24.04.2013 Views

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

cerdo ensebado que atropello a las bordadoras del corredor, pero nadie<br />

lamentó esos percances por el ventarrón de felicidad que llevaban consigo.<br />

Seguí viendo con frecuencia a Esteban Carrillo, gemelo de la tía Elvira y diestro<br />

en las artes manuales, que viajaba con una caja de herramientas <strong>para</strong> re<strong>para</strong>r<br />

de favor cualquier avería en las casas que visitaba. Con su sentido del humor y<br />

su buena memoria me llenó numerosos vacíos que parecían insalvables en la<br />

historia de la familia. También frecuenté en la adolescencia a mi tío Nicolás<br />

Gómez, un rubio intenso de pecas coloradas que siempre mantuvo muy en alto<br />

su buen oficio de tendero en la antigua colonia penal de Fundación.<br />

Impresionado por mi buena reputación de caso perdido, me despedía con una<br />

bolsa de mercado bien provista <strong>para</strong> proseguir el viaje. Rafael Arias llegaba<br />

siempre de paso y deprisa en una mula y en ropas de montar, apenas con el<br />

tiempo <strong>para</strong> un café de pie en la cocina. A los otros los encontré desperdigados<br />

en los viajes de nostalgia que hice más tarde por los pueblos de la Provincia<br />

<strong>para</strong> escribir mis primeras novelas, y siempre eché de menos la cruz de ceniza<br />

en la frente <strong>com</strong>o una señal inconfundible de la identidad familiar.<br />

Años después de muertos los abuelos y abandonada a su suerte la casa<br />

señorial, llegué a Fundación en el tren de la noche y me senté en el único<br />

puesto de <strong>com</strong>ida abierto a esas horas en la estación.<br />

Quedaba poco que servir, pero la dueña improvisó un buen plato en mi honor.<br />

Era dicharachera y servicial, y en el fondo de esas virtudes mansas me pareció<br />

percibir el carácter fuerte de las mujeres de la tribu. Lo confirmé años después:<br />

la guapa mesonera era Sara Noriega, otra de mis tías desconocidas.<br />

Apolinar, el antiguo esclavo pequeño y macizo a quien siempre recordé <strong>com</strong>o<br />

un tío, desapareció de la casa durante años, y una tarde reapareció sin motivo,<br />

vestido de luto con un traje de paño negro y un sombrero enorme, también<br />

negro, hundido hasta los ojos taciturnos. Al pasar por la cocina dijo que venía<br />

<strong>para</strong> el entierro, pero nadie lo entendió hasta el día siguiente, cuando llegó la<br />

noticia de que el abuelo acababa de morir en Santa Marta, adonde lo habían<br />

llevado de urgencia y en secreto.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!