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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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Le conté la verdad: era el primer capítulo todavía en borrador de la novela que<br />

había empezado al regreso de Cataca con mi madre. Con un atrevimiento del<br />

que nunca volvería a ser capaz en una encrucijada de vida o muerte, puse en<br />

la mesa la carpeta abierta frente a él, <strong>com</strong>o una provocación inocente. Fijó en<br />

mí sus pupilas diafanas de un azul peligroso, y me preguntó un poco<br />

asombrado:<br />

—¿Usted permite?<br />

Estaba escrita a máquina con incontables correcciones, en bandas de papel de<br />

imprenta plegadas <strong>com</strong>o un fuelle de acordeón. El se puso sin prisa los lentes<br />

de leer, desplegó las tiras de papel con una maestría profesional y las a<strong>com</strong>odó<br />

en la mesa. Leyó sin un gesto, sin un matiz de la piel, sin un cambio de la<br />

respiración, con un mechón de cacatúa movido apenas por el ritmo de sus<br />

pensamientos. Cuando terminó dos tiras <strong>com</strong>pletas las volvió a plegar en<br />

silencio con un arte medieval, y cerró la carpeta. Entonces se guardó los lentes<br />

en la funda y se los puso en el bolsillo del pecho.<br />

—Se ve que es un material todavía crudo, <strong>com</strong>o es lógico —me dijo con una<br />

gran sencillez—. Pero va bien.<br />

Hizo algunos <strong>com</strong>entarios marginales sobre el manejo del tiempo, que era mi<br />

problema de vida o muerte, y sin duda el más difícil, y agregó:<br />

—Usted debe ser consciente de que el drama ya sucedió y que los personajes<br />

no están allí sino <strong>para</strong> evocarlo, de modo que tiene que lidiar con dos tiempos.<br />

Después de una serie de precisiones técnicas que no logré valorar por mi<br />

inexperiencia, me aconsejó que la ciudad de la novela no se llamara<br />

Barranquilla, <strong>com</strong>o yo lo tenía decidido en el borrador, porque era un nombre<br />

tan condicionado por la realidad que le dejaría al lector muy poco espacio <strong>para</strong><br />

soñar. Y terminó con su tono de burla:<br />

—O hágase el palurdo y espere a que le caiga del cielo. Al fin y al cabo, la<br />

Atenas de Sófocles no fue nunca la misma de Antígona.

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