24.04.2013 Views

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

incierto, con sus trajes de medianoche y el violín de madrugada, parecía una<br />

burla de la imaginación. Al cuarto día, incapaz de sobrevivir, amenazó a la<br />

madre con tirarse al precipicio si no volvían a casa. Mina, más asustada que<br />

ella, lo decidió. Pero el patrón de la cordada le demostró en el mapa que<br />

regresar o proseguir daba lo mismo. El alivio les llegó a los once días. cuando<br />

divisaron desde la última cornisa la llanura radiante de Valledupar.<br />

Antes de que culminara la primera etapa, <strong>Gabriel</strong> Eligio se había asegurado<br />

una <strong>com</strong>unicación permanente con la novia errante, gracias a la <strong>com</strong>plicidad de<br />

los telegrafistas de los siete pueblos donde ella y su madre iban a demorarse<br />

antes de llegar a Barrancas. También Luisa Santiaga hizo lo suyo. Toda la<br />

Provincia estaba saturada de Iguaranes y Cotes, cuya conciencia de casta<br />

tenía el poder de una maraña impenetrable, y ella logró ponerla de su lado.<br />

Esto le permitió mantener una correspondencia febril con <strong>Gabriel</strong> Eligió desde<br />

Valledupar, donde permaneció tres meses, hasta el término del viaje, casi un<br />

año después. Le bastaba con pasar por la telegrafía de cada pueblo, con la<br />

<strong>com</strong>plicidad de una parentela joven y entusiasta, <strong>para</strong> recibir y contestar sus<br />

mensajes. Chon, la sigilosa, jugó un papel invaluable, porque llevaba mensajes<br />

escondidos entre sus trapos sin inquietar a Luisa Santiaga ni herir su pudor,<br />

porque no sabía leer ni escribir y podía hacerse matar por un secreto.<br />

Casi sesenta años después, cuando trataba de saquear estos recuerdos <strong>para</strong><br />

El amor en los tiempos del cólera, mi quinta novela, le pregunté a mi papá si en<br />

la jerga de los telegrafistas existía una palabra específica <strong>para</strong> el acto de<br />

enlazar una oficina con otra. El no tuvo que pensarla: enclavijar. La palabra<br />

está en los diccionarios, no <strong>para</strong> el uso específico que me hacía falta, pero me<br />

pareció perfecta <strong>para</strong> mis dudas, pues la <strong>com</strong>unicación con las distintas<br />

oficinas se establecía mediante la conexión de una clavija en un tablero de<br />

terminales telegráficas. Nunca lo <strong>com</strong>enté con mi padre. Sin embargo, poco<br />

antes de su muerte le preguntaron en una entrevista de prensa si hubiera<br />

querido escribir una novela, y contestó que había desistido cuando le hice la<br />

consulta sobre el verbo enclavijar porque entonces descubrió que el libro que<br />

yo estaba escribiendo era el mismo que él pensaba escribir.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!