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Cartas filosóficas.pdf

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230<br />

Tenemos ya otro restaurador de la moral y derecho: vamos<br />

á Cristiano Wolfio. De él dice Langio (in causa De i ads.<br />

sect. 2. rnemb. 6.) que echó por tierra desde sus cimientos<br />

la doctrina moral, habiéndola fundado sobre el ateísmo, naturalismo<br />

y hado fatuo. Jacobo Brukero (Hist. Phil. tom. 5.<br />

c. 8. §. 30.) dice así: Id nos in prcesentia monemus, fuisse haud<br />

paíteos, qui spinosismi , saltem deismi, inscrutati, cuípam Leibnitzio<br />

, et qui, ejus hypotheses suas fecit , Wolfio intentaren'.<br />

Acerca del método con que Wolfio escribió , Schmausio y<br />

Fineto copiaron (como yo hago en mucha parte) á Daniel<br />

Cóncina, que pone la cosa palpable. Moralista y tarja.<br />

Entremos con Helvecio. Busque V. noticias de este en<br />

un sermón que Fleuri predicó al parlamento de París, en el<br />

dia 23 de enero de 1759. Valsechi trae también de él largas<br />

noticias, y V. perdone que no le cite mas autores católicos,<br />

porque no he encontrado citas de protestantes. ¿Qué tiene?<br />

Yo citaré un pasagito de Helvecio en adelante que dé idea<br />

de todo lo que es él. Por ahora oiga V. á Antonio Genuense<br />

, cuyas palabras no había querido citar por vergüenza,<br />

pero por fin me ha sido preciso vencerme. Oiga pues en romance<br />

lo que él loe. cit. dice en italiano. "Quien pocos años<br />

jjha, ha explicado mejor la fuerza del corazón humano, ha<br />

»sido el autor del libro del Surit, libro bellísimo, si una po-<br />

»ca de vanidad no le hubiese manchado con ciertas imper-<br />

»tineucias, y su autor hubiese dado algunos pasos mas para<br />

«ver la fuerza coneentriva y difusiva, aunque unidas con la<br />

^naturaleza son sin embargo las primeras. Y en efecto , si<br />

»Helvecio conoció el corazón humano , ó no le conoció, ¡o<br />

«manifiesta aquella doctrina preciosa que cité yo hablando<br />

»>de los hombres silvestres; donde con su autoridad establece<br />

j>que los hombres no nos distinguimos de los borrico., sino<br />

»>en que sus manos tenían cascos, y las nuestras dedos."<br />

Tenemos ya otro reformador de la moral.<br />

Vamos cotí Puffendorf. De él han hecho iguales panegíricos<br />

Nicolás Beekmanno, Sehwart, Gesenio, Velthemio, Zenthgrave,<br />

Se he roer, Valentino Alberti y otros muchos. Leibnitz<br />

fue también mucho admirador suyo; y las universidades Cénense<br />

y Luudinense di ge ron que su derecho natural era monstruoso,<br />

y que Puffendorf debía ser condenado «.'/' Novator, tt<br />

academice juveníuüs corruptor. No se descuidó Putiendorf en

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