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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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darles de <strong>com</strong>er de su mano. Su oso mimado le había dado un abrazo de amor<br />

que lo mantuvo una primavera en el hospital. Sin embargo, la atracción grande<br />

no era él ni el tragador de fuego, sino el hombre que se desatornillaba la<br />

cabeza y se paseaba con ella bajo el brazo alrededor de la pista. Lo menos<br />

olvidable de Emilio Razzore era su modo de ser inquebrantable. Después de<br />

mucho escucharlo fascinado durante largas horas, publiqué en El Universal una<br />

nota editorial en la que me atreví a escribir que era «el hombre más<br />

tremendamente humano que he conocido». No habían sido muchos a mis<br />

veintiún años, pero creo que la frase sigue siendo válida. Comíamos en La<br />

Cueva con la gente del periódico, y también allí se hizo querer con sus historias<br />

de fieras humanizadas por el amor. Una de esas noches, después de mucho<br />

pensarlo, me atreví a pedirle que me llevara en su circo, aunque fuera <strong>para</strong><br />

lavar las jaulas cuando no estuvieran los tigres. Él no me dijo nada, pero me dio<br />

la mano en silencio. Yo lo entendí <strong>com</strong>o un santo y seña de circo, y lo di por<br />

hecho. El único a quien se lo confesé fue a Salvador Mesa Nicholls, un poeta<br />

antioqueño que tenía un amor loco por la carpa, y acababa de llegar a<br />

Cartagena <strong>com</strong>o socio local de los Razzore. También él se había ido con un<br />

circo cuando tenía mi edad, y me advirtió que quienes ven llorar a los payasos<br />

por primera vez quieren irse con ellos, pero al otro día se arrepienten. Sin<br />

embargo, no sólo aprobó mi decisión sino que convenció al domador, con la<br />

condición de que guardáramos el secreto total <strong>para</strong> que no se volviera noticia<br />

antes de tiempo. La espera del circo, que hasta entonces había sido<br />

emocionante, se me volvió irresistible.<br />

El Euskera no llegó en la fecha prevista y había sido imposible <strong>com</strong>unicarse<br />

con él. Al cabo de otra semana establecimos desde el periódico un servicio de<br />

radioaficionados <strong>para</strong> rastrear las condiciones del tiempo en el Caribe, pero no<br />

pudimos impedir que empezara a especularse en la prensa y la radio sobre la<br />

posibilidad de la noticia espantosa. Mesa Nicholls y yo permanecimos aquellos<br />

días intensos con Emilio Razzore sin <strong>com</strong>er ni dormir en su cuarto del hotel. Lo<br />

vimos hundirse, disminuir de volumen y tamaño en la espera interminable,<br />

hasta que el corazón nos confirmó a todos que el Euskera no llegaría nunca a<br />

ninguna parte, ni se tendría noticia alguna de su destino. El domador

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