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SAN AGUSTIN. OBRAS

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Se afana Juliano y sucumbe<br />

139. Jul.- "Probé que la mayor parte de tus comentarios son más difíciles de comprender<br />

que de refutar".<br />

Ag.- Y lo que para ti es peor, trabajas y sucumbes; no trabajas para comprenderme, cosa<br />

sumamente fácil, sino que trabajas para refutarme, y no puedes.<br />

Despista Juliano al lector<br />

140. Jul.- "Si quisiera refutar cada frase tuya incurriría en repeticiones superfluas, y si lo<br />

critico todo, me extendería demasiado".<br />

Ag.- He aquí cómo actúas para extraviar al lector y hacerle creer me has contestado con<br />

olvido de lo que habías prometido refutar.<br />

Cristo vino a buscar pecadores, entre ellos los niños<br />

141. Jul.- "Aunque todo lo que contra nosotros has publicado está escrito con el fin de<br />

persuadirnos existen males naturales, y que el creador de los hombres es el diablo y Dios<br />

autor de los crímenes; con todo, creo sea oportuno, en gracia a la brevedad, reunir en uno<br />

aquellos argumentos, esparcidos por diversas partes, en los que piensas se apoya tu<br />

opinión y sólo consiguen oscurecerla. Primero, la exposición, para que aparezca su<br />

finalidad; luego la conclusión; los estudiaré no en detalle, sino en conjunto; no en<br />

desorden, sino ordenados..."<br />

Ag.- Tu estudio, publicado en ocho libros contra uno mío, es una maravilla de concisión;<br />

pero tus prolijas disquisiciones no han conseguido invalidarlo. Di ahora, si puedes, si no de<br />

palabra, sí con vuestros perversos sentimientos, si no os veis obligados a decir a Cristo:<br />

"Si has venido a buscar y sanar lo que estaba perdido, no has venido para los niños. pues<br />

no estaban perdidos y gozan de perfecta salud en su nacimiento. Vete a los adultos, pues<br />

te ves obligado por tus palabras: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los<br />

enfermos. Responde: ¿por qué te empeñas en ocultar y oscurecer la verdad con vanas<br />

palabras?<br />

Manipulación de Juliano<br />

142. Jul.- "Escribes, al final de tu libro, después de las palabras: "Dios creó a los hombres<br />

malos, como alimenta y nutre a los malos", y añades: "Porque lo que otorga en la creación<br />

pertenece a la bondad de la naturaleza; y el crecimiento que les proporciona por el<br />

alimento, no lo concede a la maldad, sino a la naturaleza buena, creada por él, que es<br />

bueno y le da un crecimiento bueno. Como hombres tienen una naturaleza buena y Dios es<br />

su autor; como nacidos en pecado, están destinados a la perdición si no renacen, pues son<br />

desde su origen, raza maldita 104 , por el pecado de aquella antigua desobediencia. No<br />

obstante, el que modela vasos de ira, usa bien de ellos, para hacer brillar su gloria en los<br />

vasos de misericordia, y así ningún hombre que pertenece a la misma masa atribuya a sus<br />

méritos un adarme, pues ha sido 'salvado por gracia' y el que se gloría, gloríese en el<br />

Señor 105 . Se aparta de esta fe nuestro adversario al enseñar que los niños no se<br />

encuentran bajo el poder del diablo en su nacimiento y no quiere sean presentados a<br />

Cristo, para que sean arrancados del poder de las tinieblas y trasladados a su reino 106 ; y<br />

así acusa a la Iglesia extendida por todo el mundo, en la cual los niños presentados al<br />

bautismo reciben las insuflaciones para que el príncipe de este mundo sea arrojado fuera.<br />

Más adelante, al hablar de la libido, sin la cual no puede existir el acto íntimo entre los<br />

esposos, que a nosotros nos parece algo natural, perteneciente a la obra de Dios, y que<br />

defendemos, no como un bien supremo, sino como una sensación de los cuerpos querida<br />

por Dios, mientras tú, en numerosos escritos, tratas de probar que ha sido inyectada en el<br />

cuerpo humano por el diablo, cubriendo así de vergüenza al diablo y a tu doctrina. De esta<br />

libido hablas con frecuencia al final de tu libro, y dices: 'No condenamos la unión honesta<br />

de los esposos por los movimientos vergonzosos de la pasión carnal. Estos pueden existir<br />

sin pecado, y entonces los esposos no tienen por qué enrojecer; la vergüenza vino<br />

después del pecado, cuando llenos de confusión se taparon. Y permanece en todos los<br />

esposos, pero de este mal pueden honesta y lícitamente usar bien, aunque eviten, al<br />

realizar el acto, ser vistos por otros, confesando así que es un acto vergonzoso, pues nadie

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