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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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clara y relamida de los caribes serviciales. Lo que más me alegró y olvidé<br />

menos fue que hasta los doce años se pagaba sólo la mitad de la tarifa<br />

ordinaria. Es decir, todos los hijos menos yo. Sobre esa base, mi madre puso<br />

aparte el dinero del viaje, y se gastó hasta el último céntimo en desmontar la<br />

casa.<br />

El viernes fui a <strong>com</strong>prar los pasajes y el empleado me recibió con la sorpresa<br />

de que los menores de doce años no tenían un descuento de la mitad sino sólo<br />

del treinta por ciento, lo cual hacía una diferencia insalvable <strong>para</strong> nosotros.<br />

Alegaba que yo había anotado mal, pues los datos estaban impresos en una<br />

tablilla oficial que puso ante mis ojos. Volví a casa atribulado, y mi madre no<br />

hizo ningún <strong>com</strong>entario sino que se puso el vestido con que había guardado<br />

luto a su padre y nos fuimos a la agencia fluvial. Quiso ser justa: alguien se<br />

había equivocado y bien podía ser su hijo, pero eso no importaba. El hecho era<br />

que no teníamos más dinero. El agente le explicó que no había nada que<br />

hacer.<br />

«Dese cuenta, señora», le dijo. «No es que uno quiera o no quiera servirle, es<br />

el reglamento de una empresa seria que no puede manejarse <strong>com</strong>o una<br />

veleta».<br />

«Pero si son unos niños», dijo mi madre, y me señaló a mí <strong>com</strong>o ejemplo.<br />

«Imagínese, el mayor es éste, y tiene apenas doce años.» Y señaló con la<br />

mano:<br />

—Son así de grandes.<br />

No era cuestión de estatura, alegó el agente, sino de edad. Nadie pagaba<br />

menos, salvo los recién nacidos, que viajaban gratis. Mi madre buscó cielos<br />

más altos:<br />

—¿Con quién hay que hablar <strong>para</strong> que esto se arregle?<br />

El empleado no alcanzó a contestar. El gerente, un hombre mayor y de un<br />

vientre maternal, se asomó a la puerta de la oficina en mitad del alegato, y el<br />

empleado se puso de pie al verlo. Era inmenso, de aspecto respetable, y su

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