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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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Los cuentos de esa época, en el orden en que fueron escritos y publicados en<br />

«Fin de Semana», desaparecieron de los archivos de El Espectador en el<br />

asalto e incendio de ese periódico por las turbas oficiales el 6 de setiembre de<br />

1952. Yo mismo no tenía copia, ni las tenían mis amigos más acuciosos, de<br />

modo que pensé con un cierto alivio que habían sido incinerados por el olvido.<br />

Sin embargo, algunos suplementos literarios de provincia los habían<br />

reproducido en su momento sin autorización, y otros se publicaron en distintas<br />

revistas, hasta que fueron recogidos en un volumen por ediciones Alfil de<br />

Montevideo, en 1972, con el título de uno de ellos: Nabo, el negro que hizo<br />

esperar a los ángeles.<br />

Faltaba uno que nunca ha sido incluido en libro tal vez por falta de una versión<br />

confiable: «Tubal Caín forja una estrella», publicado por El Espectador el 17 de<br />

enero de 1948. El nombre del protagonista, <strong>com</strong>o no todo el mundo sabe, es el<br />

de un herrero bíblico que inventó la música. Fueron tres cuentos. Leídos en el<br />

orden en que fueron escritos y publicados me parecieron inconsecuentes y<br />

abstractos, y algunos dis<strong>para</strong>tados, y ninguno se sustentaba en sentimientos<br />

reales. Nunca logré establecer el criterio con que los leyó un crítico tan severo<br />

<strong>com</strong>o Eduardo Zalamea. Sin embargo, <strong>para</strong> mí tienen una importancia que no<br />

tienen <strong>para</strong> nadie más, y es que en cada uno de ellos hay algo que responde a<br />

la rápida evolución de mi vida en aquella época.<br />

Muchas de las novelas que entonces leía y admiraba sólo me interesaban por<br />

sus enseñanzas técnicas. Es decir: por su carpintería secreta. Desde las<br />

abstracciones metafísicas de los tres primeros cuentos hasta los tres últimos de<br />

entonces, he encontrado pistas precisas y muy útiles de la formación primaria<br />

de un escritor. No me había pasado por la mente la idea de explorar otras<br />

formas. Pensaba que cuento y novela no sólo eran dos géneros literarios<br />

diferentes sino dos organismos de naturaleza diversa que sería funesto<br />

confundir. Hoy sigo creyéndolo <strong>com</strong>o entonces, y convencido más que nunca<br />

de la supremacía del cuento sobre la novela.<br />

Las publicaciones de El Espectador, al margen del éxito literario, me crearon<br />

otros problemas más terrestres y divertidos. Amigos despistados me <strong>para</strong>ban<br />

en la calle <strong>para</strong> pedirme préstamos de salvación, pues no podían creer que un

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