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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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El 28 de mayo de 1935 vimos el petrolero Taralite, de bandera canadiense que<br />

entró con bramidos de júbilo por los tajamares de roca viva y atracó en el<br />

puerto de la ciudad entre estruendos de música y cohetes al mando del capitán<br />

D. F. McDonald. Así culminó una proeza cívica de muchos años y muchos<br />

pesos <strong>para</strong> convertir a Barranquilla en el único puerto marítimo y fluvial del<br />

país.<br />

Poco después, un avión al mando del capitán Nicolás Reyes Manotas pasó<br />

rozando las azoteas en busca de un claro <strong>para</strong> un aterrizaje de emergencia, no<br />

sólo <strong>para</strong> salvar el propio pellejo sino el de los cristianos con los que tropezara<br />

en su caída. Era uno de los pioneros de la aviación colombiana. El avión<br />

primitivo se lo habían regalado en México, y lo llevó en solitario de punta a<br />

punta de la América Central. Una muchedumbre concentrada en el aeropuerto<br />

de Barranquilla le había pre<strong>para</strong>do una bienvenida triunfal con pañuelos y<br />

banderas y la banda de músicos, pero Reyes Manotas quiso dar otras dos<br />

vueltas de saludo sobre la ciudad y sufrió un fallo de motor. Alcanzó a<br />

recuperarlo con una pericia de milagro <strong>para</strong> aterrizar en la azotea de un edificio<br />

del centro <strong>com</strong>ercial, pero quedó enredado en los cables de la electricidad y<br />

colgado de un poste. Mi hermano Luis Enrique y yo lo perseguimos entre la<br />

multitud alborotada hasta donde nos dieron las fuerzas, pero sólo alcanzamos<br />

a ver al piloto cuando ya lo habían desembarcado a duras penas pero sano y<br />

salvo y con una ovación de héroe.<br />

La ciudad tuvo también la primera emisora de radio, un acueducto moderno<br />

que se convirtió en una atracción turística y pedagógica <strong>para</strong> mostrar el<br />

novedoso proceso de purificación de las aguas, y un cuerpo de bomberos<br />

cuyas sirenas y campanas eran una fiesta <strong>para</strong> niños y adultos desde que<br />

empezaban a oírse. También entraron por allí los primeros automóviles<br />

convertibles que se lanzaban por las calles a velocidades de locos y se hacían<br />

tortilla en las nuevas carreteras pavimentadas. La agencia funeraria La<br />

Equitativa, inspirada por el humor de la muerte, colocó un anuncio enorme a la<br />

salida de la ciudad: «No corra, nosotros lo esperamos».<br />

En las noches, cuando no había más refugio que la casa, mi madre nos reunía<br />

<strong>para</strong> leernos las cartas de papá. La mayoría eran obras maestras de

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