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SAN AGUSTIN. OBRAS

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quienes nadie condenó, no es prudencia, sino frenesí; no es sensatez, sino demencia.<br />

Entréguense a sus hogueras los que no dicen refiriéndose a la ayuda del Señor: Puesto<br />

que de él viene mi paciencia 67 .<br />

35. Ciertamente, el santo Job, cuando se pudría con heridas intolerables de la cabeza a los<br />

pies y se veía atormentado con dolores inhumanos, tenía a su disposición ese vuestro<br />

recurso, con el cual no quería librarse de esta vida llena de horrendas calamidades, en la<br />

que perseveraba sin la menor vacilación. Tenía a su disposición ese recurso, pero no lo<br />

autorizaba la justicia. Por eso decía: Ojalá pudiera darme muerte o pedir a alguien que me<br />

la diera 68 . Negó que, como justo, pudiera él hacer lo que la justicia no podía autorizar.<br />

Usando de ese modo de hablar dice el Apóstol a los Gálatas: Testifico que, de haberos sido<br />

posible, los ojos mismos os hubierais arrancado para dármelos 69 . ¿Por qué no podría<br />

tener lugar esto sino porque en modo alguno lo permite la justicia?<br />

Así también el Señor, al urgir por sus ángeles a Lot que salía de Sodoma a que se diese<br />

prisa por llegar a Segor, dice: Pues no podré hacer nada hasta que tú entres allí 70 . Dijo<br />

que no podía hacer lo que sin duda podía realizar en virtud de su poder, pero no en virtud<br />

de la justicia. Podía, efectivamente, el pacientísimo Job no tomar ningún alimento ni<br />

bebida y de este modo concluir aquella vida atribulada y horrible. Pero esto no podía<br />

hacerse en justicia, ya que a nadie le está permitido darse muerte a sí mismo, sobre todo<br />

teniendo en cuenta que aquél pudiera recurrir a la fuga para poder vivir. ¿Podría dudar<br />

alguien que este santo varón, que tanto hablaba en medio de sus dolores, pudiera rogar a<br />

alguien que le hiciera esto? Pues como faltó al que sufría y se pudría una mano que le<br />

diera muerte, no le faltó una lengua para pedirlo. Bien podía pedírselo sin duda a su<br />

misma esposa, aunque ni ella misma le sugirió esto, a pesar de que deseaba su muerte al<br />

estar Dios enojado por su blasfemia 71 ; y así, aunque le aconsejara con impío consejo<br />

lanzar algo contra Dios, no osaba, sin embargo, decirle que se diera muerte.<br />

El diablo tiene más poder sobre vosotros al persuadiros tan fácilmente lo que no había<br />

podido persuadir a una mujer sin cordura, a la que se reservó como ministra para engañar<br />

al varón, a quien le había quitado todo lo suyo. Así es que dijo aquel justo que él no podía<br />

rogar a nadie que le diera muerte, mostrando además que no estaba permitido. Pues lo<br />

que no se puede hacer justamente, no lo puede hacer el justo, ya que al decidir esto,<br />

pierde primero la justicia, de suerte que lo que no puede hacer como justo, lo puede como<br />

injusto. Así pues, dijo: Ojalá pudiera darme muerte 72 , como si dijera: "Ojalá fuera eso<br />

conforme a justicia"; entonces podría hacerlo el justo. Y no deseaba para sí la injusticia de<br />

poder lo que no puede sino el injusto. Antes, si fuera posible, desearía que eso fuera<br />

conforme a la justicia; pero como no pudo suceder que eso fuera así, no pudo el justo<br />

llevar a cabo lo que sólo podía hacer la injusticia.<br />

Por eso no comete una injusticia el hombre justo al desear la muerte cuando la vida es<br />

sumamente amarga; pero si Dios no le da la vida que desea, lo justo será tolerar esa vida<br />

tan amarga. Como tampoco le es ajeno al justo el desear la vida cuando le amenaza una<br />

muerte cruel; pero cuando ve que no puede conseguirlo, dice como el Señor, que nos<br />

representaba en sí: No se haga lo que quiero, sino lo que quieres tú, Padre 73 . Esto hay<br />

que decírselo a aquellos a quienes buscan los perseguidores para causarles males, no a<br />

aquellos a quienes solicitan para hacerles partícipes del bien; se deben decir estas cosas a<br />

los que padecen persecución por la justicia, no a los que se la causan a sí mismos<br />

injustamente.<br />

El caso del anciano Razías citado por ellos<br />

XXXI. 36. Por consiguiente, aun aquel anciano Razías, de quien éstos, careciendo de<br />

modelos de su crimen, se glorían haber encontrado como ejemplo que imitar en los libros<br />

de los Macabeos 74 , debió hacer lo que en los mismos libros se lee que hicieron aquellos<br />

siete hermanos, siguiendo la exhortación de su madre 75 , es decir, que una vez detenido,<br />

sin apartarse de la ley de su Señor, aceptara lo que le fuera aplicado y se mantuviera en el<br />

sufrimiento, y en su humildad conservara la paciencia. Pero, no pudiendo soportar la<br />

humillación de estar en poder de sus enemigos, ofreció un ejemplo bien claro, no de<br />

cordura, sino de insensatez; de imitación no para los mártires de Cristo, sino para los<br />

circunceliones de Donato.<br />

Sin embargo, si consideramos el caso con más detención, aparece claramente cuán lejos<br />

estáis de él. En efecto, éste, una vez detenido por sus enemigos, no pudo huir libremente.

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