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SAN AGUSTIN. OBRAS

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penas mucho más benignas y ligeras de lo que merecían vuestros grandes males, sin<br />

aventuraros espontáneamente en otros que no os ha impuesto el emperador; y no<br />

pretendáis que los hombres os otorguen un libre albedrío para una impunidad<br />

desenfrenada, evitando así caer, para mayor desdicha, en las manos del mismo Dios. Ya<br />

vuestros antepasados juzgaron que ante semejantes injurias a Dios los emperadores no<br />

debían dejar impune el libre albedrío del hombre; y aunque defendían una causa mala, en<br />

su persecución llevaron al obispo Ceciliano al tribunal del emperador Constantino.<br />

Recurso a los textos sagrados<br />

XX. 22. Texto de la carta: "Estas persecuciones nos hicieron sumamente grata nuestra fe,<br />

la que el Señor Jesucristo dejó a los apóstoles. Dice: Bienaventurados seréis cuando os<br />

persigan los hombres y digan contra vosotros todo género de mal a causa del Hijo del<br />

hombre. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos, pues<br />

así persiguieron sus padres a los profetas que hubo antes de vosotros 28 . Si se dijo sólo a<br />

los apóstoles, la fe tuvo sus premios hasta ellos; ¿qué iba a aprovechar a los que habían<br />

de creer después? De donde se sigue que se dijo para todos. Después dice el apóstol<br />

Pablo: Los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús es necesario que sufran<br />

persecuciones 29 . Y esto lo dijo el Señor en el Evangelio: Llega la hora en que todo el que<br />

os quite la vida pensará que ofrece un sacrificio a Dios. Y esto lo harán porque no<br />

conocieron al Padre ni a mí" 30 .<br />

Respuesta a esto: Con toda razón podríais decir estas cosas, buscando la gloria de los<br />

mártires, si tuvierais la causa de los mártires. No dice el Señor que son felices los que<br />

padecen esto, sino los que lo padecen por causa del Hijo del hombre, que es Cristo Jesús.<br />

Pero vosotros no lo sufrís por causa de él, sino contra él. Lo sufrís, es verdad, pero es<br />

porque no creéis en él, y lo toleráis para no creer. ¿Cómo, pues, presumís de tener esa fe<br />

que Jesucristo dejó a los apóstoles? ¿Queréis acaso que los hombres sean tan ciegos y tan<br />

sordos que no lean, que no oigan el Evangelio, donde conocen qué dejó Cristo a sus<br />

apóstoles que debían creer respecto a su Iglesia? Y si de ella os dividís y separáis, no<br />

hacéis otra cosa que rebelaros contra las palabras de la cabeza y del cuerpo, y no obstante<br />

presumís de sufrir persecución por el Hijo del hombre y por la fe que dejó a los apóstoles.<br />

Pasemos por alto otras cosas y escuchemos sus últimas palabras en la tierra, para ver en<br />

ellas qué fe sobre la Iglesia dejó a los apóstoles, qué testamento y de qué modo lo hizo,<br />

no precisamente cuando iba a terminar la vida, sino a vivir sin fin, no cuando iba a ser<br />

llevado al sepulcro, sino cuando iba a subir al cielo. Tras su resurrección de los muertos,<br />

después de aparecer a sus discípulos para que le vieran con sus ojos y le tocaran con sus<br />

manos, dijo: Convenía que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley, en los Profetas<br />

y en los Salmos de mí. Entonces les abrió la inteligencia para que entendieran las<br />

Escrituras, y les dijo: Pues así estaba escrito y así convenía que Cristo padeciese y al<br />

tercer día resucitase, y que se predicase en su nombre la penitencia para la remisión de<br />

los pecados a todas las naciones comenzando por Jerusalén 31 .<br />

Así también en el monte de los Olivos, momento después del cual ya no dijo nada más en<br />

la tierra, dio esta última recomendación en extremo necesaria. Habían de venir muchos<br />

por todas las partes del orbe a reclamar el nombre de la Iglesia para sí y a ladrar cada uno<br />

desde los escondrijos de sus ruinas contra la casa universal que a través de toda la tierra<br />

canta el cántico nuevo, de que se dijo: Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor<br />

toda la tierra 32 .<br />

Cosa distinta era lo que los apóstoles deseaban oír, sin buscar lo que les era sumamente<br />

necesario. Así dice: Dinos si es ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel. Y él les<br />

contesta: No os toca a vosotros conocer los tiempos que el Padre ha fijado en su poder;<br />

pero recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos<br />

en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra. Dichas estas<br />

palabras, una nube lo recibió en su seno 33 . Nada más añadió; todo esto lo grabó en los<br />

ánimos de los oyentes con tanta mayor tenacidad cuanto fue lo último que dijo.<br />

Esta es la Esposa que el Esposo confió a sus amigos al marchar. Esta es, pues, la fe que<br />

sobre la santa Iglesia dejó a sus discípulos. A esta fe, donatistas, oponéis vosotros<br />

resistencia, y os empeñáis en que soportáis persecución por la fe que Cristo el Señor dejó<br />

a sus apóstoles. Con sorprendente insolencia y ceguedad contradecís a este Hijo del<br />

hombre, que recomendó a su Iglesia que comenzaba en Jerusalén y fructificaba y crecía

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