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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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autismales —conmovida por la abnegación de aquel amor invencible— se<br />

casó con él. La historia de mis padres no llegó a esos extremos.<br />

La tercera ocasión del asedio fue una boda de grandes vuelos, a la cual ambos<br />

fueron invitados <strong>com</strong>o padrinos de honor. Luisa Santiaga no encontró pretexto<br />

<strong>para</strong> faltar a un <strong>com</strong>promiso tan cercano a la familia. Pero <strong>Gabriel</strong> Eligio había<br />

pensado lo mismo y acudió a la fiesta dispuesto <strong>para</strong> todo. Ella no pudo<br />

dominar su corazón cuando lo vio atravesar la sala con una determinación<br />

demasiado ostensible y la invitó a bailar la primera pieza. «La sangre me<br />

golpeaba tan fuerte por dentro del cuerpo que ya no supe si era de rabia o de<br />

susto», me dijo ella. Él se dio cuenta y le asestó un zarpazo brutal: «Ya no<br />

tiene que decirme que sí, porque su corazón me lo está diciendo».<br />

Ella, sin más vueltas, lo dejó plantado en la sala a la mitad de la pieza. Pero mi<br />

padre lo entendió a su manera.<br />

—Quedé feliz —me dijo.<br />

Luisa Santiaga no pudo resistir el rencor que sentía contra sí misma cuando la<br />

despertaron en la madrugada los requiebros del valse envenenado: «Cuando el<br />

baile se acabó». Al día siguiente a primera hora le devolvió a <strong>Gabriel</strong> Eligio<br />

todos sus regalos. Este desaire inmerecido, y la <strong>com</strong>adrería del plantón en la<br />

boda, <strong>com</strong>o las plumas echadas al aire, ya no tenía vientos de regreso. Todo el<br />

mundo dio por hecho que era el final sin gloria de una tormenta de verano. La<br />

impresión se fortaleció porque Luisa Santiaga tuvo una recaída en las fiebres<br />

tercianas de la infancia y su madre la llevó a temperar en la población de<br />

Manaure, un recodo <strong>para</strong>disíaco en las estribaciones de la Sierra Nevada.<br />

Ambos negaron siempre que hubieran tenido <strong>com</strong>unicación alguna en aquellos<br />

meses, pero no es muy creíble, pues cuando ella regresó repuesta de sus<br />

males se les veía a ambos repuestos también de sus recelos. Mi padre decía<br />

que fue a esperarla en la estación porque había leído el telegrama con que<br />

Mina anunció el regreso a casa, y en la forma en que Luisa Santiaga le<br />

estrechó la mano al saludarlo sintió algo <strong>com</strong>o una seña masónica que él<br />

interpretó <strong>com</strong>o un mensaje de amor. Ella lo negó siempre con el pudor y el<br />

rubor con que evocaba aquellos años. Pero la verdad es que desde entonces

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