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70 Richard A. Powell et al.<br />

Infantes (1 mes a 1 año)<br />

En esta edad, el niño puede exhibir rigidez corporal<br />

ó gesticular, mostrando una expresión facial de dolor<br />

(p. ej., frunciendo el ceño, cerrando los ojos fuertemente,<br />

boca abierta con expresión álgica), llorando<br />

intensa ó ruidosamente, estando inconsolable, pegando<br />

las rodillas al pecho, presentando hipersensibilidad<br />

ó irritabilidad, teniendo poca ingesta de líquidos<br />

ó sin poder conciliar el sueño. Los síntomas expuestos<br />

anteriormente aplican tanto para neonatos como<br />

para infantes.<br />

Bebés (1–2 años)<br />

Los bebés pueden ser verbalmente agresivos, llorar intensamente,<br />

mostrar comportamiento regresivo ó sin<br />

control, presentar resistencia física, proteger el área<br />

adolorida del cuerpo ó no poder dormir. Mientras los<br />

bebés pueden estar impedidos de comunicar su sentir<br />

verbalmente, su conducta puede expresar su disposición<br />

emocional y física. En esta edad, para poder generar<br />

una evaluación precisa de la localización y severidad del<br />

dolor del niño puede requerir del uso de juegos y dibujos,<br />

ofreciendo al niño significados no verbales para expresar<br />

lo que sienten y piensan. Sin embargo, algunos<br />

niños, incluso a esta edad, son capaces de expresar su<br />

dolor usando lenguaje simple. Los proveedores de cuidados<br />

de salud deben ser sensibles a estas diferencias en<br />

el desarrollo.<br />

Preescolares (3–5 años)<br />

Los niños preescolares pueden verbalizar la intensidad<br />

de su dolor, ven el dolor como un castigo, agitando brazos<br />

y piernas en un intento de alejar el estímulo antes de<br />

presentarse, son poco cooperativos, necesitan contención<br />

física, se aferran a sus padres ó tutores, requieren<br />

apoyo emocional (p. ej., abrazos y besos) y no pueden<br />

dormir.<br />

A esta edad, al igual que los niños en edad escolar,<br />

necesitan ser capaces de confiar en el proveedor<br />

de cuidados de salud, quien necesita superar las posibles<br />

reservas del menor respecto de extraños y figuras percibidas<br />

como de autoridad. Este objetivo puede lograrse<br />

conduciendo el proceso de evaluación en un tiempo,<br />

lenguaje, y con una actitud ad hoc para el niño (p. ej.,<br />

tomando más tiempo, cuando sea posible, usando preguntas<br />

con respuesta abierta para estimular al niño a<br />

discutir lo que está experimentando y siendo apropiadamente<br />

comprensivo y alentando el lenguaje corporal.<br />

Niños en edad escolar (6–12 años)<br />

Los niños en edad escolar pueden verbalizar el dolor,<br />

usar una medida objetiva del dolor, ser influenciados<br />

por creencias culturales, experimentar pesadillas relacionadas<br />

con el dolor, mostrar conductas dilatorias (p.<br />

ej., “Espera un minuto” ó “No estoy listo”), presentar<br />

rigidez muscular (p. ej., manos apretadas, nudillos blancos,<br />

dientes apretados, miembros contraídos, rigidez<br />

corporal, ojos cerrados ó frente arrugada), presentando<br />

algunos comportamientos como los preescolares o ser<br />

incapaces de dormir. A esta edad, el niño puede ser más<br />

reservado, sentir miedos y ansiedades genuinas (p. ej.,<br />

pueden negar la presencia del dolor porque tienen miedo<br />

de las consecuencias, como una evaluación física ó<br />

una inyección).<br />

Sin embargo, los niños en edad escolar son<br />

más avanzados articular y cognitivamente. Asimismo,<br />

son más curiosos sobre su propio cuerpo y salud y pueden<br />

preguntar de manera espontánea al proveedor de<br />

cuidados de salud (p. ej., ¿Qué me está pasando? ¿Por<br />

qué tengo dolor de estómago?). Pueden también empezar<br />

a entender las causas y efectos, permitiendo a<br />

los proveedores de cuidados de salud darles explicaciones<br />

acordes a su edad (p. ej., “Tienes dolor de estómago<br />

porque tienes un bulto que te produce dolor). Pueden<br />

también querer participar en su propio cuidado clínico<br />

y, en lo posible, que les den opciones sobre lo que pasará<br />

con ellos.<br />

Adolescentes (13 a 18 años)<br />

Los adolescentes pueden verbalizar su dolor, negar el<br />

dolor frente a sus amigos, tener cambios en sus patrones<br />

de sueño ó alimentación, ser influidos por creencias<br />

culturales, presentar tensión muscular, desarrollar una<br />

conducta regresiva en la presencia de su familia ó ser incapaces<br />

de dormir.<br />

En esta edad, el adolescente puede parecer relativamente<br />

no comunicativo ó expresar una disposición<br />

despectiva. Esta tendencia puede ser en parte contrarrestada<br />

por el proveedor de cuidados de salud expresando<br />

un genuino interés en lo que el adolescente tiene qué<br />

decir, evitando la confrontación ó sentimientos generalmente<br />

negativos (lo que puede producir ansiedad y evasión),<br />

fijando la conversación más en el adolescente que<br />

en el problema (p. ej., haciendo preguntas informales<br />

sobre amigos, escuela, pasatiempos, familia) y evitar<br />

momentos deliberados de silencio, los cuales son generalmente<br />

improductivos.

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