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Leer-Diecisiete-contradicciones-y-el-fin-del-capitalismo

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Monopolio y competencia: centralización y descentralización | 143fomentar su producción, frecuentemente ataviándolas con los atuendosd<strong>el</strong> puro placer estético. La clase capitalista construye un mercado d<strong>el</strong>arte como esfera de inversión en la que reinan sin competencia los preciosde monopolio, d<strong>el</strong> mismo modo que lo hace con las inversiones endeportes profesionales como <strong>el</strong> fútbol, <strong>el</strong> hockey o <strong>el</strong> béisbol. Mercantilizaincluso, si puede, las cualidades únicas de la naturaleza y les asigna un valormonetario sometido al régimen de propiedad privada. Como se quejaba <strong>el</strong>geógrafo anarquista Élisée Reclus ya en 1866:En la costa, muchos de los acantilados más pintorescos y las playas másencantadoras son presa de codiciosos propietarios o de especuladores queaprecian las b<strong>el</strong>lezas de la naturaleza d<strong>el</strong> mismo modo que un cambistaaprecia un lingote de oro […]. Cada curiosidad natural, sea una roca,una gruta, una cascada o la fisura de un glaciar –todo, incluso <strong>el</strong> sonidode un eco– se convierte en propiedad individual. Los empresariosarriendan las cascadas y las cercan con vallas de madera para impedir qu<strong>el</strong>os viajeros que no pagan disfruten de la vista de las turbulentas aguas.Después, mediante una avalancha de publicidad, la luz que juega conlas diminutas gotas en dispersion y las ráfagas de viento que rasgan lascortinas de llovizna se transforman en <strong>el</strong> tintineo resonante de la plata 5 .Lo mismo se puede decir de objetos culturales únicos o de tradiciones culturalese históricas. La mercantilización de la historia, la cultura o la tradiciónpuede parecer repulsiva, pero sostiene un vasto comercio turístico en <strong>el</strong> quese valora mucho la autenticidad y la unicidad, aunque estén sometidas a lahegemonía de la valoración d<strong>el</strong> mercado. Más significativa aún es la sistemáticacalificación de muchos artículos de consumo como algo único y especial (aunquetales pretensiones sean como poco dudosas) para aplicarles un precio demonopolio. Los artículos o efectos producidos no pueden ser de todos modostan únicos o especiales que queden totalmente fuera d<strong>el</strong> cálculo monetario,y hasta los cuadros de Picasso, los restos arqueológicos y los objetos de arteaborigen deben tener un precio. Para artículos más comunes, <strong>el</strong> propósito esdestacar la marca, como si la pasta dentífrica, <strong>el</strong> champú o <strong>el</strong> automóvil qu<strong>el</strong>a llevan fueran superiores. Se trata de utilizar la diferenciación d<strong>el</strong> productocomo forma de asegurar un precio de monopolio. La reputación y la imagenpública de una mercancía se convierte en algo tan importante, si no más, quesu valor de uso material. De ahí la inmensa importancia de la publicidad, queno es más que un sector que trata de extraer precios de monopolio de unasituación de otra forma competitiva. Casi una sexta parte de los empleos enEstados Unidos corresponden ahora a la publicidad o la venta, sector que estádedicado a la producción de rentas de monopolio mediante la <strong>el</strong>aboración d<strong>el</strong>a imagen y reputación de artículos particulares.5Elisée Reclus, Anarchy, Geography, Modernity, John P. Clark y Camille Martin (eds.), Oxford,Lexington Books, 2004, p. 124.

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