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Cartas filosóficas.pdf

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en desprecio de esta prohibición. Vendrá otro<br />

Euscbio. Vendrán mochos, eso no tiene duda.; pero por<br />

lo mismo que se han de intentar y se intentan tantas y tan,<br />

escandalosas novedades, me parece á mí que mas que,ramea<br />

conviene la presencia del Obispo, para que desengañe á su<br />

pueblo, para que lo prevenga contra el error, y para<br />

que si fuere necesario le dé el-grande ejemplo que á todos<br />

los pastores dio nuestro Soberano Pastor dando su vida por<br />

sus ovejas.<br />

T/ieoph. Eso estaña bueno si las hubiésemos con Nerón,<br />

Valeriano ó Diocleciano; pero no las hemos sino con Napoleón,<br />

que á la impiedad ríe aquellos perseguidores extraños,<br />

jupta las artes de Juliano que había sido doméstico , y de Valente<br />

que todavía quería parecerlo. Acuérdate de lo que leímos<br />

estos días pasados en los papeles públicos haber dicho<br />

S, M. Imperial y Real al Arzobispo de Malinas y á su clero,<br />

que no los mandaba arrojar al rio porque el pueblo su}>trsúcioso<br />

no los tuviera por mártires; y toda la causa que. hubo<br />

para esto consistió en que aquel buen prelado no había celebrado<br />

una pública acción de gracias por elr adulterino matrimonio<br />

de Napoleón y María Luisa. En la hora en que los<br />

satélites del tirano se enterasen en que el Obispo era hombre<br />

de firmeza, en esa misma hora quedaba el pueblo sin volver á<br />

saber de su Obispo, hasta el cha de la resurrección universal.<br />

Esto de sacarlo á degollar en público titi Rom'inh infensus<br />

d.iis. ct.leg'dms como se hizo con san Cipriano, se quedaba<br />

bueno para aquellos perseguidores que no teman una política<br />

peculiar como Napoleón: este señor sabe mucho mas:<br />

tanteará primero sacar algún partido del Obispo seduciendo*<br />

lo si es posible; ó de no, obligándolo á fuerza de amenazas á<br />

que firme algo contra su conciencia, así como obligó á<br />

nuestro Fernando á que firmase contra sus derechos. Cuando<br />

no haya esperanza de que firme, ni «le que se pueda<br />

interpolar algo de lo que ha firmado, como se hizo en el<br />

concordato con el Papa, ni de adoptarle escrito que ni ha<br />

yisto ni ha firmado; se sigue el segundo recurso de publicar<br />

que al pobrecit© se le lia ido la cabeza, y de usar con él<br />

la extraordinaria humanidad de enviar médicos imperiales<br />

y reales para que le curen de locura. Entre tanto, y no fiándose<br />

de estas fraude^ que por lo común nadie cree ya, se

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