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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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amistad casual con tres hermanos <strong>García</strong>, hijos de un navegante del río<br />

Magdalena, que habían organizado un trío de música popular <strong>para</strong> animar por<br />

puro amor al arte las fiestas de los amigos. Completé con ellos el Cuarteto<br />

<strong>García</strong> <strong>para</strong> concursar en la hora de aficionados de la emisora Atlántico.<br />

Ganamos desde el primer día con un estruendo de aplausos, pero no nos<br />

pagaron los cinco pesos del premio por una falta insalvable en la inscripción.<br />

Seguimos ensayando juntos por el resto del año y cantando de favor en fiestas<br />

familiares, hasta que la vida acabó por dispersarnos.<br />

Nunca <strong>com</strong>partí la versión maligna de que la paciencia con que mi padre<br />

manejaba la pobreza tenía mucho de irresponsable. Al contrario: creo que eran<br />

pruebas homéricas de una <strong>com</strong>plicidad que nunca falló entre él y su esposa, y<br />

que les permitía mantener el aliento hasta el borde del precipicio. Él sabía que<br />

ella manejaba el pánico aun mejor que la desesperación, y que ése fue el<br />

secreto de nuestra supervivencia. Lo que quizás no pensó es que a él le<br />

aliviaba las penas mientras que ella iba dejando en el camino lo mejor de su<br />

vida. Nunca pudimos entender la razón de sus viajes. De pronto, <strong>com</strong>o solía<br />

ocurrir, nos despertaron un sábado a medianoche <strong>para</strong> llevarnos a la agencia<br />

local de un campamento petrolero del Catatumbo, donde nos esperaba una<br />

llamada de mi padre por radioteléfono. Nunca olvidaré a mi madre bañada en<br />

llanto, en una conversación embrollada por la técnica.<br />

—Ay, <strong>Gabriel</strong> —dijo mi madre—, mira cómo me has dejado con este cuadro de<br />

hijos, que varias veces hemos llegado a no <strong>com</strong>er.<br />

Él le respondió con la mala noticia de que tenía el hígado hinchado. Le sucedía<br />

a menudo, pero mi madre no lo tomaba muy en serio porque alguna vez lo usó<br />

<strong>para</strong> ocultar sus perrerías.<br />

—Eso siempre te pasa cuando te portas mal —le dijo en broma.<br />

Hablaba viendo el micrófono <strong>com</strong>o si papá estuviera ahí y al final se aturdió<br />

tratando de mandarle un beso, y besó el micrófono. Ella misma no pudo con<br />

sus carcajadas, y nunca logró contar el cuento <strong>com</strong>pleto porque terminaba

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