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Leer-Diecisiete-contradicciones-y-el-fin-del-capitalismo

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Contradicción 17. La reb<strong>el</strong>ión de la naturaleza humana: la alienación universal | 263ante esta cuestión pero, como hemos visto, gran parte de la dinámica d<strong>el</strong>cambio tecnológico ha sido orquestada para privar de poder y empequeñeceral trabajador. Semejante trayectoria de innovación es profundamenteincompatible con <strong>el</strong> enriquecimiento de su vida. La tecnología no propicia,ni puede hacerlo, una cultura específica por encima y más allá de loque <strong>el</strong>la misma domina. La violencia de la tecnología se encuentra en lamanera en que corta <strong>el</strong> vínculo entre la persona y la interacción sensorialcon <strong>el</strong> mundo. Gorz señala que «es una forma de represión que nieganuestra propia sensibilidad». La ternura y la compasión no se permiten.La naturaleza, como hemos visto, es tratada «de una forma instrumental»y eso genera «violencia» contra «la naturaleza y contra nuestro cuerpo y <strong>el</strong>de los demás. La cultura de la vida cotidiana es –con toda la perturbadoraambigüedad que contiene esta antinómica creación– una cultura de la violenciao, en su forma más extrema, una sistemática, meditada, sublimada eintensificada cultura de la barbarie» 4 . Ello desde luego es más obvio cuandopensamos en los ataques de los drones y en las cámaras de gas, pero <strong>el</strong> argumentode Gorz afirma que también penetra profundamente en <strong>el</strong> corazónmismo de la vida cotidiana por medio de los instrumentos que utilizamosdiariamente para vivirla, incluyendo todos aqu<strong>el</strong>los que manejamos ennuestro trabajo.Evidentemente hay un profundo anh<strong>el</strong>o en la cultura popular dehumanizar de alguna manera los impactos de esta inhóspita cultura de latecnología, como lo atestiguan la manera en que los replicantes de BladeRunner adquieren sentimientos y en que Sonmi 451 aprende un lenguajeexpresivo en Cloud Atlas, o en cómo los robots en Wall-E aprenden a preocuparsey a derramar una lágrima mientras que los seres humanos, abotargadospor bienes de consumo compensatorios, flotan pasivamente solos cada unode <strong>el</strong>los en su alfombra mágica individual por encima de un mundo en ruinasque los robots intentan poner en orden; e incluso más negativamente,en cómo HAL, <strong>el</strong> ordenador de 2001, una odisea en <strong>el</strong> espacio, se vu<strong>el</strong>ve uncanalla. La absoluta imposibilidad de este sueño de humanizar la tecnologíano desalienta su repetida expresión. Así, pues, ¿dónde vamos a encontrar unamanera más humana de reconstruir nuestro mundo?«Trabajar –insiste Gorz– no es solo la creación de riqueza económica; esal mismo tiempo un medio de autocreación. Por <strong>el</strong>lo también tenemos quepreguntar, a propos de los contenidos de nuestro trabajo, si este produce laclase de hombres y mujeres que queremos que conformen la humanidad».Sabemos que muchos, si no la mayoría de los que trabajan, no están contentoscon lo que hacen. Una reciente encuesta exhaustiva realizada porGallup en Estados Unidos mostraba, por ejemplo, que alrededor d<strong>el</strong> 704Ibid., p. 86.

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