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Cartas filosóficas.pdf

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15!<br />

Mas como egecutar esto es punto, que toca en cosa de<br />

conciencia, que no sé si tendrá disculpa, y si sera bien visto<br />

entre las gentes, por no obrar por solo mi capricho, di<br />

en el pensamiento de hacer sobre ello una consulta. Comuniqué<br />

la especie al pimporrero , quien: desde luego se dio<br />

por convidado para consultoralegando que él había presenciado<br />

muchas conversaciones de moral en el banco de<br />

herrador de la puerta de la Macarena. Citó también para<br />

el mismo efecto al tuerto amanuense, hombre que mientras<br />

anduvo en ese mundo, estuvo en posesión de dar voto sobre<br />

todos los sermones , con la inteligencia que se deja ver, y<br />

que es por allá demasiado común. Nos faltaba otro voto para<br />

en caso de discordia; mas el mismo pimporrero, que es<br />

un valiente trazista , se acordó de que Averroes, con las<br />

idas y venidas á esa ciudad , algo se le ha de haber pegado.<br />

Me conformé con su dictamen , por no poder otra cosa;<br />

convidé al tuerto, que admitió el convite con tanta confianza,<br />

como si toda su vida hubiese sido catedrático de moral,<br />

y después pasé á citar á Averroes. Este estuvo un poco<br />

remiso á causa de su ignorancia , que ingenuamente confesó;<br />

pero mis instancias últimamente lo vencieron, poniendo<br />

él antes por condición, que para dar su voto había de<br />

presentarse con las hopalandas de doctor, porque en poniéndoselas<br />

se le infundía un espíritu tan vehemente de decidir,<br />

que era capaz de hablar lo que fuese, y no fuese menester.<br />

Juntóse pues la respetable asamblea; propuse mis escrúpulos;<br />

esforcé por una y otra parte mis razones, siempre con la<br />

mira de que se me concediese derecho para usar de represalias.<br />

Habló el tuerto primero que todos, y como él sabia, que<br />

si la decisión salía á ini favor, le había de llover sobre las<br />

costillas, teniendo mas <strong>Cartas</strong> que escribir, respondió redondamente<br />

que no; que era un gran cargo de conciencia , y<br />

me lo encargaba, como insistiese en variar de pensamiento.<br />

Apoyó su dicho con el famoso texto de másenla sunt maribus,<br />

y con el otro de vinurrt aquatwn. El pimporrero todo por el<br />

contrario, dijo: que no me salvaba de pecado gordo, y obligación<br />

de restituir, si no descubría las marañas de la filosofía<br />

de moda, y procuraba desengañar al público. Para esto trajo<br />

(sin que ella quisiese venir) la doctrina del lucro cessante,<br />

y damno emergente, y soltó los argumentos del tuerto, ale-

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