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Leer-Diecisiete-contradicciones-y-el-fin-del-capitalismo

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252 | <strong>Diecisiete</strong> <strong>contradicciones</strong> y <strong>el</strong> <strong>fin</strong> d<strong>el</strong> <strong>capitalismo</strong>más sostenible, si bien basada en la utilización intensiva de capital, <strong>el</strong> <strong>el</strong>evadoconsumo de energía o la utilización de abonos químicos y pesticidas, característicosde la agroindustria contemporánea.La existencia de prácticas ecosistémicas destructivas en un lugar nodenota necesariamente que se estén produciendo prácticas similaresen otro y viceversa. Los más fatalistas ponen de r<strong>el</strong>ieve la existencia deprácticas voraces y destructivas en un sitio y los que creen en <strong>el</strong> cuernode la abundancia aplauden las prácticas ecosistémicas equilibradas enotro. Ambas coexisten dentro de la dinámica d<strong>el</strong> ecosistema capitalista.Lamentablemente, carecemos de los conocimientos y los instrumentosnecesarios para llegar a una plena estimación de los beneficios y pérdidasen valor de uso o incluso en términos monetarios a escala planetaria (aunqu<strong>el</strong>as imágenes por satélite contribuirán a calcular algunos aspectos de losprimeros). Asimismo, resulta extremadamente difícil contabilizar las transferenciasecológicas reales y virtuales derivadas de la comercialización de lasmercancías en <strong>el</strong> espacio. Las acerías de Sheffi<strong>el</strong>d y Pittsburgh cierran y lacalidad d<strong>el</strong> aire mejora milagrosamente en medio d<strong>el</strong> desempleo, mientrasque entretanto se abren en China y aumenta enormemente la contaminaciónatmosférica que reduce allí la esperanza de vida. De nuevo, losproblemas asociados a la contaminación no se resu<strong>el</strong>ven sino que cambiande lugar. Los beneficios y las pérdidas desiguales casi siempre redundan, sinembargo, en beneficio de los ricos y los poderosos, dejando a los vulnerablesy a los pobres mucho peor de lo que estaban. Esto es al <strong>fin</strong> y al cabo enlo que siempre ha consistido <strong>el</strong> imperialismo extractivo.Al no tener la certidumbre de cómo está funcionando verdaderamente<strong>el</strong> ecosistema capitalista en su conjunto, es difícil realizar un juicio clarode hasta qué punto puede llegar a ser fatal la degradación ambiental parala continuación de la expansión d<strong>el</strong> capital. Esta situación en sí mismamarca quizá un p<strong>el</strong>igro fundamental: no sólo carecemos de los dispositivosinstrumentales necesarios para gestionar bien <strong>el</strong> ecosistema capitalista, sinoque además hemos de hacer frente a una considerable incertidumbre respectoa toda la gama de cuestiones socioecológicas que es preciso abordar.Sabemos que las escalas espaciales y temporales en las que las cuestionesambientales se están planteando actualmente se han transformado radicalmentey que <strong>el</strong> marco institucional que permite la gestión a esas escalasestá quedando claramente a la zaga. Asimismo, sabemos que las medidasnecesarias para asegurarse contra los cambios catastróficos podrían no estardiseñadas y ejecutadas a tiempo, suponiendo incluso la buena voluntad d<strong>el</strong>as partes enfrentadas para adoptar medidas preventivas.La postura general que parece prudente adoptar frente a tales reservases la siguiente: los así llamados desastres naturales no tienen nada de naturalesy la humanidad sabe ya lo suficiente como para mejorar o controlar

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