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Temas de Patrimonio Cultural 20 Buenos Aires Gallega Inmigración ...

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<strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong> <strong>Gallega</strong>. Inmigración, pasado y presentepreguntaban cuándo iba a cambiar <strong>de</strong> nacionalidad. Maribel afirma que a sus cincuentay seis años se le llena la boca llamándose gallega, pero que eso no ocurría cuando teníadieciocho, y que en esta sociedad pacata sufrió una doble discriminación: por gallegay por hija <strong>de</strong> madre soltera. A los diecinueve se nacionalizó argentina para po<strong>de</strong>r trabajaren un organismo <strong>de</strong>l Estado, la Comisión Nacional <strong>de</strong> Energía Atómica, pero elhecho finalmente le dio tanta rabia que antes <strong>de</strong> ingresar buscó y aceptó otro trabajo.Yo sabía que llevaba a mis compañeros la excepcional ventaja <strong>de</strong> conocer el océano yun trozo <strong>de</strong> Europa, pero también notaba que nuestro nivel <strong>de</strong> vida era más mo<strong>de</strong>sto,que no teníamos comodida<strong>de</strong>s y que mi mamá era muy “amarreta”: por eso yo no teníalos vestidos, adornos o golosinas cuyo consumo estaba <strong>de</strong> moda, ni me festejaban loscumpleaños, como era común en los chicos criollos. Todo eso me ponía en un lugar <strong>de</strong>inferioridad y me exponía a las burlas. Mamá aplicaba a rajatabla el criterio <strong>de</strong> utilidadmás que el <strong>de</strong> belleza o el <strong>de</strong> placer, salvo raras excepciones. Pero yo quería parecermea mis compañeras, tener elementos escolares bonitos, una casa arreglada con gusto, zapatitosa la moda (aunque no fueran tan dura<strong>de</strong>ros, ni útiles, ni sanos). Éramos socios <strong>de</strong>lCentro Gallego <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong>, teníamos lavarropas y hela<strong>de</strong>ra cuando pocos vecinosdisponían <strong>de</strong> estos electrodomésticos, y jamás me faltaron los libros que pedían en laescuela, pero todo lo que tenía que ver con la apariencia y la estética, que tanto fortaleceen la presentación en sociedad, fue sistemáticamente <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> lado a favor <strong>de</strong> lo que mispadres entendieron, con buen criterio, como esencial. Quiero señalar, para ser justa, quelos chicos burlones (al menos en mi caso) eran pocos, pero me causaron mucho daño.Maribel, Luz y yo hicimos un extensísimo y doloroso camino para revalorizar nuestrai<strong>de</strong>ntidad y mostrarla sin temor.Mi madre no tenía buen concepto <strong>de</strong> las argentinas. Eran frívolas, gastadoras, pocodispuestas al sacrificio, sin hábitos <strong>de</strong> trabajo y ahorro como las gallegas, “<strong>de</strong>scocadas”e insumisas al marido. La obligación <strong>de</strong> sacrificarse que ella se impuso se hizo carneen mí. Yo sentía que no solo carecía <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos civiles <strong>de</strong> las argentinas sino que,a<strong>de</strong>más, tenía la obligación <strong>de</strong> sacrificarme más que ellas. No íbamos a fiestas gallegasporque significaba un gasto. No comíamos rosquillas cuando Santa Rosa porque erancaras. Pero festejábamos con abundancia las Navida<strong>de</strong>s, las Pascuas y el día <strong>de</strong> SantaMaría, patrona <strong>de</strong> nuestra Parroquia. Papá recomendaba a mamá que nos diera comidassanas y abundantes, y ella compraba carne, fruta, verdura, leche e insistía en servirnosgran<strong>de</strong>s cantida<strong>de</strong>s, pero no recuerdo que me haya comprado nunca golosinas. Algunavez me hubiera gustado llevar caramelos a la escuela, para sentirme más parecida a miscompañeras y <strong>de</strong>mostrar que no éramos “gallegos miserables, muertos <strong>de</strong> hambre”.Nuestra casa era una factoría: papá, que era un excelente pastelero y tenía una pizzería,ejercía en sus días francos <strong>de</strong> zapatero, carpintero y hasta <strong>de</strong> albañil. Mamá era costureray tejedora y jamás compraba hecho lo que podía preparar en casa, por lo que aprendió<strong>de</strong> sus vecinas italianas (a las que consi<strong>de</strong>raba ejemplares como las gallegas) a amasartallarines y preparar conservas. Según mamá, la moral <strong>de</strong> las argentinas era tambiénmás relajada que la nuestra, pero yo advertía que eran más libres, que se daban más losgustos y con menos culpa. En el fondo, sentía envidia <strong>de</strong> esa libertad, y la prohibición<strong>de</strong> ejercerla la vivía no solo como limitación sino como una forma <strong>de</strong> inferioridad. Ellas173

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