por Ceciliano, que el mismo emperador se dejó seducir no sé por qué<br />

influencia. El acusador vencido es tanto más desvergonzado cuanto llega a calumniar al<br />

mismo juez.

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