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SAN AGUSTIN. OBRAS

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condescendencia, volver a yacer juntos para alivio de la concupiscencia, aunque no sea<br />

para tener hijos 71 .<br />

Estas son las palabras que deben escuchar los matrimonios cristianos y no las tuyas, pues<br />

defiendes que nunca deben reprimir la concupiscencia que tú alabas y la dejan reinar<br />

tranquila cuando, hambrienta de placer, se entregan a sus apetencias. Escuchen todos los<br />

fieles de Cristo unidos en matrimonio al Apóstol, para que de mutuo acuerdo templen el<br />

ardor de la carne y puedan dedicarse a la oración; y, cuando vuelvan a yacer juntos a<br />

causa de su intemperancia, aprendan a orar al Señor: Perdónanos nuestras deudas 72 . Lo<br />

que en el pensamiento del Apóstol es condescendencia, no mandato; se perdona, no se<br />

impera.<br />

Jamás se puede hacer un mal para cosechar un bien<br />

X. 41. Citas otras palabras mías en las que recomiendo a los esposos piadosos, pues son<br />

cristianos, engendrar hijos en este siglo para que renazcan en Cristo en el otro; crees<br />

haber destruido en tu segundo libro todo cuanto dije a este respecto. A mis lectores dejo<br />

el cuidado de leer mi respuesta. No se han de cometer adulterios, es claro, con la sana<br />

intención de engendrar hijos que puedan ser regenerados; ni se pueden cometer rapiñas<br />

para socorrer a los santos pobres, aunque sea necesario alimentarlos, pero sin cometer<br />

robos; sí haciendo buen uso de las riquezas injustas para que nos reciban en las eternas<br />

moradas 73 ; como no se han de cometer adulterios, sino que, haciendo buen uso del mal<br />

de la concupiscencia, los fieles casados puedan engendrar hijos para reinar eternamente<br />

con ellos.<br />

42. En el elogio que haces de la concupiscencia, tu protegida, dices, y es verdad, que<br />

durante el orgasmo es imposible pensar en nada. ¿En qué se puede pensar en esos<br />

momentos, cuando el alma, sujeto pensante, queda sumergida en la corriente del deleite<br />

carnal? Con elegancia, al tratar Cicerón de la voluptuosidad en el pasaje que más arriba<br />

cité, escribe: "Cuando su movimiento es muy violento, es enemiga, en grado sumo de la<br />

filosofía, pues los grandes pensamientos son incompatibles con la voluptuosidad". Y<br />

añade: "¿Quién, en el goce del placer, en su apogeo, puede pensar en su alma, razonar,<br />

prestar atención a otra cosa cualquiera?" 74<br />

No pudiste lanzar contra la concupiscencia que alabas acusación más grave que<br />

confesando que no se pueden tener pensamientos santos durante la excitación de sus<br />

movimientos. Pero un alma piadosa, al hacer "buen uso" de este mal, puede ocupar, sin<br />

embargo, su espíritu para poder soportar, en el acto del matrimonio, el mal de la<br />

concupiscencia, lo que ya no puede hacer al sentir la violencia de sus movimientos. Un<br />

hombre puede pensar en su salud antes de entregarse al descanso, cosa que ya no puede<br />

hacer mientras duerme. Aunque el sueño, al invadir nuestros miembros, no los hace<br />

rebeldes a la voluntad, pues aleja el querer de sus dominios, dirigiendo su actividad a las<br />

visiones nocturnas, en las que, a veces, se revela el futuro. Y si, en el paraíso, el hombre<br />

alternaba vigilia y sueño, ausente el mal de la concupiscencia, los sueños serían tan<br />

deliciosos como la vida de los que estaban despiertos.<br />

43. Te pavoneas y en vano lanzas el chorro espumoso de tu elocuencia comparando "los<br />

padres a los parricidas, pues son causa de que sus hijos nazcan condenados". En tus<br />

discursos te pareces a un ave que bate sus alas para elevarse en el aire y, en medio de un<br />

gran estrépito, te precipitas en ti mismo, sin mirar al cielo. ¿Por qué esto que afirmas de<br />

los padres no lo refieres al creador de los hombres, autor y origen de todos los bienes? Sin<br />

embargo, él no cesa de crear a los que, en su presciencia, conoce han de arder en el fuego<br />

eterno. Con todo, la creación se considera efecto de la bondad divina. Y a ciertos niños<br />

bautizados, que preconoce van a ser futuros apóstatas, no los arranca de esta vida para<br />

adoptarlos en su reino eterno y no les otorga el inmenso beneficio que les concede a los<br />

que dice la Escritura: Fue arrebatado de esta vida para que la maldad no pervirtiera su<br />

inteligencia 75 . Sin embargo, a Dios sólo le podemos atribuir la bondad y la justicia en todo<br />

lo que hace con buenos y malos. Y mucho más fácil es comprender que no se puede<br />

atribuir a los padres otra cosa que el deseo de tener hijos, pues, sin duda, ignoran lo que<br />

en el futuro serán.<br />

Pena levísima a los niños que mueren sin el bautismo<br />

44. Recuerdas estas palabras del Evangelio: Más le valdría no haber nacido 76 . El

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