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Cartas filosóficas.pdf

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sias en forjar varias sutilezas, de todas ellas querían hacerme<br />

autor : que quisiese yo ó lo repugnase servia mi nombre<br />

para autorizar dictámenes opuestos, y que no ha habido disparate<br />

que no se haya podido apoyar con mis escritos. Como<br />

vivo en la tierra de los desengaños , no he podido menos<br />

que reírme de esto, burlar á carcajadas los inútiles esludios<br />

de hombres , que nacieron para no saber mas que contradecir,<br />

y pasan su vida á caza de quisquillas (ellos las llaman<br />

sutilezas), pudiendo emplearla con mas utilidad en cazar<br />

moscas : pero por fin las primeras noticias me hacían<br />

pasar algunos días menos tristes con la consideración del<br />

buen nombre, que lograba entre los mortales, y el aprecio,<br />

que ellos hacían de mis tareas y sudores.<br />

Este solo consuelo, que me habia quedado entre tatitos<br />

objetos como me entristecen, hay ya cerca de tres años que<br />

lo tengo perdido. Fue el caso que cierto revendón de las plazas<br />

de esa ciudad, después que murió como mejor pudo, vino<br />

a estos paises traido de los infinitos embustes y rapiñas<br />

en que por oficio se habia egercitado ; acudimos todos los<br />

vecinos, no tanto á felicitarlo de su llegada (que ciertamente<br />

no es digna de semejante cumplimiento), cuanto con el<br />

deseo de saber el estado de las cosas de por allá arriba. Entre<br />

varias noticias de poca ó ninguna importancia nos dio<br />

una, que fue para mí de incomparable dolor. Refirió pues<br />

que estando ya en los últimos oyó al fraile , que en aquella<br />

hora le asistía, disputar á grito pelado con un clerizonte<br />

que le pareció jesuita: cara venerable, juanetes en ella, carrillos<br />

sumidos, barba y labios sacados, ojos modestos de por<br />

fuerza; acciones, palabras y ademanes todos estudiados y<br />

fingidos. Aplicó la atención á percibir la materia sobre que<br />

sufría la disputa: las muchas voces que daban los argumentantes<br />

solamente le dejaron entreoír al clérigo, que con tanto<br />

magisterio como pudiera hacerlo un santo padre decia:<br />

Aristóteles no sirve. Aristóteles no supo filosofía. Aristóteles debe<br />

desterrarse. Quien lo siga nunca ha de ser filósofo. Como<br />

el punto me picaba tan en lo vivo; pregunté á nuestro nuevo<br />

huésped á fin de rastrear las razones que movian á ese<br />

santo señor para dar al traste conmigo; pero él no supo decir<br />

otra cosa, sino que no habia podido entenderle mas, y solo<br />

se acordó de que para despedirse, lo hizo con estas ó se-

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