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SAN AGUSTIN. OBRAS

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conocer los números pueden construir nidos con toda proporción? Sin duda alguna. ¿Cómo<br />

puede explicarse esto? Con el hecho que también nosotros adaptamos la lengua con los<br />

dientes y el paladar para formar las palabras, sin pensar al hablar en los movimientos que<br />

hemos de hacer con la boca. Además, ¿no hay buenos cantores sin saber música, porque<br />

con el sentido natural observan al cantar el ritmo y la melodía que conservan en la<br />

memoria? ¿ Puede darse una cosa mejor proporcionada? El ignorante no sabe esto, pero lo<br />

hace con él impulso de la naturaleza. Mas ¿cuándo es mejor el hombre y aventaja a los<br />

animales? Cuando sabe lo que hace. Luego no hay en mí ningún fundamento de<br />

superioridad sobre los animales, sino éste: que yo soy un animal racional.<br />

50. ¿Cómo, pues, siendo inmortal la razón, soy definido yo corno un animal racional y<br />

mortal? ¿Acaso la razón no es inmortal? Uno es a dos como dos es a cuatro: he aquí razón<br />

absolutamente cierta. Tan verdadera era ayer como hoy, como lo será mañana y siempre;<br />

y aunque este mundo perezca, no dejará de ser verdadera esa razón. Ella siempre es la<br />

misma, mientras el mundo no tuvo ayer ni tendrá mañana lo que tiene hoy, ni aun en una<br />

misma hora ocupa el sol el mismo punto de espacio. Por lo cual, no permaneciendo en el<br />

mismo ser, todo está sujeto a mutación dentro de un breve espacio de tiempo. Luego si es<br />

inmortal la razón, y yo, que todo lo discierno y enlazo, soy razón, lo que es mortal no<br />

entra en mí, no me pertenece. O si el alma no se identifica con la razón, y, sin embargo,<br />

uso de razón, y por ella poseo un título de nobleza y superioridad, es necesario huir de lo<br />

inferior a lo superior y de lo mortal a lo inmortal.<br />

Estas y otras muchas reflexiones se hace consigo misma el alma bien instruida; pero las<br />

omito, no sea que al daros mis lecciones sobre el orden falte a la moderación, que es el<br />

padre del orden. Porque gradualmente se va elevando a una pureza de costumbres y vida<br />

perfecta, no sólo por la fe, sino también por la guía de la razón. Pues al que considera la<br />

potencia y la fuerza de los números le parecerá grande miseria y cosa lamentable que con<br />

su ciencia y pericia suene agradablemente el verso bien escandido y arranque armonías a<br />

las cuerdas del arpa, y permite, en cambio, que su vida y su propia alma se deslice por<br />

caminos tortuosos y que dé un estrépito discordante por dominarle las pasiones carnales y<br />

los vicios.<br />

51. Mas cuando el alma se arreglare y embelleciera a sí misma, haciéndose armónica y<br />

bella, osará contemplar a Dios, fuente de todo lo verdadero y Padre de la misma verdad. ¡<br />

Oh gran Dios, cómo serán entonces aquéllos ojos! ¡Cuan puros y sanos, cuan vigorosos y<br />

firmes, cuan serenos y dichosos! ¿Y cuál será el objeto de su contemplación? ¿Quién es<br />

capaz de figurarlo, creerlo, decirlo? Sólo disponemos del caudal de las palabras usuales,<br />

mancilladas con la significación de las cosas más viles. Yo sólo diré que se nos promete la<br />

visión de una Hermosura por cuyo reflejo son bellas, en cuya comparación son deformes<br />

todas las demás. Quien contemplare esta Hermosura-y la alcanzará el que vive bien, el<br />

que ora bien, el que busca bien-ya no le hará mella ver que uno desea tener hijos y no le<br />

vienen, y otros tienen demasiados y los abandonan; éste los aborrece antes de nacer,<br />

aquél los ama ya nacidos. Verá razonable que todo lo futuro esté en Dios y<br />

necesariamente todo se verifica con orden, y no obstante, la plegaria es conveniente.<br />

Finalmente, ¿cómo al hombre justo le van a agitar el ánimo las molestias, o los peligros, o<br />

los halagos de la fortuna?<br />

En este mundo sensible conviene meditar mucho sobre el tiempo y el espacio, y se verá<br />

que lo que deleita en parte, sea de lugar, sea de tiempo, vale mucho menos que el todo<br />

de que es parte. Igualmente notará el hombre instruido que lo que ofende en parte es<br />

porque no se abraza la totalidad, a que maravillosamente se ajusta aquella parte; en<br />

cambio, en el mundo ideal, toda parte, lo mismo que el todo, resplandece de hermosura y<br />

perfección.<br />

Se explicará esto más ampliamente si en vuestros estudios os proponéis, como espero,<br />

observar y guardar con absoluta gravedad y constancia el mencionado orden expuesto<br />

aquí u otro más breve y andadero, pero recto.<br />

CAPÍTULO XX<br />

Epílogo y exhortación a la vida honesta<br />

52. Para lograr esto, hay que dedicarse con todas las veras del entusiasmo al ejercicio de<br />

una vida virtuosa. Es condición para que nos oiga Dios, pues a los que viven bien los oye

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