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Leer-Diecisiete-contradicciones-y-el-fin-del-capitalismo

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112 | <strong>Diecisiete</strong> <strong>contradicciones</strong> y <strong>el</strong> <strong>fin</strong> d<strong>el</strong> <strong>capitalismo</strong>las condiciones de trabajo, no exigen <strong>el</strong> descanso d<strong>el</strong> bocadillo ni caen en<strong>el</strong> absentismo (excepto quizá en los r<strong>el</strong>atos de ciencia-ficción).La fantasía d<strong>el</strong> capital de un control total sobre los trabajadores tienesus raíces en circunstancias materiales, y muy particularmente en la dinámicade la lucha de clases en todas sus manifestaciones, tanto dentro comofuera d<strong>el</strong> proceso de producción. El pap<strong>el</strong> d<strong>el</strong> desempleo tecnológicamenteinducido en la regulación d<strong>el</strong> niv<strong>el</strong> salarial, la búsqueda de bienes cadavez más baratos para <strong>el</strong> sostenimiento de la mano de obra (<strong>el</strong> fenómenoWalmart), con <strong>el</strong> <strong>fin</strong> de hacer más aceptables los bajos salarios, la condenade cualquier propuesta de salario social básico como algo que alentaría laholgazanería de los trabajadores y otras estratagemas parecidas constituyenun dominio de la lucha de clases en <strong>el</strong> que las intervenciones y mediacionestecnológicas resultan cruciales. Eso es lo que hace tan extraña laexposición de Arthur, dado que ni una vez entran esos hechos <strong>el</strong>ementalesy obviamente históricos (satirizados tan sabiamente en la p<strong>el</strong>ícula Tiemposmodernos de Charlie Chaplin) en su descripción de la evolución combinatoria,que efectivamente desempeña un pap<strong>el</strong> tan fundamental en losdetalles d<strong>el</strong> cambio tecnológico.Así, pues, ésta es la contradicción principal: si <strong>el</strong> trabajo social es lafuente última de valor y beneficio, entonces su sustitución por máquinas otrabajo robótico no tiene sentido ni política ni económicamente. Podemosverlo claramente en <strong>el</strong> mecanismo que intensifica esa contradicción hastallevarla a la crisis. Cada empresario o corporación considera decisivas lasinnovaciones que ahorran trabajo para su rentabilidad frente a los competidores,pero eso socava colectivamente la posibilidad de beneficio.En un libro reciente Martin Ford presenta una argumentación sobreese mismo problema. A medida que la punta de lanza d<strong>el</strong> dinamismotecnológico se desplaza de los sistemas mecánicos y biológicos a la int<strong>el</strong>igenciaartificial, se constata un enorme impacto sobre la disponibilidadde empleo, no sólo en la industria y la agricultura, sino también en losservicios e incluso en las profesiones. En consecuencia, la demanda agregadade bienes y servicios disminuirá al ir desapareciendo los empleos y losingresos. Esto tendrá efectos catastróficos sobre la economía a menos que<strong>el</strong> Estado encuentre alguna forma de intervenir con pagos de estímulosredistributivos a grandes sectores de la población que desde <strong>el</strong> punto devista de la producción son ya desechables y prescindibles.André Gorz había expuesto hace tiempo ese mismo argumento, aunquedesde una perspectiva política diferente:La lógica microeconómica querría que esos ahorros en tiempo de trabajose tradujeran en ahorros en salarios para las empresas que han conseguidotales economías: al producir con costes más bajos, serán más

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