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SAN AGUSTIN. OBRAS

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jos de las condiciones de los demonios, así por razón del lugar<br />

celestial que ocupan como por la riqueza y abundancia de la<br />

bienaventuranza que poseen.<br />

Esta es, pues, la ficción de los poetas, llamar dioses a los que no<br />

son dioses, y obligarles a reñir entre sí, bajo el nombre de<br />

dioses, por amor de los hombres que ellos, según la parcialidad que<br />

han adoptado, aman o aborrecen; y dice que no dista<br />

mucho de la verdad esta ficción, porque llamando dioses a los que no<br />

lo son, sin embargo, los pintan tan demonios como son en<br />

sí mismos. Por último dice, que de éstos fue aquella Minerva de<br />

Homero, .<br />

Así que, el ser aquella Minerva, quiere que sea ficción poética;<br />

porque, en efecto, tiene por diosa a Minerva, y la coloca muy<br />

lejos del trato y comunicación de los mortales en el elevado éter,<br />

asiento principal entre los dioses, de quienes cree que son<br />

buenos y bienaventurados; y ser algún demonio que favorecía a los<br />

griegos en contra de los troyanos (como señaló otro que<br />

ayudaba a los troyanos en contra de los griegos; a quien distingue el<br />

mismo poeta con el nombre de Venus o de Marte, a cuyos<br />

dioses pone en lugares y moradas celestiales, sin que se ocupen en<br />

semejantes encargos) y el combatir estos demonios entre sí<br />

en favor de los que estiman, y en contra de los que aborrecían, esto<br />

confesó que dijeron los poetas, sin separarse mucho de la<br />

verdad. Pues éstos así lo refirieron por aquellos de quienes confiesa<br />

que corren su tormenta como los hombres, con la misma<br />

turbación y agitación de ánimo por las procelosas ondas de<br />

pensamientos para poder ejercer en favor de unos y contra otros el<br />

amor y el odio, no según razón y justicia, sino como acostumbraba el<br />

pueblo, semejante a ellos en favorecer a, los cazadores y<br />

aurigas en los juegos circenses, inclinándose a la parte que estaba<br />

más apasionado; y esto parece fue lo que pretendió el<br />

filósofo Platónico, que no se creyese cuando lo dijesen los poetas<br />

que lo hacían los mismos dioses, cuyos nombres ellos fingen y<br />

ponen, sino los demonios intermedios.<br />

CAPITULO VIII<br />

Cómo define Apuleyo Platónico los dioses celestiales, los demonios<br />

aéreos y los hombres terrenos<br />

¿Y qué significa la definición de éste acerca de los demonios? Hay<br />

acaso tan poco que advertir en ella, donde tan<br />

determinadamente comprendió, sin duda, a todos, cuando dijo que los<br />

demonios en el género eran animales; en el ánimo,<br />

pasivos; en el entendimiento, racionales; en el cuerpo, aéreos; en el<br />

tiempo, eternos; en las cuales cinco cualidades no dijo<br />

alguna que al parecer tengan los demonios común, a lo menos con los<br />

hombres virtuosos, que no halle también en los malos.<br />

Porque comprendiendo a los mismos hombres en una larga descripción,<br />

hablando de ellos en su respectivo lugar como de los<br />

más ínfimos y terrenos, después de haber tratado primeramente de los<br />

dioses celestiales, en habiendo encomendado las dos<br />

partes, de lo supremo y de lo ínfimo, pasa a hablar de lo ínfimo. En<br />

el tercer lugar, de los demonios medios, dice lo siguiente: así<br />

que los hombres que habitan en la tierra tienen uso de razón y<br />

hablan, tienen almas inmortales, los miembros mortales, los<br />

pensamientos livianos y congojosos, los cuerpos brutos y sujetos, las<br />

condiciones desemejantes y semejantes, los errores, el<br />

atrevimiento obstinado, la esperanza pertinaz, el trabajo inútil, la<br />

fortuna caduca, siendo en especial mortales, pero todos generalmente<br />

perpetuos, mudables sucesivamente en la propagación, gozando<br />

de tiempo veloz, de tarda sabiduría, temprana muerte<br />

y afligida vida. Aquí, donde refiere tantos particulares<br />

pertenecientes a la mayor parte de los hombres, ¿acaso pasó en

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